Lo señaló Eugenio Raúl Zaffaroni, miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, quien el viernes 29 de septiembre presentó los libros “Derechos Humanos y Poder” -editado por la FFyH- y la “Doctrina Penal Nazi” en el auditorio Hugo Chávez del Pabellón Venezuela. Lo acompañaron el Decano de esta Facultad, Juan Pablo Abratte, y el doctor Hugo Seleme.
¿Por qué Zaffaroni en la FFyH?, se preguntó el Decano de la Facultad, Juan Pablo Abratte, a modo de presentación del actual juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ex juez de la Corte Suprema de la Nación, y uno de los penalistas más reconocidos del mundo. “La inclusión del respeto a los derechos humanos como compromiso público de nuestros graduados nos interpela como institución formadora, y nos compromete a pensar y diseñar espacios de formación que asignen sentido a la escena final del egreso”, señaló el Decano de una Facultad que creó un Programa de Derechos Humanos para abordar la temática desde diferentes miradas, y que se preocupa por “desarrollar instancias formativas en las carreras de grado sobre estas temáticas de manera especial”.
En este sentido, el Decano mencionó el Ciclo de Nivelación con paneles sobre los DD.HH, “un hito para la agenda de formación”, además de seminarios electivos, prácticas sociocomunitarias con los Sitios de Memoria y desde el 2016 con el Núcleo de Estudios e Intervención en Seguridad Democrática (NEISeD), un espacio colectivo y multidisciplinario que, coordinado por Lucas Crisafulli, funciona en el marco del Programa de Derechos Humanos de la FFyH.
Abratte se refirió luego a los aportes de los libros que Zaffaroni presentó ante un auditorio Hugo Chávez colmado para escucharlo: “Desde una perspectiva histórico-política, el autor nos propone una lectura profunda de las relaciones entre colonialismo y derechos humanos, y problematizar incluso la secuencia clásica de los derechos humanos de 1º, 2º y 3º generación como una secuencia construida desde los centros del poder, que desconoce características propias de nuestra historia como región periférica”.
El Decano destacó el vínculo que une a la FFyH con el actual miembro de la CIDH: “Nuestra Facultad sigue siendo un espacio para la reflexión en el cruce de las disciplinas, un espacio para la toma de posiciones académicas, éticas y políticas, que interpela la realidad y se deja interpelar por ella desde perspectivas y formatos diversos –no sólo desde los espacios de la enseñanza formal.
Y es necesario saber que todo conocimiento específico y especializado incrementa su calidad si no pierde su conexión con las grandes y muy viejas preguntas de la humanidad (que son las preguntas de las humanidades): por la igualdad, por la libertad, por la justicia, por la felicidad…”.
Por eso, la pregunta por los “Derechos Humanos y el Poder”, el título del libro editado por la Facultad de Filosofía y Humanidades, “condensa sin lugar a dudas esas viejas preguntas de la humanidad y las actualiza”, resaltó Abratte, quien ancló la actividad al hecho que sacude al país: “Una institución educativa es tal si propicia la capacidad de interrogarse, de interrogar a la realidad, de hacer buenas preguntas en todos los ámbitos del saber, y las humanidades tienen la potencialidad de hacerlo como parte de su objeto específico y ninguna pregunta es posible en la coyuntura actual si no nos preguntamos en primer lugar ¿dónde está Santiago Maldonado?».
Un texto actual
Hugo Seleme fue el encargado de introducir al público al debate por el segundo libro que Zaffaroni presentó en la FFyH: “La Doctrina Penal Nazi”. Entre muchas referencias sobre el material, remarcó la actualidad del trabajo: “El texto puede ser visto no como un intento erudito de mirar al pasado sino como una advertencia sobre peligros presentes. La doctrina penal alemana durante la época nazi desarrolló un sofisticado aparato teórico que sirvió para legitimar prácticas represivas y autoritarias. Identificar esas racionalizaciones permite alertarnos frente a racionalizaciones análogas actualmente en curso”.
En este sentido, Seleme advirtió: “Aterrorizada por el discurso de la “inseguridad”, nuestra sociedad ha decidido explorar caminos que se presentan como novedosos, que inexorablemente llevan al recorte de derechos y libertades. Endurecer las penas, bajar la edad de imputabilidad, son los caminos más visitados”. Y sin eufemismos habló de cómo lo jurídico está siempre atravesado por lo político: “Mostrar la manera en que la reflexión penal alemana se vio permeada por la filosofía política del Nazismo sirve como demostración empírica de que la reflexión jurídica está guiada por valores políticos. Y la razón es simple, el derecho tiene naturaleza política, no es más que, para decirlo de algún modo, política cristalizada en norma”.
