Entrevista a Mempo Giardinelli

“La tecnología no puede reemplazar a la lectura”

 

Invitado por la Escuela de Bibliotecología de la FFyH, Mempo Giardinelli dejó su marca en Córdoba el pasado 23 y 24 de septiembre. Además de afirmar ante más de 350 estudiantes, docentes y autoridades universitarias que “la lectura es el único camino para alcanzar el conocimiento”, el autor chaqueño desplegó toda su acidez y profundidad al cuestionar el escaso valor universal de la literatura argentina actual, rescatar el rol de los intelectuales en la política, el impacto de las nuevas tecnologías en la cultura, y porqué es clave volver a ser la sociedad lectora que fuimos hasta que la barbarie militar aniquiló también a los libros. En esta nota reproducimos la entrevista que Mempo concedió al programa “Los Invitados, de Canal 10, y la conversación que mantuvo con Alfilo antes de su conferencia en la UNC.
 
Mempo es así, visceral, de sangre caliente, brutalmente sincero a veces. No le gustan los eufemismos ni apela a los buenos modales para no decir lo que piensa o maquillar su mensaje. No especula con el interlocutor que tiene al frente, ni le importa ser políticamente correcto en sus charlas o conferencias. Al contrario, desde hace años recorre de una punta a la otra el país reclamando a quien quiera escucharlo que una sola cosa nos salvará del subdesarrollo y la ignorancia colectiva: leer. Que los argentinos volvamos a ser la sociedad lectora que fuimos hasta la dictadura genocida de Videla, Menéndez y compañía, que además de vidas y proyectos políticos aniquiló a los libros y el hábito de leer para condenarnos a la frivolidad y al individualismo, es parte de la obsesión que lo lleva a viajar miles de kilómetros por mes para propagar su dogma: que la literatura vuelva a ocupar el lugar que ocupó en la cultura nacional durante el siglo XX, “porque nuestros abuelos y padres crecieron y se desarrollaron con el imaginario social de las bibliotecas y la lectura”.

Pero no todo son pálidas para el escritor chaqueño. Después del aluvión neoliberal parido con los militares en los ’70 y profundizado hasta el infinito durante el menemismo en los ’90, Mempo advierte un cambio político y cultural con la llegada del kirchnerismo al poder: “Hay, desde hace siete u ocho años, políticas activas por parte del Estado Nacional para promover la lectura en todas las escuelas del país y recuperar las bibliotecas. Aunque lo que se está haciendo va en la dirección correcta, todavía nos falta mucho para volver a ser la sociedad lectora que fuimos hasta la década del ‘70”.

Literatura, políticas culturales, nuevas tecnologías y los desafíos para volver a leer son algunos de los temas que Giardinelli abordó en la entrevista que Nancy Calomarde le hizo para el programa “Los Invitados” de Canal 10, y en la que el autor concedió a esta revista, ambas reproducidas en esta nota.

Nancy Calomarde: ¿Cómo ves el rol del intelectual en Argentina y Latinoamérica, sobre todo a partir de tu caso, que has ocupado distintos roles, intervenido en los debates?

