El jurado convocado para evaluar a postulantes al Premio Internacional de Humanidades, Ciencias Sociales y Derechos Humanos, otorgado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, dio a conocer los resultados de la convocatoria 2023. Ana Iliovich, Diana Lenton, Mónica Zidarich, Igor Goicovic Donoso e Ivanna Aguilera fueron los responsables de seleccionar los trabajos distinguidos en esta segunda edición del Premio en Derechos Humanos sobre el tema “Humanidades, Ciencias Sociales y Derechos Humanos”.
Para dar a conocer los ganadores, presentamos intervenciones de autores sobre los desafíos más importantes que enfrenta hoy la universidad en relación al campo de los Derechos Humanos y sobre los aportes de la universidad a las luchas por los Derechos Humanos.
Fernando Guerrero Maruri (Universidade Federal de Pelotas)
Fernando Guerrero Maruri se graduó en la Universidad Central del Ecuador, donde fue dirigente estudiantil. Fue docente en el área de Ciencias Sociales en Ecuador.Actualmente, es becario CAPES en la Universidad Federal de Pelotas (Rio Grande do Sul, Brasil), donde se especializa en Memoria Social y Patrimonio Cultural.
- Fue distinguido con un Premio por su trabajo “Memorias de resistencia de mujeres indígenas en Ecuador” en la categoría III: estudiantes y egresados/as recientes de maestría.
“No había transcurrido ni medio siglo de la llegada de los colonizadores y comenzaron a crearse universidades, en 1538 en la actual República Dominicana, en 1551 la Universidad de San Marcos en Lima; la universidad fue institucionalizada de forma colonial en un modelo iglesia-corona-élites, con la misión de entregar grados académicos a determinado sector de la sociedad. En la época republicana ese patrón de poder pervive con esa idea inicial reformulando la triada en iglesia-Estado-mercado.
La universidad tuvo una falla de origen en su estrategia inicial de conquista cultural, y luego de cuatro siglos de estatismo y construcción de muros físicos y barreras de clase encuentra la posibilidad de escribir otra historia. En 1918, la historia de la universidad cambia, gracias a la Reforma de Córdoba, valientes estudiantes luchan en contra de los cargos vitalicios, la nula representación estudiantil, de la opresión y de una universidad caduca. Los cambios se exigieron a través de protestas estudiantiles, el reformismo contagia a toda América Latina e inicia el camino hacia una universidad más democrática. Sendero repleto de adversidades que no termina nunca.
Unamos esfuerzos en pos de instituciones más democráticas, para derribar las barreras que las clases dominantes constantemente intentan reconstruir; en favor de una universidad que priorice el fortalecimiento de su función social. La universidad pertenece a los estudiantes, quienes ansían transformar la realidad social, impulsados por los derechos humanos como motor de acción y determinación».
Blas Radi (Universidad de Buenos Aires)
Blas Radi es Licenciado y doctorando en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, con una beca del CONICET. Es docente de Epistemología Social en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Dentro del área de la filosofía práctica, se ha dedicado a los Estudios Trans y en la actualidad su investigación explora el potencial de la epistemología no ideal.
- Fue distinguido con un Premio por su trabajo “Pugna de derechos, injusticia y legalismo” en la categoría IV: estudiantes y egresados/as recientes de doctorado.
“Hoy en Argentina las universidades públicas están al borde del cierre. El primer desafío que tienen es el de su propia supervivencia. No es el único, ni el más fundamental. Es literalmente el primero en un orden secuencial y tiene una prioridad condicional: si no se resuelve, los demás no tendrán oportunidad de ser abordados.
Los derechos humanos también enfrentan sus propios retos prácticos. Algunos muy notorios. En las últimas décadas, vimos que fueron abrazados como herramientas necesariamente emancipatorias, y, a la vez, usados como maquillaje de economías políticas regresivas. Los vimos funcionando cínicamente para promover objetivos injustos, imperialistas y antidemocráticos. Ahora mismo asistimos a uno de los capítulos más cruentos de esta historia. Una historia ilustrada con imágenes del exterminio en tiempo real, que puede ser narrada como una sucesión de violaciones de derechos humanos en la que los organismos internacionales han dado carta blanca a los perpetradores.
