Por cuarto año consecutivo y con gran participación de estudiantes y docentes, los ingresantes de la FFyH pudieron recorrer el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos, La Perla, una actividad organizada por la Secretaría de Asuntos Estudiantiles con el objetivo de conocer y reflexionar sobre el que fue el principal campo de concentración de Córdoba. Galería de Imágenes [27/02/2013]
Entre el 14 y el 21 de febrero, más de 120 estudiantes de las ocho carreras que se dictan en la FFyH y algunos docentes que se sumaron a la propuesta, fueron protagonistas de los cuatro recorridos que la Secretaría de Asuntos Estudiantiles organizó este año en el Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos La Perla, el ex campo de concentración y exterminio que funcionó entre 1976 y 1979 en los predios que el III Cuerpo tiene sobre la autopista a Carlos Paz.
Visitar “La Perla”, como se conoce popularmente a este ex centro clandestino que estuvo bajo las órdenes del entonces comandante Luciano Benjamín Menéndez, es un desafío para cualquiera. Estar ahí, recorrer sus espacios y escuchar las historias que allí ocurrieron, es abordar la condición humana, o la violación sistemática de ésta por parte de un grupo de personas en contra de otro.
Y aunque cada recorrido que se hace desde el 2010 tiene sus particularidades y genera distintas reacciones entre quienes participan, por las distintas características de quienes ingresan a la Facultad en cada ciclo lectivo, los organizadores destacaron que el de este año estuvo “entre los más participativos de todos, incluyendo a estudiantes y a docentes, que preguntaron y reflexionaron sobre cada cosa que decían los integrantes del equipo que trabaja en este sitio de memoria”.
Ayer, hoy, mañana, siempre
Ni bien la delegación estudiantil baja del colectivo y se presenta ante el grupo que haría de “guía” La Perla, el recorrido comienza en lo que se conoce como “Línea de Tiempo”, que abarca desde el inicio del lugar como campo de concentración, a principios del ’76, hasta hoy. “Ya ahí, y como anticipo de lo que sería el recorrido, las intervenciones de los estudiantes y los docentes fueron riquísimas y muy variadas”, cuenta Virginia Carranza, secretaria de Asuntos Estudiantiles y una de las organizadoras de la actividad. “Se habló del contexto de los años ’70, de la Guerra Fría, el Plan Cóndor, el proyecto económico de la dictadura, hasta cómo eso impacta en el presente, con la represión policial como principal cara de un gobierno represivo como el de De la Sota”.
Para que todos pudieran entender cuál era la lógica del campo de concentración, la discusión más “política”, si se quiere, abre paso a lo que fue la dinámica concentracionaria, que a mediados de los ’70 se iniciaba en la entrada misma del campo, el lugar en que la temible Patota del Destacamento 141 del ejército llegaba con los secuestrados vendados y maniatados en los autos operativos. “La idea es que los chicos conozcan cuál era el recorrido por el que los secuestrados eran obligados a transitar cuando llegaban al campo. Un recorrido que el equipo del Espacio de Memoria reconstruyó a partir de los relatos de los sobrevivientes”, aclara Gastón Calderón, del Movimiento Campesino de Córdoba, que co-organizó con la SAE los cuatro recorridos de este año.
El silencio de los visitantes por las que fueran las sendas del horror se corta cuando los guías presentan el mapa de centros clandestinos, y los chicos dimensionan la magnitud que tuvo el aparato represivo. Distribuidos en un gran mapa de la ciudad de Córdoba pegado en una de las paredes de lo que era el galpón de automotores de La Perla, propios y extraños caen en la cuenta de lo que fue aquella maraña criminal montada por los militares. “Por las preguntas que hacen en ese momento, lo común es la impresión que genera en los chicos ver y hasta descubrir los centros clandestinos que funcionaban en lugares céntricos, como el D2, que está al lado del Cabildo y de la Catedral, en el corazón del centro cordobés”, remarca Carranza.
La Cuadra
Es sintomático y pasa todos los años: la entrada a lo que fue La Cuadra, el lugar donde vegetaban apiñados y en pésimas condiciones los secuestrados-desaparecidos, es la parte que más sensibiliza a los ingresantes, e inclusive a quienes desde hace cuatro años organizan estas visitas a La Perla. “Es raro entrar a ese lugar, se respira una energía densa, pesada”, sostuvo uno de los chicos al momento de hacer el cierre. “Es increíble, pero en la cuadra casi nadie se anima a hablar, todos la recorren en silencio, despacio. Tiene que pasar un rato para que los chicos se vayan soltando y puedan expresar lo que sienten frente a quien nos va guiando y relatando lo que fue y es La Perla hoy”, advierte Carranza. Según ella, “cuando hicimos la ronda y socializamos algunas cosas, los chicos fueron animándose a hablar y salió la discusión del Código de Faltas, la desaparición de Facundo Rivera Alegre y otras discusiones que tienen que ver con el concepto museográfico que trabajan en La Perla”. Agustín Minatti es parte del equipo de educación del Sitio y destacó que “nuestra línea de trabajo no es la literalidad del horror, sino más bien buscar explicaciones a partir de lo que va sintiendo la gente que nos visita y de las distintas memorias que circulan en la sociedad”.