Mempo Giardinelli: En mi caso, como el de muchos y muchas colegas, poetas, filósofos, cuentistas sociales,  historiadores, pertenecemos a una tradición, a un linaje, nadie inicia su posición de la nada. Ese linaje viene de los libros que hemos leído, somos lo que hemos leído y lo que no hemos leído también. La argentina tiene una tradición muy fuerte por lo menos desde Mariano Moreno y Esteban Echeverría, pero todo el XIX y el XX han sido atravesados por fuertes debates intelectuales, que han sido dominantes, como faros que han guiado una orientación. Y al mismo tiempo hay una cosa muy argentina, una sospecha diría yo, genética sobre el rol de los intelectuales, y no sé si porque Moreno murió muy joven, si porque Echeverría tardó en venir, porque Sarmiento o Alberdi discutieron como discutieron, o si José Hernández fue exiliado, como Mitre y lo fueron tantos más. Yo no sé porqué, pero hay como una desconfianza de la sociedad argentina hacia lo intelectuales. Es paradojal. Tengo un libro El país y sus intelectuales, que es una mirada, no diría de amor odio, pero sí de aceptación y rechazo, encantamiento y crítica. Esto es algo con lo que bueno…, uno tiene que convivir. De todas maneras, en la Argentina actual, después de la dictadura, los intelectuales han sido grandes creadores de ideas, de construcción de ciudadanía. Han sido un aporte extraordinario, yo siento que soy uno más en ese aporte, y por eso trato de estudiar, de producir con la mayor honestidad que uno puede encontrar en su corazón, y bueno, también con la valentía cívica que exige salir a decir lo que tenés que decir. Yo no he sido un intelectual de grandes ideas, ni un hombre de grandes polémicas, siento gran admiración por otros colegas y a la vez muy honrado de formar parte de una generación, quizás de una época, o instancia epocal. El exilio tuvo mucho que ver con eso, y en esta pluralidad los intelectuales estamos haciendo un gran aporte, un gran aporte a la construcción de esta civilidad, de esta ciudadanía, al proyecto de país. Si uno piensa del ‘83 y ‘84 para acá, la cantidad y la riqueza de la producción intelectual argentina han sido impresionantes, extraordinarias. Lo que me preocupa es que hay una sobreabundancia de producción extranjera en nuestras universidades, que no están mirando lo que se está produciendo en la Argentina con la suficiencia que se merecería.

NC: ¿Vos no crees que en estos últimos años ha habido una modificación del lugar de los intelectuales en relación con los 90, cuando hubo una especie de apartamiento, por lo menos en su intervención pública?

MG: No, no, y es interesante lo que vos decís. Creo que el fenómeno de los ‘90 tuvo que ver con una etapa de frivolización de la sociedad, no había el espacio público quizás para muchos intelectuales. Era la época de la pizza con champagne. ¿Y qué hacía un intelectual en esa época? O escribía un libro -yo escribí dos, aparte de mi libros literarios, ficcionales-, que eran como las pequeñas islas que tenían que aparecer para constatar una época de degradación social. El menemismo fue eso ¿cuándo cambia? Cuándo la sociedad entra en una crisis que parece terminal, como fue la del 2001. Cuando la sociedad no tiene nada, porque ha perdido el trabajo, la esperanza, la ilusión, y quiere que se vayan todos, sale a las calles para golpear cacerolas ¿Cuál es el único sector que la sociedad escuchó? sus artistas y sus intelectuales. Nunca hubo tanto teatro popular en las calles, música en las plazas, poetas sueltos, talleres de lo que quieras, creaciones espontáneas. La sociedad se dio cuenta de que lo único que le quedaba, los únicos que no la habían traicionado, eran sus artistas e intelectuales. Si uno lo traza en una especie de arco, la década del siglo XXI comienza con otra forma de reflexión. Estos son proceso inconscientes, como todo proceso colectivo, pero la tendencia viene demostrando, por lo menos a mí me parece claro, que hay una revalorización del rol de los intelectuales. Beatriz Sarlo u Horacio González, producían hace 20 años tanto o más que ahora, nada más que esa producción no tenía la resonancia que hoy puede tener. Cuando venía para acá ví que había un seminario sobre José Aricó, eso es una gran noticia, porque él, o Portantiero o Schmucler, tienen una influencia en la opinión que hace 20 años no tenían. Hoy la sociedad se ha puesto más perceptiva, más receptiva, y esto es importante no para los intelectuales, sino para la sociedad y para la democracia.

NC: En función de esto, del lugar de los intelectuales, vos has producido mucho ensayo y producciones culturales respecto incluso a la lectura ¿Imaginas un país de lectores?

MG: ¿Lo decís por mi último libro, Volver a leer?

NC: Sí, también

MG: Pero yo no he producido tanto, mis producciones son más bien ficcionales, soy ante todo un cuentista. Mi producción ensayística es bastante limitada: El país de las Maravillas, Literatura por la Patria, y otros, pero me he dedicado más al género negro, a los cuentos. Yo me doy cuenta que en el marco de la gran producción intelectual, lo mío es un pequeño detalle. Estoy muy orgulloso de lo que he hecho, pero soy la clase de escritor, intelectual que camina entre dos calles, la ficcional y la otra lo que yo le llamo de deberes cívicos. Es lo que me tocó en un país atormentado, complejo, con mucho resentimiento. El gran mal argentino es el resentimiento.