La filosofía del siglo pasado supo declarar un compromiso pedagógico con el futuro: mantener la memoria histórica y evitar la repetición del horror. La universidad pública debería renovar ese compromiso, comenzando por evaluar críticamente sus herramientas, con sus peligros y posibilidades».
Lucas Ezequiel Bruno
Lucas Ezequiel Bruno es Abogado y Doctor en Ciencia Política por la UNC. Es docente en la Facultad de Derecho de la UNC y en el Doctorado en Ciencia Política del Centro de Estudios Avanzados de la FCS-UNC. Participa activamente en procesos organizativos comunitarios y políticos. Sus estudios actuales refieren a la teoría política contemporánea, la racionalidad neoliberal y el pensamiento político de G. Bataille.
- Recibió una Mención Especial por su trabajo “El discurso kirchnerista y los derechos humanos” en la categoría IV: estudiantes y egresados/as recientes de doctorado.
“En contextos donde el significante política o militancia son denostados desde diferentes lugares, los derechos humanos pueden constituirse como una plataforma de inscripción de una variada gama de demandas que ya no pueden ser enunciadas de otra forma. La legitimidad que construyeron los Organismos de Derechos Humanos en Argentina, más allá de los constantes ataques, permite decir en el lenguaje de los derechos humanos. El desafío, entonces, sería romper los límites de la propia identidad política para hacerla ser muchas otras cosas al mismo tiempo. De esta forma, la lucha en contra de la desfinanciación y vaciamiento de las Universidades públicas podría ser traducida y reinscripta como un derecho humano que hoy está en jaque. Constituir a los derechos humanos en tanto universal fallido es una tarea pendiente en Argentina que aún no está acabada. La Universidad pública también debería hablar el lenguaje de los derechos humanos como un discurso desde donde sea posible imaginar la reconstrucción del lazo comunitario. El mayor aporte de una institución en nuestro presente es ese: hacer-lazo”.
Lucía Ríos
Lucia Ríos es Licenciada en Filosofía, Licenciada en Antropología y Doctora en Ciencias Antropológicas por la FFyH-UNC, y Especialista en Bioética Clínica y Social por la UNESCO. Docente de la UNC, la UPC, la Universidad Siglo XXI y becaria posdoctoral del IDACOR-CONICET. Sus investigaciones se centran en la antropología de la violencia y la muerte, indagando en la relación entre cuerpos, violencias y escrituras durante la última dictadura cívico-militar.
- Recibió una Mención Especial por su trabajo “De archivos, derechos y escrituras” en la categoría IV: estudiantes y egresados/as recientes de doctorado.
“Entiendo que uno de los desafíos que poseen las universidades -y por ende, quienes habitamos en ellas- es poder interpelar los negacionismos tan en boga en estos últimos tiempos. E interpelarlos no significa negarlos dado que, si han aparecido nuevamente en el centro del debate, es porque (nos) toca aún hoy revisitar esas prácticas y discursos de manera crítica y reflexiva, para tensionarlos, deconstruirlos, reponiendo interrogantes en torno a por qué y para qué defender los DDHH. Derechos que por su diversidad y amplitud exceden inclusive los reclamos por memoria, verdad y justicia por los crímenes de lesa humanidad cometidos en nuestro pasado reciente y derechos cuyo reconocimiento sucede a partir de la configuración de saberes sobre los mismos que sean colectivos, situados y locales. Desde allí la Universidad -también local, colectiva y situada- puede realizar uno de sus aportes: brindar herramientas que eviten las naturalizaciones y aquello dado “por sentado” y que nos ayuden a configurar más y mejores derechos, a partir de generar más y mejores interrogantes. DDHH que muchas veces implican la posibilidad de resignificación por parte de los territorios y las comunidades atendiendo a las bases fundacionales de los mismos, generando una tensión -no contradictoria- entre lo universal y lo local. Esa resignificación no significa de hecho menos derechos, sino más. DDHH que, aunque siempre se escriben con mayúscula, se construyen desde lo pequeño y desde abajo, de manera histórica y situada, creciendo así más fuerte desde las raíces».