En sintonía con el eje que atravesaba la actividad y ambos libros, Seleme planteó que “el modo de evitar que la reflexión jurídica legitime ideas políticas aberrantes es cuidar que en las raíces se encuentren los valores correctos, y estos valores no son otros que los derechos humanos positivizados luego de la Segunda Guerra mundial como reacción a la desventura nazi. Para evitar que la dogmática y la reflexión jurídica sean utilizadas como racionalizaciones del autoritarismo inhumano no hace falta desarrollar una dogmática pura alejada de todo valor político, sino una enraizada en los valores corporizados en los derechos humanos. Lo inhumano, lo incorrecto, lo inmoral, no se corrige con la pureza y la neutralidad del que no toma partido. Se corrige, por el contrario, tomando partido por lo humano, lo correcto y lo moral”.
Las consideraciones sobre la obra no podían estar al margen de su autor, y Seleme valoró que Zaffaroni haya decidido salir de cierta comodidad para meter los pies en el barro: “En épocas donde los intelectuales callan, porque avaros del prestigio acumulado, no quieren arriesgarlo apostándolo a causas mundanas; porque descreídos de su propio rol desconfían de la fuerza de las palabras; porque esperando alguna recompensa o temiendo el reproche, han optado por el silencio que convalida; el autor de este libro habla. Habla y pone en juego su prestigio apostándolo por los valores en los que cree. Habla y se ubica en la posición incómoda del que no consiente. Habla y muestra la utilidad de las palabras porque a veces ‘decir’ es ‘hacer”.
Lo jurídico como contención del poder punitivo
De buen humor y agradecido por la invitación, Zaffaroni sostuvo que “los que nos dedicamos a escribir lo hacemos para crear sistemas de interpretación que puedan facilitar el funcionamiento jurídico, que es el trabajo de los jueces al dictar una sentencia. Y toda sentencia es una decisión política”.
Como lo viene sosteniendo en distintas entrevistas, el ex juez de la Corte Suprema que decidió jubilarse a los 75 años, como marca la ley, cargó contra el aparato mediático concentrado: “Vivimos en una realidad creada por los medios”, dijo, para luego explicar que “los derechos humanos surgen del miedo, de los distintos genocidios llevados a cabo por la propia humanidad. Sobre todo por los llevados a cabo en Europa, con el propio nazismo”. Por eso la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 es “básicamente una convención contra el genocidio”.
Lejos de cualquier vedetismo o soberbia intelectual, Zaffaroni planteó que es necesario “legitimar el saber penal con otros saberes, salir del aislamiento porque el reduccionismo tecnocrático nos lleva a justificar verdaderas atrocidades para la humanidad. Y las atrocidades muchas veces las comete el propio poder punitivo”.
En este sentido, sostuvo que “el sistema judicial es apenas un semáforo, una contención jurídica que debemos hacer ante el poder punitivo. El problema actual es que el penalismo jurídico se ha encargado muchas veces de legitimar las acciones del poder punitivo. Si no existe control o contención, lo punitivo se convierte en un poder policial y represivo fatal”.
En este contexto, Zaffaroni vuelve a preguntarse ¿para qué sirve la pena? “Casi todas las teorías que justifican las penas son un delirio”. Y para no quedarse sólo en la crítica, propone “tener conciencia de que la dimensión política del poder punitivo es el control de los que todavía estamos sueltos. En las sociedades modernas ya casi no hay espacio de privacidad que no sea o pueda ser intervenido. Si seguimos así vamos camino a incorporar un microchip en cada persona para tener el control de todos sus actos”.
Crítico con el actual momento político que atraviesa la Argentina, el juez convocó a “trabajar para preservarnos de los paradigmas reduccionistas del homo economicus, donde toda la vida del hombre se mide en términos de oferta y demanda. No soy un hombre apocalíptico, pero creo que el objetivo es frenar todo esto y podemos hacerlo, sino no estaríamos dando esta charla. Tampoco hay fórmulas únicas, todos debemos trabajar en eso”.
[02/10/2017]