NC: Esta cuestión de asumir esos lugares, que a veces están vacíos de los intelectuales…, tu trabajo, por ejemplo, a favor de porqué hay que leer, porqué hay que leer literatura, ¿es lo que te coloca en ese lugar?

MG: Puede ser, puede ser en ese sentido, yo he encontrado, o por decirlo borgeanamente, me fue dado trabajar en una línea que no existía. Yo soy de los que fomento la lectura, entendiendo que la Argentina fue un país que se construyó sobre un imaginario social que estaba vinculado completamente a la biblioteca y la lectura. Nuestros abuelos, los inmigrantes, llegaban y lo primero que hacían era ir a la biblioteca, del barrio, del partido, del club o del sindicato. Ese fue nuestro imaginario del siglo XX. Fue lo que se quebró hace 30 años cuando el libro empezó a ser quemado, subversivo, sospechoso, condenado. Se quemaron libros, bibliotecas, se asesinaron y desaparecieron a centeneras de escritores, pensadores, poetas…Esto es lo que cambió, porque el imaginario fue ocupado por la telebasura, que bien o mal es el gran educador de este país en los últimos 40 años. Y lo sigue siendo hoy todas las noches ¿Qué hacer frente a eso? Bueno, tenés que dar una política de estado, políticas privadas, y es una labor muy lenta. ¿Y con quien tenemos que trabajar? Con quienes supongo me van a ir a escuchar hoy en la conferencia: los profesores, las maestras, los bibliotecarios, los estudiantes,  las profes de lengua, de historia, de matemática, con todos ellos.

NC: ¿Y la universidad, Mempo, qué lugar ocupa?

MG: Yo hablo siempre de literatura universal, que está muy relacionado al concepto de universidad. Este es el desafío, y a mí me fascina. Más para un escritor, porque el escritor es siempre un desgraciado que está solo, es así. Entones esta perspectiva de recorrer el país me da un enorme vínculo con la gente, que no lo tendría de otra manera. Yo podría estar pensando cuántos tipos leyeron mi libro, pero es una forma de enanismo intelectual, de narcisismo, que no practico. Esta tarea la vivo como una manera de ejercitar la inclusión a través de la literatura, no diría social, pero atendiendo a que soy un ciudadano de este país atormentado, que amo. Esto no me da chapa de nada pero sí la tranquilidad de saber que contribuyo a la cultura de mi país.

NC: En el espacio de la literatura hay otra labor tuya sumamente interesante, además de tus ficciones: sos un antologador y un crítico que tiene que ver con tus proyectos de pensar la región. Hablo de la Antología de Cuentistas del Nordeste, y varias obras que abonan la relacion literatura-región.

MG: (Mempo se ríe irónicamente) Sí, lo he padecido.

NC: ¿Por qué?

MG: Porque en realidad, voy a hacerte una confesión. Es cierto todo lo que has dicho y lo que he hecho en ese sentido, en la Fundación que tenemos en el Chaco trabajamos mucho alrededor de los autores regionales, porque capacitamos a maestros y bibliotecarios. Y uno de los abordajes es la literatura que ellos pueden reconocer, digamos comarcal. Toda comarca tiene sus poetas y escritores. Reunir esos materiales con un sentido pedagógico docente es una labor importante. Se vincula a lo que hacía cuando dirigía la revista Puro Cuento, en la que teníamos una sección que se llamaba “Rescate”, en la cual, justamente, rescatábamos a distintos autores del país.