Camila Mendoza
Camila Mendoza es Profesora y Licenciada en Letras Modernas por la UNC. Actualmente es docente en nivel medio y superior no universitario. Sus investigaciones se centran en la adquisición del lenguaje y el registro histórico de la lengua allentiac, mientras cursa una Maestría en Lingüística en la Universidad Nacional de San Juan.
- Recibió una Mención Especial por su trabajo “La pregunta sociolingüística por la identidad indígena” en la categoría II: egresados/as de grado recientes.
“El mayor desafío de la universidad en el ámbito de los derechos humanos es enfrentar las circunstancias alarmantes y estar a la altura de las luchas que vendrán. Con esto me refiero a varios aspectos: la formación en derechos humanos de los estudiantes y sus propios docentes, las líneas de investigación que aborden las prácticas sociales desde una perspectiva de derechos humanos, las actividades de extensión que promueven interacciones significativas con la comunidad para construir una sociedad más inclusiva y solidaria, la participación activa en protestas y otras medidas de fuerza, entre otros. En muchos casos, esto implica reafirmar y fortalecer compromisos ya existentes, en un momento crítico para la defensa del Estado de derecho y peligroso para la democracia. Escribo esto con todo el orgullo que implica ser egresada de una universidad que recibe a sus estudiantes con los brazos abiertos y una facultad que los forma tanto académica como humanamente para tener ese compromiso social a la altura. Históricamente, las instituciones públicas han desempeñado un papel fundamental como bastión del pensamiento social y como defensa ante los ataques de los poderes fácticos en la lucha por la ampliación de los derechos humanos. Ahora más que nunca, el gran desafío es mantener y fortalecer ese compromiso tanto dentro como fuera de las aulas».
Silvia y Fiorela Nataloni (UNC)
Silvia Nataloni es Licenciada en Bibliotecología y Documentación por la UNC. Desarrolla su actividad profesional en la biblioteca de la Facultad de Lenguas, UNC. Fiorela Nataloni es Licenciada en Bibliotecología y Documentación por la UNC. Se desempeña profesionalmente en la biblioteca del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Córdoba. Silvia y Fiorela colaboran con el Colectivo Basta Biblioclastia, por el acceso equitativo al conocimiento.
- Recibieron una Mención Especial por su trabajo “EspacioS de Memoria y bibliotecas” en la categoría II: egresados/as de grado recientes.
“Para nosotras abordar el tema Espacios de Memoria y bibliotecas responde a un doble, y a la vez único, juego de intereses: una inquietud personal, pero que indivisible, se fusionó a un interés socio-profesional. Como bibliotecarias, egresadas de la Universidad pública, comprendimos la necesidad de atender las demandas de información de una comunidad específica, pero también asumimos el compromiso social y político inherente a nuestra profesión.
En este sentido, en primer lugar, aceptamos el desafío y la responsabilidad de dotar al Espacio de Memoria “La Perla” de un centro de información que no solo cumpliera con sus propósitos académicos, sino que también se convirtiera en un espacio de empoderamiento y transformación social. Esto conllevó: extender el carácter democrático de la profesión, imbuirse en una red de compromiso social, involucrarse en la participación activa y efectiva de reparación y construcción, y sistematizar datos e información cualitativa para analizar, evaluar, y jerarquizar las necesidades de la institución y su comunidad. En segundo lugar, consideramos que difundir y divulgar nuestro posicionamiento, tal como lo mencionamos en nuestro trabajo, implica comprender y comprometerse en la lucha colectiva contra la ignominia, el olvido y la persistente amenaza de indiferencia y/o negación hacia la Memoria, Verdad y Justicia.”