Elogio de la docencia

El viernes 13 de noviembre, en el Pabellón Argentina, se llevó a cabo la última colación de egresados de la FFyH de este año. En esta oportunidad, se entregaron 30 títulos de posgrado y 71 de grado de todas las carreras de la Facultad de Filosofía y Humanidades. A tono con el clima electoral, el acto contó no sólo con los sentidos discursos de los egresados y las palabras del decano de la Facultad, Diego Tatián, quien elogió la tarea de los “maestros” que con sus ejemplos, pasiones y deseos por el saber han marcado una  impronta en la historia de esta casa de estudios. Además, la ceremonia se colmó de risas con la participación de un elocuente monólogo que brindó al inicio, Emanuel Rodríguez.

Sin duda fue un acto con un tono diferente. Quizás porque allí, dentro de la solemnidad que presenta la tradicional Sala de las Américas, también se dio lugar a que se palpiten y expresen las convicciones y sentimientos políticos que atraviesan hoy a la mayoría de los miembros de la comunidad de la FFyH. El primer dato de color fue sin duda la frescura del monólogo, de contenido plenamente electoral, que brindó Emanuel Rodríguez al comienzo. La desesperada militancia de sectores afines al kirchnerismo, a favor de la candidatura presidencial de Daniel Scioli ante el próximo balotaje, provocó un sin número de carcajadas. Sobre todo al narrar, con visos de caricatura, las mil y una estrategias llevadas adelante para convencer de que no se vote a Mauricio Macri. “Algo difícil de lograr en Córdoba”, señaló con ironía. Sobre el final, de manera más seria y emotiva, Rodríguez recordó a su vez los difíciles años que vivió la Argentina durante la década del´90, cuando las políticas neoliberales incrementaron al extremo los niveles de exclusión y terminaron en la cruda crisis de 2001. En ese contexto, recordó cómo muchos de sus compañeros estudiantes se vieron forzados a buscar nuevas oportunidades fuera del país.

Luego, se dio lugar a los discursos de los egresados. Tanto la doctora en Antropología Carolina Álvarez Ávila, como las palabras de Paulo Daniel Martínez Da Ros, quien recibía el título de Profesor en Filosofía y de Andrea Martino (Especialista en Enseñanza de las Ciencias Sociales), hicieron una referencia al sentido político que cobra el derecho y la formación en la educación superior. La universidad pública habilita otros espacios, otros compromisos y sentidos frente al desafío que supone siempre lograr una transformación con mayores niveles de inclusión y justicia social. “Quisiera acotar –expresó en su discurso Carolina Álvarez Ávila- que los debates políticos y las disidencias sobre el futuro y cómo convergen ahí pasado y presente, están a la orden del día. La comunidad científica universitaria no está exenta de ellos. Desde y con una mirada crítica e histórica pero también profundamente humana, muchos de nosotros vamos a defender las universidades nacionales, públicas y gratuitas”, enfatizó. “Agradecida y agradecidos por cómo ha sido un punto de partida, un punto de llegada pero también un espacio vital, no vamos a intercambiar ni admitir globitos de colores en lo que a educación respecta”, dijo en clara alusión al clima electoral imperante. 

Por su parte, Paulo Daniel Martínez Da Ros en su discurso, también le imprimió un sentido profundamente político al paso por la Universidad. “Tenemos que repetir hasta el hartazgo: la formación académica y profesional es política en cada una de sus variantes y en todos sus momentos” sostuvo. “Intentar negarlo, no es más que asumir indirectamente una posición y ser cómplices académicos de un desguace anti-político bastante cercano y temible por estos días: que los globos no nos tapen el cielo” afirmó, refiriéndose a una de las opciones políticas que se presentan en el balotaje del 22 de noviembre.
 

Las palabras finales estuvieron a cargo del decano de la FFyH, Diego Tatián, quien elaboró un texto al que tituló Elogio de la docenciaEn el comienzo,Tatián definió como Maestro a quien “transmite una pasión y que deja una marca en el deseo de saber. Para ello, primero hay que tenerla”, aclaró. Y luego, remarcó que:“Hay un trabajo político que realizar en la Universidad, complementario al que ya se hace en relación a la extensión de los derechos estudiantiles y al reconocimiento de los derechos laborales de los trabajadores docentes y nodocentes. La tarea política a la que me refiero es de segundo orden, indirecta o tangencialmente política: la construcción, en las aulas, en las plazas, en los pasillos y en los bares de la Facultad de una confianza común –de una confianza en común- que genere condiciones para una enseñanza sostenida en la generosidad, en la apertura de la vida y a la vida. Y tal vez esas mismas condiciones -por fuera de lo que puede ser exigido y del trabajo a reglamento- son las que hagan posible la rareza de tener maestros”, dijo.

“En la Facultad de Filosofía es necesario extender una memoria de hombres y mujeres sentidos como maestros por muchos de nosotros, que tuvimos la fortuna de ser beneficiados por su enseñanza y por la transmisión vital de las ideas en algún momento de muestro tránsito por las aulas”. Así, el decano trazó un sentido recorrido sobre la propia historia de la FFyH, incluso sobre los años previos a su propia conformación. Allí evocó la presencia de maestros extranjeros como los de Emile Gouirán, Rodolfo Mondolfo, Alfredo Cahn, Walter Brüning o Juan Larrea, quienes gracias a sus aportes posibilitaron habilitar los estudios humanísticos en Córdoba. También recordó a Juan José Hernández Arregui, quien estudió en el viejo Instituto de Humanidades con Rodolfo Mondolfo. Y en ese mismo recorrido, no dejó de mencionar el legado de hombres y mujeres como: María Burnichon, Iván Baigorria, Sempart Assadourian, Elma Estrabou, Oscar del Barco o Waldo Ansaldi. “Mucho de lo que ahora somos, de manera directa o indirecta, se lo debemos a ellos y a otros como ellos”, subrayó. Y para abrir aún más el arco de la memoria,Tatián mencionó el ejemplo perdurable de luchadores comprometidos en el campo popular, tales como el cineasta Cuqui Curutchet y el escritor y militante socialista José María Aricó. Más cercanos en el tiempo, también recordó la trayectoria de los queridos Luis Heredia y Dardo Alzogaray.
Un gesto cálido que desató en el público varios segundos de aplausos.

Para el cierre, el decano expresó que “sin esa memoria, las universidades, como las sociedades, quedarían sin raíz y a merced del puro negocio de los mismos de siempre que, si por ellos fuera, se lo llevarían todo. Ojalá ustedes donde sea que les toque trabajar, en la Facultad o fuera de ella, y nosotros aquí, seamos capaces de honrar con gratitud y con memoria la educación pública en la que hemos sido formados durante muchos años sin que nos haya sido pedido nada a cambio”.

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