Esa imagen que vos me describís, alguna vez me dijeron que soy un escritor que conoce su región. Lo que yo debo confesar es que yo no creo en la literatura regional. Yo no creo en la literatura de Kiev, pero sí en la literatura rusa, no conozco la literatura de Montana, pero de literatura estadounidense sé bastante. Es decir, creo en lo argentino, lo comarcal es a veces una necesidad de existir. A mí lo que me importa de un autor regional es ver si tiene una gran obra. Es más importante la obra que su origen geográfico o su afincamiento. Sé que es polémico, y esto no es lo que se tiene en cuenta. Yo viajo por el país y me encuentro con los autores regionales y son muy regionales, pero, ¿cuál es la obra superlativa de esa provincia? Sé que es elitista, y por eso nunca sería un buen ministro de Cultura, pero creo que es prioritario seguir esperando la gran obra de la literatura nacional, venga de la Patagonia, de Tucumán o de Córdoba. Yo lo trabajo por la necesidad de que los autores regionales lleguen a los docentes.

NC: Hay también un tema de posibilidades, de construcción política, que pesa en esto de llegar a lo nacional desde las provincias.

MG: Sí, y es lo que yo llamo la dictadura de la UBA (Universidad de Buenos Aires) que ha hecho muchos estragos en relación al concepto de las universidades argentinas. Las carreras de Letras, durante mucho tiempo, te diría desde Ricardo Rojas para acá, está determinada por una literatura municipal, de un gran municipio, el más grande del país como es Buenos Aires, importantísimo claro, pero es una literatura municipal.

NC: En el mismo sentido, Jorge Volpi pone en duda si existe una literatura latinoamericana

MG: Bueno ¡mirá qué ejemplo ponés! Yo soy amigo de él, hemos compartido muchas mesas y reuniones, pero Volpi es un joven provocador, iconoclasta, trabaja de eso, y a la literatura le hace bien, siempre necesita un par de jóvenes iconoclastas y provocadores.

NC: ¿Es importante hablar de una literatura latinoamericana en términos de literatura universal?

MG: En términos académicos y literarios es importante dar una idea de literatura de supra región, justamente para desmunicipalizar lo municipalizado, que es el canon de hace 150 o 180 años en la Argentina. No tengo nada contra estos autores, son nuestros maestros, yo no hubiera existido sin Borges, sin Cortázar, pero la amplitud de mirada a mí me la dio México, el exilio mexicano. Me lo dio compartir con colegas de distintos lugares, de España, de Portugal, un mundo abierto y en acción. Compartir con los escritores de Cuba, los de adentro y los de afuera. Esta pluralidad que la literatura argentina, en líneas generales, por mirarse el ombligo, no ha mirado, o ha mirado mal o prejuiciosamente.

NC: Vaya paradoja porque la cultura argentina ha sido mirada siempre como cosmopolita por el resto de América Latina y el Mundo.

MG: Pero ya no lo es, a esto hay que decirlo claramente. Más aun, estoy viejo para ser un iconoclasta o provocador, pero la literatura argentina de hoy es una gran literatura, pero tiene muy poca significación universal, casi nada te diría, y el arte argentino lo mismo. No quiero ofender a nadie pero me parece que hay una especie de baño de realidad que nos ha dado el mundo que si no lo sabemos leer bien, vamos a andar con problemas. Es mejor expresar esto no como acusación o condena, sino que todos hemos sido y somos todavía víctimas de un proceso muy perverso que lleva muchas décadas. Fueron muchos años de censura, de autoritarismo, de represión, de genocidio, de antisemitismos, de un montón de lacras que fueron nuestras, y que hoy significan en varias provincias argentinas el 20 o el 25 por ciento del electorado, ¡qué te parece! Cuando tenemos eso, tenemos que hacer lecturas prudentes y tratar de ayudarlos, sino la Argentina va tener un destino de auto adoración, de auto adulación de un pasado, como los conservadores cuando hablan de que hace 100 años éramos el granero del mundo, la quinta o sexta potencia, claro, pero cuando la Argentina estaba llena de analfabetos, no había una sola ley de cuidados sociales de trabajadores, cuando era un país cretino. Acá nos puede pasar lo mismo, son temas complejos, pero me encanta poder expresarnos de todo eso.

