Con música, poesía y medallas de reconocimiento a su trabajo y trayectoria, las autoridades de la FFyH homenajearon a los docentes y no docentes de esta unidad académica que se jubilan y que dejaron una huella en su paso por la Universidad.
No fue un acto protocolar más, y se notó de entrada, cuando Silvia Lonati, maestra de ceremonia y presentadora, leyó un poema de Manuel J. Castilla para aclimatar el ambiente y abrir una ceremonia de la cual participó toda la comunidad de la FFyH y se colmaron las butacas del auditorio del Cepia para ser parte de una celebración. La del fin de este 2011 que termina ardiente y el comienzo de un 2012 cargado de desafíos institucionales, pero principalmente para homenajear a los profesores y no docentes que se jubilan luego de años y años de docencia, frente a las aulas y los despachos administrativos.
Con un piano de cola sobre el escenario, Lonati presentó a Eduardo Allende, profesor del Departamento de Música, y al guitarrista Héctor Tortosa, quienes ofrecieron un mini recital de tango y otras canciones para agasajar a los homenajeados. La música dio paso a las palabras, y fue entonces que el contador Oscar Donati fue el encargado de despedir a Susana Rohrstock, responsable de Patrimonio, a quien definió como la “consejera espiritual del Área, que ahora podrá disponer de su tiempo para hacer lo otro que sabe hacer, que es pintar”.
Al reconocimiento del personal administrativo le siguieron la de los docentes. La Vicedirectora de la Escuela de Artes, Miriam Kitroser, tomó el micrófono para recordar a los colegas, “que dedicaron más de la mitad de su vida al desarrollo institucional de una escuela que ahora va a ser facultad”. Ramón Cornavaca, docente de la Escuela de Letras, fue el otro encargado de resaltar la labor de los que cuelgan los botines frente a los alumnos pero quedan en la memoria de muchos: “En la universidad se construye una red de relaciones personales y respeto intelectual y con algunos sincera amistad. Si el ambiente es amable cada uno puede ofrecer lo mejor de si para el otro. Por eso va un sincero agradecimiento por todo lo que hicieron por la Facultad, a todos aquellos para quienes los estudiantes han sido la razón de ser de su trabajo”.
Diego Tatián fue el responsable de cerrar las alocuciones, y le tocó al flamante Decano “estrenar” su cargo en un momento de emoción para muchos de los presentes. “Las personas dejan su huella en esta dimensión del trabajo y relaciones que es la Facultad. La cultura es un diálogo con muertos, una conversación con gente de otros siglos. Lo mismo pasa en las aulas, que es un lugar donde los cuerpos se encuentran”.
Citando al influyente antropólogo belga, Claude Levi Strauss, quien a los noventa y tantos años seguía frecuentando la universidad de París solo para conversar con los estudiantes y los docentes “en un pequeño cuartito como los que tenemos en el Ciffyh”, Tatián rescató el trabajo docente al decir que “la cultura es también un diálogo entre generaciones. Por eso el encuentro entre personas es fundamental”.
De cara a los desafíos que se vienen, a nivel universitario los 400 años de historia y en la Facultad su rediseño institucional por la facultarización de Artes, el Decano habló de los nuevos procesos políticos que se viven y de la necesidad de una “redefinición del concepto de Humanidades, una rama del conocimiento que produce complejidades, por eso hay que encontrar el significado de lo que hacemos, descifrar los significados”.
Minutos antes de entregar las medallas, apeló a la historia para homenajear a los profesores que iniciaban una nueva etapa en sus vidas: “Plutarco, hablando sobre la academia de Platón, contó que en una ciudad hacía tanto frío que cuando los profesores hablaban, las palabras se congelaban en la mente de los jóvenes. Por eso es importante que cuando las palabras se descongelen, ustedes estén acá”.
A los aplausos le siguió la emoción y un que otro lagrimón de los homenajeados. La primera medalla fue para Susana Rohrstock, la única no docente que se jubiló este año, a quien le siguieron los profesores Santiago Barbero, Analía Esther de Morales, Carlos Alberto Flores, Arnoldo Rosenfeld, María del Carmen Battagliotti, y los que por diferentes motivos no pudieron estar presentes en el Cepia pero fueron igualmente reconocidos, como Marta de la Vega, Hilda Disandro y María Elena Legaz. Todo terminó con un bullicioso brindis en el hall de la entrada, cuando afuera la temperatura rondaba los 40 grados.