Una vez fuera de La Cuadra, el recorrido “oficial” termina en los galpones de automotores, donde el eje está puesto en el saqueo que hacían los grupos de tareas en las casas de los secuestrados, y cómo eso tuvo un paralelo con el plan económico de Martínez de Hoz, que saqueó las riquezas del país al destruir la industria nacional, el trabajo formal y la consecuente caída de la participación de los trabajadores en el Producto Bruto Interno, uno de los objetivos de la dictadura.
Culminado este periplo, los ingresantes tienen libertad para visitar las varias muestras que funcionan en La Perla. Una se llama Sobrevida, y reúne distintos objetos de los secuestrados, que se salvaron o fueron recuperados por otros compañeros y que “hablan” de los que estuvieron allí detenidos. Otra se titula Represores, que recopila los legajos y los apodos de quienes fueron parte de la Patota y de los jefes del 141, Menéndez incluido. Una muestra que impacta es sobre la Dirección de Inteligencia Criminal de la policía de La Plata, que contiene fotos previas al golpe del ‘76, en los cuales se puede ver cómo la inteligencia militar y policial venía siguiendo la actividad política de la militancia. Y entre las novedades del Espacio, se puede apreciar una muestra sobre el juicio que ahora se tramita los Tribunales Federales, y una última de reciente inauguración de Abuelas de Plaza de Mayo, que aborda la situación de las mujeres que fueron secuestradas cuando estaban embarazadas.
DD.HH, formación académica y ciudadanía
Como el objetivo de los recorridos no es solo conocer lo que pasó en La Perla durante la dictadura, sino a partir de eso reflexionar sobre aquello y sobre lo que nos pasa hoy como sociedad, los organizadores hacen un cierre al final de la actividad, en la que se socializa o se comparte las emociones, las reflexiones, los sentimientos, devoluciones que son de gran interés para el equipo que trabaja en La Perla. Pero como no siempre surgen en ese momento las ganas de hablar por parte de los chicos, ya sea porque algunos no se animan o porque la “ficha” cae después, a medida que pasan las horas o los días se van conociendo sus aportes. Con esa idea, Calderón compartió en Facebook algunas de sus sensaciones: “No sé si a todos les pasa o les pasó, que cuando entramos en La Cuadra se nos pone la piel de gallina, sentimos ese lugar como frío, lo recorremos en silencio. Ese es el espacio que más profundo me llega, me hace pensar cómo habrá sido cada momento cuando La Perla funcionaba como centro clandestino. Y traer eso al hoy también te hace pensar que muchos de los que pasaron por La Perla luchaban, participaban y hacían cosas que yo hoy hago como militante. Entonces venir a estos espacios de memoria y luego expresar lo que sentimos, es una forma también de promocionar la políticas de derechos humanos, que nunca más vuelva a pasar todo eso”.
Agradecida por la posibilidad de participar de la actividad, Mariana, una estudiante de Letras, agradeció vía Facebook “esta oportunidad de reflexionar y participar en nuestra historia. Uno llega a la casa y recién empiezan a caer fichas que en el momento uno no las tiene en cuenta”. Y, entusiasmada con la actividad, pidió “seguir con estas propuestas, proyectos, que las ideas no se terminen. Que cada día seamos más los que participemos, un abrazo a cada uno de los que fueron parte de esta experiencia”. Jimena fue otra ingresante que quiso compartir sus reflexiones a través de las redes sociales: “Conocer La Perla significó una experiencia realmente sugestiva. Quizás nunca logremos entender cabalmente cómo nos pudo llegar a pasar lo que nos pasó, pero sí podemos luchar para que estas cosas no vuelvan a ocurrir. Y difundirlas, recuperar nuestra memoria, es el principio para generar el cambio. Agradezco la oportunidad y por eso la difundo. La recuperación de la memoria es la oportunidad para cambiar la historia”
Para ellos, como para la SAE de la FFyH, “los recorridos por los Sitios es una experiencia necesaria, y por eso hemos tratado de mantener una continuidad a lo largo de los años. Creemos que hay que construir un diálogo con ellos, y por eso impulsamos las prácticas sociocomunitarias en los tres Sitios de Memoria de Córdoba, y junto a otras áreas promovimos el Programa de Derechos Humanos que se aprobó en el Consejo de la FFyH, que va a permitir la realización de seminarios de grado y post-grado en la Facultad, algo por lo que veníamos luchando desde hace años”.