“Hoy leemos mucho más que hace 20 años”

Minutos después de terminar la entrevista con Canal 10, Mempo se apresura para responder las preguntas de Alfilo. En menos de una hora tiene que dar una conferencia en la universidad, y pide tiempo para “acomodar las ideas y descansar un poco”. Cuando estamos por arrancar, pide su último deseo:
- Chicos, les pido que hablemos de literatura, por favor.
- Es que acaba de hacerlo con la tele, y como no hay tiempo para un reportaje largo como habíamos pensado hacer, vamos a publicar la nota de Canal 10.
- Ah, bueno, está bien, pregunten lo que quieran entonces.

- Empezamos por lo básico, Mempo, por lo más elemental podríamos decir: ¿Qué produce la lectura en el ser humano, y especialmente en los chicos?
El único camino hacia el conocimiento, es la lectura. Si vos querés saber algo, tenés que leer para saber, porque hay algo que está por debajo de la técnica, debajo de la ingeniería, que es una concepción del mundo. Si no hay una visión global, casi intangible, un modo de mirar el mundo, para qué sirve, a dónde va, cómo se vincula con el destino de la humanidad, todo esto que nadie se lo pregunta, vos no podés hacer nada. Si vos no lees, no podés saber, llegar al conocimiento requiere leer, no hay atajos para alcanzar el conocimiento. El gran descubrimiento es ése, pero pareciera que en estos últimos 50 años de la humanidad nos hemos pasado inventando tecnologías para sustituir eso.

- ¿Como hacemos en esta época de redes sociales y computadoras para leer?
- Pero a través de las redes sociales se intercambian textos.

- Pero son muy cortitos
- Bueno, pero yo te podría pasar un libro con 400 o 500 cuentos así de chiquitos, como vos decís, y te pueden cambiar la vida. Se llama Oveja negra. Todas estas cosas sobre las nuevas tecnologías y su impacto en la vida de la gente son conjeturales, la mía es que una sociedad que no lee está condenada a la ignorancia, aunque maneje muy bien las máquinas.

- Y hoy Mempo ¿se lee más o menos que antes, o se lee distinto?
- Depende donde pongas el punto de partida, si éste es los inicios del siglo XX…

- No, hablamos de hace 20 o 30 años.
- Hoy se lee bastante más que hace 20 o 30 años, sin dudas, te voy a poner un solo ejemplo, hasta hace 7, 8 años, los chicos de la argentina entre 5 y 18 años no tenían nada para leer, carecían de lectura, los libros estaban fuera de alcance, no había concepción pedagógica para leer, estudiaban con los manuales de Estrada, totalmente desactualizados. El Estado no existía, con Menem era un bombardeo de cualquier otra cosa menos de la lectura. Esa generación fue la que pagó el pato de la boda. Ustedes no tienen la práctica de la lectura, no tienen una concepción lectora, pero a partir del 2002, 2003, los chicos en la Argentina entre 5 y 18 años, que son entre 12 y 13 millones, reciben todos los años una dotación de libros que les da el Estado Nacional y que llegan a las 48 mil escuelas que hay en todo el territorio nacional, y a más de un millón de maestros. En las aulas se trabaja con esos materiales, que son gratuitos, y hoy estamos trabajando para que el Estado triplique esa dotación. En los años de Menem las bibliotecas argentinas estaba totalmente peladas, obsoletas, no tenían presupuestos, no había sistemas bibliotecarios, no había políticas sobre eso, hoy hay escuelas, facultades, se estudia para eso. Seguimos lejos de otras épocas, de tener un buen sistema, pero por lo menos se están haciendo cosas, hay un Estado que prepara material, una Secretaría de Cultura y un Ministerio de Educación nacional presentes, la Conabip (Red de Bibliotecas Populares Argentinas), hay de dotación de libros. Falta pero hay que mirar el piso de los ’90, donde no había nada.

