Entrevista | El 19 de septiembre, la escritora Francesca Gargallo presentó su libro “Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en Nuestra América” en la FFyH, en el marco del Ciclo Antesala a las VI Jornadas Regionales Intercátedras de Pensamiento Latinoamericano.
Locuaz, analítica y de mirada directa, Francesca Gargallo no mezquina una sonrisa cuando habla. Nació en Sicilia, Italia, pero a los 22 años, después de estudiar Filosofía y sentirse especialmente atraída por la realidad de América Latina, decidió que México era su lugar en el mundo. Historiadora, escritora y filósofa también se reconoce a sí misma como una “feminista latinoamericana”. Su obra “Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en Nuestra América” es una apasionante investigación que, tras seis años de un trabajo minucioso, logra reunir las voces femeninas indígenas de más de 600 comunidades de América Latina. Un libro donde las protagonistas de diversas realidades y culturas revelan sus luchas y convicciones en relación al rol que ocupa, o debe ocupar, la mujer en una comunidad, desde una lógica y perspectiva diferente al feminismo fundado en la matriz de la cultura occidental.
“Sucede que existe un feminismo hegemónico” me dice. “Se trata de aquellos grupos feministas que no cuestionan al sistema capitalista como tal. Qué se conforman con el dictamen de algunas leyes a favor de la mujer, pero terminan siendo cómodos o funcionales al sistema que genera tales desigualdades”.
— Incluso, en entrevista reciente, usted ha dicho que “no hay sociedad más antifemenina que la capitalista” ¿podría sintetizar las principales razones?
— La discriminación contra las mujeres es anterior al capitalismo en las sociedades occidentales, y en muchas otras, que sin ser necesariamente capitalistas -porque no se mueven bajo las reglas del mercado que lleva a la competitividad y la explotación del trabajo-, aún existen diversos patriarcados. Estos patriarcados, entendidos como relaciones de opresión y discriminación de la mitad de la humanidad, sobrevivieron durante más de 70 años en los países donde se intentó instalar el socialismo (desde el Estado, eso es cierto). Ahora bien, el patriarcado encuentra su nicho más violento y colonizador en la economía capitalista porque ésta tiene un afán universalizador, que se sostiene en la mentira que todo el trabajo en el capitalismo es pagado y pone a competir a las personas para el acceso al mercado y para el control de las plazas.
— ¿Qué sucede con el trabajo de las mujeres en el sistema capitalista?
— En el capitalismo la opresión a las mujeres se invisibiliza. Al no ser reconocido su trabajo (porque el trabajo de reposición de la vida al que se les relega con leyes, persecuciones, inducciones culturales, normas sociales, es no-trabajo en cuanto no es remunerado), las mujeres adquieren un lugar de subsidiarias sin representación política autónoma. Además, el capitalismo se desarrolla a partir de la invasión de América y ésta instaura un sistema no sólo colonialista, sino intrínsecamente racista y esclavista (por lo menos durante tres siglos). Invisibilizado el robo de la plusvalía del trabajo femenino, las mujeres son consideradas improductivas, secundarias, sin derecho a la tribuna. El feminismo, como movimiento organizado de las mujeres, en sus diversas etapas y a lo largo 200 años, ha enfrentado el patriarcado en su máxima expresión: la expresión capitalista.
— ¿Cuál es entonces la relación más directa entre el patriarcado y el sistema capitalista?
— La explotación del trabajo femenino. Al interior de los núcleos familiares y en las relaciones de clase donde las trabajadoras, especialmente las trabajadoras racializadas, reciben un salario inferior a los hombres. Además, a su pensamiento se le niega racionalidad; a sus artes, individualidad; a su política, universalidad; a sus relaciones, politicidad.
— En este contexto ¿por qué es necesario no reducir el feminismo a un movimiento de la modernidad capitalista?
— Porque a pesar de ser acosadas por el capitalismo, que es necesariamente expansivo, hay sociedades que se resisten a las relaciones capitalistas. Y en esas sociedades se piensa. Las mujeres en esas sociedades se organizan. Se alían. Se ven una en el espejo de la otra y actúan para que se reconozcan sus producciones, sus artes, sus ideas. Exigen que la sociedad a la cual pertenecen reconozca sus derechos y su necesidad de ser defendidas cuando el sistema opresor las ve como botín de guerra, violables, supernumerarias.
— De acuerdo a sus investigaciones ¿cuáles son las principales líneas del pensamiento feminista indígena en América Latina?
— Son múltiples, así como son muy diversas y heterogéneas las historias y luchas de las nacionalidades indígenas. Hay mujeres que se niegan a que se les llame feministas porque identifican el feminismo con una imposición del Estado nacional y de la cultura hegemónica. Sin embargo, trabajan para que entre mujeres se construyan espacios políticos y de vida para que las mujeres se explayen y gocen de sus derechos sin violencia social ni familiar. Hay mujeres que no se llaman feministas a pesar de su trabajo en favor de las mujeres porque temen que el nombre asumido las lleve a una confrontación con los dirigentes hombres de su comunidad. Hay mujeres que se reconocen feministas porque dependen de financiamientos estatales o internacionales, pero lo son menos que los dos grupos anteriores, porque no luchan contra la opresión a las mujeres en el sistema racista que esas mismas financiadoras encarnan.
Nuevos derechos en Argentina
Al final de la entrevista, indago su opinión acerca del proceso de ampliación de derechos ciudadanos que ha desarrollado Argentina, durante los últimos diez años. “No conozco en detalle la situación” me aclara. Sin embrago me cuenta que ha leído escritos sobre el feminismo popular y la pedagogía feminista, enarbolados por mujeres de colectivos como Pañuelos en Rebeldía, donde actúa Claudia Korol y que conoce las posiciones de filósofas como Diana Maffia, o comunicólogas como Liliana Daunes, entre otras.
Desde esa perspectiva, Gargallo considera positiva la Ley 26.844, sobre el régimen para el personal doméstico, aunque señala que le gustaría que “las trabajadoras del hogar radicalizaran también su posición ecológica, de respeto al descanso y de acceso a la salud sobre su trabajo de reposición de la vida en su familia, donde por lo general bajan la guardia haciéndose explotar por su pareja”.
Así mismo, sostiene que una Ley contra el femicidio y otras formas de violencias contra la mujeres es importante, “pues visibiliza la violencia sistémica, por lo general ocultada, que sufrimos las mujeres por ser mujeres”. Lo mismo expresa sobre la Ley de Protección Integral a las Mujeres (Ley 26.485). “En particular, pienso que este tipo de leyes deben ser conocidas y discutidas en todos los lugares de Nuestra América donde se denuncia el abuso contra el cuerpo sexualizado de las mujeres. Otro tanto debe ocurrir con la Ley 25.929 en contra de violencia obstétrica, que debería abarcar la violencia en la atención de la gestación (amenazas, instigaciones al miedo y a la dependencia del cuerpo médico, etc.)”.
En relación a la Ley Nº 25.929 sobre Parto Humanizado, Gargallo defiende la libertad de las mujeres sobre su cuerpo. “Esto no puede ser cuestionado”, afirma. En esa misma línea, está a favor de toda ley que tienda a la maternidad libre y voluntaria, como también aprueba la despenalización del aborto.
Por Irina Morán