“En cuanto a soberanía estamos igual de lejos que el 15 de junio de 1982”

El historiador Federico Lorenz participó de las IX Jornadas de Historia Reciente que organizaron la FFyH y el CEA-FCS, donde compartió su experiencia como director del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Autor de varios libros sobre el archipiélago, abordó algunos de los puntos no resueltos que dejó el conflicto armado y el estado en que se encuentra el reclamo argentino por la soberanía.

Malvinas duele. Treinta y seis años después de la humillante rendición de Mario Benjamín Menéndez a manos del general Jeremy Moore, sigue doliendo. Es una espina clavada en la memoria colectiva, una herida a la que no le encontramos la vuelta para que deje de sangrar. Una causa nacional que nos coloca frente al espejo y nos interpela: ¿Cómo sostener el reclamo de soberanía sin defender la guerra? ¿Cómo separar entre represores-torturadores que decidieron aquella aventura suicida y los conscriptos y militares que entregaron su vida para recuperar un territorio que nos constituye como nación?

Malvinas es complejidad pura, un desafío intelectual para quienes estudian la historia reciente. Federico Lorenz es uno de ellos. Ha escrito varios libros sobre las islas y desde 2014 dirige el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur. En diálogo con Alfilo, busca respuestas a las preguntas que siguen abiertas desde el 82 a esta parte:

  • Organizaciones de ex combatientes vienen reclamando juicios a los responsables de torturas y malos tratos durante la guerra. ¿Avanzó esa posibilidad?

La situación es la misma que la que les conté en 2012, cuando hablamos del tema. Lo judicial no ha cambiado y lo veo difícil. Sí creo que se puede avanzar en la reconstrucción histórica para saber lo que pasó. Los malos tratos fueron una práctica habitual por parte de las Fuerzas Armadas. Aunque el contexto político es diferente y hoy hay sectores más duros que reivindican la guerra.

  • ¿Cómo impacta el tema de la identificación de los soldados caídos en la guerra? Hasta el momento se identificaron 90 personas.

Una cuestión central a destacar es que se identificaron los cuerpos con técnicas desarrolladas para identificar las víctimas de la dictadura por parte del Equipo Argentino de Antropología Forense. Simbólicamente eso en términos políticos es muy fuerte, es enorme. Lo otra cosa importante es la reconstrucción de la memoria, porque los que murieron en la guerra tenían nombre y apellido antes del conflicto. Hay que aclarar que las identificaciones no son una autopsia, permiten restituir la identidad a los que combatieron, suma políticamente porque es un deber del Estado y las familias merecen saber dónde están sus seres queridos.

  • ¿Cuánto influyó la derrota en Malvinas en el fin de la dictadura?

Malvinas lo que plantea es que las Fuerzas Armadas malversaron la buena fe de la sociedad argentina. También hay una cuestión de haber elegido no ver lo que venía pasando en la dictadura, pero ya después de la guerra no podían no ver. Por eso la guerra tuvo un impacto grande en romper el pacto Fuerzas Armadas-sociedad. Romper el pacto fue romper con las capilaridades que aún hoy estamos padeciendo. Me refiero a esa cosa simbólica de ‘yo te di a mis hijos y no los cuidaste’, que es diferente a ‘secuestraste a mis hijos’. Ojo, no estoy estableciendo jerarquías entre una cosa y la otra, pero en Malvinas, con la guerra, hasta el no afectado por la represión de manera directa fue afectado.

  • ¿Cómo se vive el reclamo de Malvinas con un Presidente como Macri que lo plantea como un gasto?

El gobierno lo planteó así y rápidamente se dio cuenta que no podía plantearlo así, en esos términos. Y hay iniciativas positivas del Estado, como el de sostener las identificaciones. Establecer algún tipo de diálogo con Inglaterra, salir del punto muerto de la retórica es positivo, es política básica. Reconstruir vínculos es bueno, pero no a cualquier precio.

  • ¿Avanzamos como sociedad en diferenciar la guerra, el reclamo por las islas, del conflicto armado?