- Entonces es un mito de que los chicos leen menos, de que están todo el día con los jueguitos.
- No, no es un mito, es otra realidad, compleja. La realidad es más compleja de lo que ha veces creemos, no podemos mirarla blanco o negro, porque sino estamos fritos. Vos me preguntas: ¿se lee más que hace 20 años? sin dudas se lee más, la generación de pibes de hoy lee más que ustedes, sus hijos van a leer más que ustedes, que crecieron en los ‘90. Hoy hay una literatura infantil que antes no existía, y está en la escuela, en las bibliotecas, en tu casa, está en todos lados. Hoy tienen la posibilidad que vos no tuviste, yo sí, fijate lo que es la realidad: mi generación sí tuvo esa posibilidad de leer. Ahora, ¿se lee en la Argentina? Se lee muy poco, falta muchísimo, porque hay generaciones que no fueron lectoras. Independientemente de lo que votaron en estas últimas elecciones, imaginemos: ¿Cuántos libros crees que lee el doctor De la Sota por año, o por mes, o por semana? ¿Cuánto leerá el hijo de Ramón Mestre, el nuevo intendente de Córdoba? ¿Cuántos libros leerá el señor Juez, o Pichi Campana? son tipos que no leen y son la generación que dirige el país. Mírenle la cara en la tele al milico Aguad y pregúntense cuántos libros lee, o Aníbal Fernández. Son generaciones que si estudiaron algo, se recibieron con los apuntes necesarios de la universidad, pero nunca más agarraron un libro. Hay que trabajar en cómo se recupera a esa generación, porque si no recuperamos a los grandes no vamos a recuperar a los chicos. La lectura no es un problema de chicos, es un problema de grandes, y es complejo el tema, y es un fenómeno mundial. La diferencia es que el mundo no ha tenido nuestra desgracia, nuestra desdicha con las dictaduras, como pasó en Argentina, Chile, Brasil, Uruguay. Por eso son tan importantes los planes nacionales de lectura, que hoy se están trabajando coordinadamente en toda América latina, a través de distintas formas.

- Usted está dentro de la industria editorial y fomenta la lectura. Sin hacer futurología, ¿Cuál es el futuro del libro?
- El mundo de la industria editorial posiblemente esté agonizando, pero la sociedad va a seguir leyendo, el formato libro no creo que vaya a desaparecer, pero irá cambiando en su faz industrial. El tema es que yo no trabajo en la promoción del libro, sino en la promoción de la lectura. Para el libro hay toda una estructura industrial que seguro va a cambiar. Hay ferias del libro por todos lados, pero yo estoy al margen de eso. Igual me parece bueno que haya ferias del libro y que los 100 mil cordobeses que pasaron por ahí el mes pasado, vayan a esa feria y no a la de la moda o cualquier otra cosa. Esto es un plano. Otro plano es qué puede pasar con la lectura, y la lectura a tenido un domicilio tradicional, que es el libro, un objeto que tiene ciertas características. Hoy el domicilio de la lectura sigue siendo el libro, pero aparecieron nuevos domicilios. El otro domicilio es una pantalla, que tiene bytes. Yo tengo en mi teléfono Don Quijote de la Mancha, que me lo bajé gratis, y cuando ando en avión o espero en los aeropuertos, me leo un capitulito. Es decir, lo que está cambiando es el domicilio de la lectura, pero el problema no es el domicilio, sino si lo lees o no lees. El desafío es ver cómo hacemos para que las nuevas generaciones se recuperen como lectoras y todas vuelvan a leer. Hugo Chávez hizo un acuerdo con Alfaguara de España para editar 1 millón de ejemplares de Don Quijote, y él los regala. Le dijeron que era un demagogo, que era un negociado, qué no sé qué, pero regaló un millón entre los barrios más humildes de Venezuela, y a mí me parece muy bien. Y al mismo tiempo el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner coloca 3 millones de netbooks en todo el país, y ahí van a estar los libros argentinos, Borges, Cortázar, Cristina Loza, qué se yo, todos, y me parece bárbaro.

En lo que tenemos que trabajar es en ver cómo va a ser la lucha de la comunicación, yo pienso que vamos seguir conversando, cara a cara, que vos te vas a levantar una chica conversando, en persona, creo que va a haber un acuerdo, y si no es así, es un mundo que a mí ya no me toca, no sé cómo se hace, pero tengan confianza, no hay que tener una mirada apocalíptica de lo que viene, eso es mentira.

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