El legendario editor y productor musical recibió el premio Universitario de Cultura “400 años”. Recordó su juventud, sus inicios y su partida a España poco después de la llegada de la última dictadura militar. [22/04/2013]
La Universidad Nacional de Córdoba distinguió a Jorge Álvarez con el Premio Universitario de Cultura “400 años” por su trayectoria. Durante los años 60 y 70, él reunió el mundo cultural del rock y la literatura. Con la fundación del sello discográfico Mandioca creó un espacio de difusión para propuestas musicales soslayadas por las políticas comerciales, al tiempo que su editorial renovó las formas de leer y pensar el campo intelectual, las estéticas y el lenguaje de los argentinos.
Álvarez promovió a plumas como Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Marta Lynch, Manuel Puig, Félix Luna, Leopoldo Torre Nilsson, David Viñas, Pedro Orgambide, Germán Rozenmacher, Dalmiro Sáenz, Juan José Saer, Liliana Heker, Abelardo Castillo, Noe Jitrik, Tununa Mercado y las primeras entregas de Mafalda, el entrañable personaje de Quino (Joaquín Lavado).
Entre 1968 y 1970, a través de Mandioca, posibilitó los debuts discográficos de Manal, Miguel Abuelo, Cristina Plate, Vox Dei, Moris, Pappo, Billy Bond, Alma y Vida, Tanguito y La Cofradía de la Flor Solar, entre otros.
La ceremonia de distinción comenzó con la actuación de Edelmiro Molinari, el guitarrista de Almendra, la mítica banda de rock argentino. Antes de interpretar "What a wonderful world", de Louis Armstrong, Molinari trazó una breve semblanza de Álvarez: “Fue un pilar, puso su vida, creyó en todos nosotros como productor discográfico. Sigue trabajando y teniendo la misma ingenuidad y la misma polenta que tuvo en aquella época, así como una conducta intachable respecto a su trabajo”, sintetizó.
En la presentación del homenajeado, Claudio Díaz, profesor de la Facultad de Filosofía y Humanidades, apuntó: “En los marcos de crisis, están quienes intentan controlar los medios de producción y circulación para prolongar la hegemonía, y quienes desarrollan medios alternativos para poner a circular los discursos que la desafían. Eso fue la editorial de Jorge Álvarez en los años ´60. Basta dar un vistazo a los autores que publicó. Esos nombres hablan de una búsqueda que podríamos llamar vanguardista. El mapa que traza con esos nombres es el de una búsqueda de mayores espacios de libertad y un rechazo del orden literario y cultural dominante”.
A su tiempo, Álvarez recibió el diploma y el símbolo de la distinción que le concedió la UNC. Comenzó sus palabras con una aclaración: “Lo mejor que podría hacer es ponerme cómico. No soy muy serio”, bromeó.
Para romper el hielo, contó la anécdota sobre su encuentro con Perón, en España. Durante el viaje –desde el centro de Madrid hasta Puerta de Hierro– imaginó innumerables formas de iniciar el diálogo con el general argentino. Cuando llegó el momento, ya sentado frente a Perón, le confesó: “Quiero ser sincero y que usted me entienda. El 23 de septiembre de 1955 estaba en la Plaza de Mayo, celebrando su caída y la asunción de Lonardi. Sé que es de cuarta lo que le estoy contando…pero fue así´. Y él me respondió: ‘No se preocupe, la mitad de la gente que viene aquí, empieza a contarme lo mismo’”. La historia arrebató las risas del nutrido público que se había reunido para escucharlo.
Luego Álvarez recordó sus épocas de juventud y cómo la situación económica de sus padres fue decayendo con el tiempo. “Afortunadamente eso me llevó a que terminara estudiando en una escuela nacional, común y silvestre, lo cual me salvó la vida”, compartió.
Era un “petitero” de la época: tenía calle, jugaba al póker, al tenis y al rugby. “Me gustaban los burros e iba al hipódromo, a la popular, como corresponde a chicos de 17, 18 años. Y perdía siempre, como corresponde”, admitió.
Reconoció que no le gustaba estudiar y por eso pasó por distintas facultades. ”Lo que sí me gustaba era leer. Mi hermano estudiaba Filosofía y Letras, y yo le sacaba los libros… entonces terminé editor”, contó.
Siempre en clave humorística, admitió haber tenido amigos y enemigos. Entre los últimos estaban los comunistas. “A ellos no les gustaba que yo no hubiera nombrado a la editorial ´Horizonte liberador´ o ´América emancipada´”, ironizó.
“La derecha tampoco me veía demasiado bien, pero como yo era modesto y recién empezaba. Estaban convencidos de que había que poner el pie en el freno porque la situación política era rara. Yo aceleré y enseguida me puse primero, pero porque los demás tenían el pie en el freno. Empecé con un libro, vendía mucho y hacía dos y con esos dos hacía otros tres. Mis libros eran diferentes. Luego comencé a sacar música”, rememoró.
Contó cómo surgió el nombre de su sello y subrayó la importancia de perseverar por la difusión del rock nacional.
Luego compartió el episodio que lo llevó a dejar el país. Durante las grabaciones de la película “Piedra Libre”, de Leopoldo Torre Nilsson, hacía una sobremesa con dos capitanes de navío, a quienes conocía del Hipódromo de Palermo.
“Eran amables y simpáticos, pero me preguntaron por qué no estaba nervioso. Les contesté por qué debía estarlo si yo no hacía nada. Me dijeron que publicaba muchos libros que cambiaban la mentalidad de los jóvenes, y que una vez que acabaran con los de los fierros (los grupos armados), se iban a dedicar a los intelectuales. Me advirtieron que no debería estar tan tranquilo. Y me puse nerviosísimo”, se sinceró.
Desde ese episodio, antes de ingresar a su casa daba varias vueltas a la manzana para asegurarse que no hubiera ningún Impala, con “algunos idiotas adentro con ametralladoras”. Se fue a vivir a un aguantadero, sin que nadie lo supiera, hasta que en cierto momento decidió partir hacia un lugar donde hubiera más libertad. Así llegó a España.
Desde el retorno democrático, con el gobierno de Alfonsín, todos los años regresaba una semana al país. Uno de los últimos viajes coincidió con los festejos por el Bicentenario. “Me pareció fantástico, parecíamos un país en serio. Me tentó y me quedé un mes, de repente había vuelto a Buenos Aires, El exilio es duro, porque uno se queda sin pasado. Lo más difícil es no poder hablar con nadie, decirle ´te acordás de…´. No lo pasaba muy bien. Y me agarró el síndrome, la abstinencia es feroz”, completó.
“Para mí el dinero siempre fue secundario, lo primero era divertirme y es lo que trato de hacer ahora. No tengo ni un libro ni un disco de los que hice. Para mí, son cosa del pasado. Lo único en que pienso es en mañana o pasado mañana, de lo contrario me aburro”, terminó.
En la ceremonia estuvieron la rectora Carolina Scotto, el decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Diego Tatián, el director de la Editorial de la UNC, Carlos Longhini, entre otras autoridades.
Fuente: Página web de la UNC