No, está muy pegado, y los cambios de contexto y de políticas hacen más difícil separarlos. La guerra fue un episodio dentro de la dictadura y un episodio dentro de la historia larga del archipiélago y el Atlántico Sur. Cuando logremos diferenciar eso, vamos a poder separar una cosa de la otra. Pero mientras la guerra sea una efeméride, un aniversario o una foto para la tribuna, va a ser imposible. Es difícil pensar creativamente el tema porque lo pensamos desde la usurpación y la frustración de la derrota.

  • Siempre diferencias al conscripto del represor, ¿es posible eso en el marco de un gobierno que niega el Terrorismo de estado, que habla del “curro de los derechos humanos”?

Hay que hacerlo más que nunca. Es posible porque hay investigación, hay espacio, pero hay que asumir el costo de la discusión, no hay que ser ingenuo: hay sectores reaccionarios que se sienten habilitados para volver a hablar, que son los mismos que ponen en duda el concepto de los 30 mil desaparecidos. La cifra es simbólica, y alcanzar el número no es ser relativista, mientras más nos acerquemos al número, más le vamos a cerrar la puerta a esos sectores. Y con Malvinas pasa lo mismo, hay que plantar la discusión y sostenerla, no es lo mismo un conscripto que un represor, como también hay militares que combatieron bien en Malvinas. Hay una necesidad de matices para avanzar, esto es como los que escalan, van poniendo una estaca, después otra. La construcción no puede hacerse binariamente, en un contexto de desventaja política como la actual perdés la discusión, porque los otros sentidos comunes, como la patria, la gesta, están mucho más arraigados.

El museo y la soberanía

Lorenz vino a Córdoba a presentar en las IX Jornadas de Historia reciente su experiencia como director del Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, que se puso en marcha en el 2014. “El Museo arrancó con la perspectiva de malvinizar a los visitantes y muy atado a programas públicos. Eso se cortó con este gobierno. Y nosotros nos planteamos un Museo no tan unidireccional, que permita plantear problemas, que reciba a un público que no venía antes porque era ‘el museo kirchnerista’ o porque es el museo de la derrota. Precisamente, se llama Malvinas e Islas del Atlántico Sur y lo que buscamos es enfocarnos más en lo del Atlántico y no tanto en Malvinas. Hay una historia fascinante para contar, como los viajes náuticos, las exploraciones, muchas actividades para los chicos, cosas culturales y una construcción más federal y solidaria. Ofrecerlo como espacio para las discusiones y también apostar a las donaciones. Es un museo nuevo, con mucho audiovisual, no hay tantas cosas para ver, que es la idea que en general la gente cree que es un museo.

  • ¿Cómo es el vínculo con el sistema educativo en sus diferentes niveles?

Nuestro grueso de visitas son las escuelas, hay visitas guidadas especiales por niveles. La mayoría que viene es público escolar, porteño y del conurbano bonaerense.

  • ¿En qué estado está el reclamo argentino por Malvinas?

Está estancado, están explorando iniciativas cuyo costo hay que analizar. Establecer vínculos con los habitantes me parece clave.

  • ¿Estamos más cerca o más lejos en eso?

En el vínculo estamos dando pasos para acercarnos. En el reclamo de soberanía estamos tan lejos como el 15 de junio del 82.

  • Vos plateas que Malvinas es un enclave continental, ¿Por qué?

Porque tenés una base miliar de una potencia como Inglaterra, en un momento del mundo en que la pelea es por los recursos naturales. Y Malvinas es la proyección del continente antártico y del continente sudamericano, por eso esta base militar es una amenaza para la región. Argentina lo propone así, pero tiene que haber acciones más concretas para regionalizar el reclamo. Y esto no obliga a pensarnos de otra manera, porque nuestras elites siempre nos pensaron como una sucursal de Europa. Sin renegar de eso, porque es una figura autorreferencial y autocomplaciente, hay que pensar cómo ese problema regional se traslada en políticas estatales que nos inserten en la región.

  • En un contexto político desfavorable para pensarnos de ese modo.

Sí, cuando se habla de normalizar las relaciones con el mundo, significa darle la espalda a esa construcción. Sin ser negador, te diría que hay que escaparle a esa visión, escaparle a la coyuntura. Estamos obligados a ser prospectivos, a pensar en largos plazos. Malvinas es el mejor ejemplo, no es que te la van a devolver mañana.

Por Camilo Ratti
Fotografías: Irina Morán