El viernes 15 de noviembre en la Sala de las Américas del Pabellón Argentina se realizó la segunda Colación de la Facultad de Filosofía y Humanidades de 2024, en la cual 128 egresadxs recibieron sus títulos de Posgrado, Grado y Pregrado. En un contexto de lucha de toda la comunidad universitaria nacional por mayor presupuesto y en contra de los recortes del gobierno del Presidente Milei, todos los discursos resaltaron el valor y la importancia de la educación pública, gratuita, laica, masiva, inclusiva y de calidad.
“Esta mañana jurarán en un contexto muy adverso para las Universidades Nacionales, la Educación Pública, la Ciencia y la Tecnología. Asistimos a un nuevo embate neoliberal, tal como vivimos en la década noventista en nuestro país; pero que incluso va más allá. No solo es asfixia presupuestaria la que hoy nos pone en jaque, también es un avance claro sobre la autonomía y autarquía universitaria, con ataques mentirosos y maliciosos que encubren su intención de privatizador las universidades y aplicar un modelo de país y de educación superior para pocos”, arrancó sin medias tintas Silvia Lonatti, trabajadora nodocente de la FFyH e histórica conductora de la ceremonia, acompañada en la locución por Julieta Almada, de la oficina de Graduadxs. Después de la bienvenida a la bandera y cantar el himno nacional, Lonatti destacó que “la comunidad universitaria y la sociedad toda ha demostrado en las calles la defensa irrestricta de la educación como baluarte para el desarrollo y la movilidad social ascendente del pueblo; tal como históricamente lo ha hecho en otras oportunidades de intentos de vaciamiento”, para luego invitar y comprometer a quienes recibirían sus diplomas a que “el conocimiento aprehendido sea empleado en la construcción de una sociedad más justa y en una ciudadanía crítica, para que sus prácticas profesionales y académicas estén al servicio de la justicia, la igualdad social y los valores democráticos”.
La poesía Vivan los estudiantes, de Violeta Parra, interpretada encendidamente por Lonatti, fue la introducción para que la Decana, Flavia Dezzutto, compartiera unas palabras con un público que llenó la Sala de las Américas: “Terminar una etapa, un momento en el gran ciclo de la vida, supone meditar sobre lo andado, sabiendo que esa meditación acontece en la morada de nuestra memoria personal y colectiva. La memoria es más que los recuerdos, aunque los trame y los hile. La memoria supone haber hecho experiencia, haber prestado atención a lo caminado para darle un sentido, una orientación. Eso no ocurre en soledad, nuestro andar ha sido, es y será con otras y otros, con las muchas formas de lo viviente”.
En un tono sereno, intimista, recuperó conceptos de una de las más respetadas pedagogas de la Facultad que siempre funcionan como un faro en momentos de oscuridad: “Hoy vamos a volver a decir, como señala por ahí María Saleme, las palabras grandes, hemos invocado a la memoria y hemos dicho ya alguna, libertad, vamos a decir enseguida otras dos, verdad y justicia. Hay quienes dicen que tenemos que ser pragmáticos y dejarnos de tantas palabras, pero es preciso perseverar en las palabras hasta encontrar su filo, el lugar en el que separan el hueso del tuétano, en la teoría, en las prácticas, allí donde esas palabras hallan su brillo, nos ponen en juego, nos cambian la vida. Entre las palabras grandes, mencionaba a la verdad y a la justicia. Aristóteles decía que la verdad es algo fácil y algo difícil. No hay nadie que alguna vez no haya dicho algo verdadero, algo que nos acerque a la verdad, algo de valor pero encontrar la verdad, esa tarea ardua, fuera de moda parece, y que en rigor nos lleva toda la vida. La verdad es también fuente de alegría, acercarnos y profundizar en los temas que nos apasionan, encontrar una clave, descifrar un gesto en una clase, en un encuentro…ese mundo de cosas pequeñas y grandes, nos alegra”.
Cuando la justicia se aleja cada vez más de las demandas y agendas de las grandes mayorías populares, Dezzutto señala que “en el pueblo de Israel, en el lenguaje de su sabiduría antigua, la noción verdad estaba estrechamente asociada a la noción de justicia. Comprender la verdad de algo o alguien tenía que ver con hacerle justicia, es decir, y en primera instancia, no violentar, no destruir, no despreciar, no matar la vida de lo que vive. Cómo hacernos justicia hoy, entre nosotros, cómo hacer justicia a nuestro monte, a la multiplicidad viviente que respira, anda, se mueve en nuestras sierras, nuestros humedales, nuestros montes, nuestras altas cordilleras, nuestros inmensos altiplanos. O es más bien que deberíamos pensar que no son nuestros, que somos de las sierras, de los humedales, de la tierra, del monte… Allí aprendemos voces antiguas y plenamente vivas, que nos hablan también en otras lenguas, las de las comunidades indígenas cuyas tierras pisamos, aquí, Pluma Blanca, Casa Bamba, pueblo de La Toma, y más allá, al norte, al sur, el wallmapu…perseguidos, lacerados…cuántos, cuántas…cómo hacer justicia. Cómo conocer de verdad…”.
Después de citar a Rodoflo Walsh y su famosa frase “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires”, así “cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores”, la Decana sostuvo que “la memoria de los pueblos nos permite contarnos, nos permite encontrar el sentido del tiempo. En la memoria nuestra humanidad se ahonda y se aquilata, en tiempos de dolores y penas, en tiempo de nacimientos, de vidas en barbecho. Ahora ustedes inician otro tiempo, ese tiempo se nutre de lo que han sembrado, nada es en vano, nada es porque sí, aunque no podamos entenderlo todo. Los seres humanos, se me cuela Aristóteles nuevamente, buscamos la felicidad, es decir, un tiempo dichoso. Qué gran tarea tenemos, en estos tiempos de odio, en los que de diversos modos y en diferentes escenarios se nos convoca desde la agresión y la destrucción, nos toca llamarnos, nombrarnos desde nuestra común condición humana, con valentía, con claridad, con mansedumbre, con paciencia, con dignidad, sin ceder jamás a la violencia, y a todas las formas de guerra, también la que puede anidar en nuestro corazón. Entonces, por los gestos, los saberes, los vínculos, las prácticas, las formas de inscribir la experiencia que hemos caminando juntos, juntas, va un enorme agradecimiento y el deseo de una buena vida”.
Palabras de egresadxs
Mauro Eliseo Berengan, flamante doctor en Historia, fue quien habló en representación de los egresadxs de posgrado, poniendo el acento en dos ideas: el conocimiento y lo colectivo, lo común, dos aspectos o rasgos que atraviesan y constituyen la vida universitaria que desde ciertos sectores del poder se intenta demoler: “Hoy está puesta en duda la posibilidad misma de saber, no ya siquiera por los preceptos posmodernos, sino por desarrollos tan tecnológicos (es decir, científicos) como mundanos. Los algoritmos, la big data, las redes, han generado una dispersión e igualación de toda opinión hasta la fragmentación infinita, hasta hacer imposible distinguir lo verídico, o lo que posee bases verídicas, de lo que no… El saber no se ha democratizado, diseminar la palabra hasta hacerla inaudible no es democratizar, se ha democratizado más bien la posibilidad de obtener frases hechas, esquemas explicativos cómodos y cuasi mágicos que vienen empaquetas para confirmar aún la más inverosímil creencia que pueda uno tener … La universidad en cambio, como ya dije, es conocimiento sólido y fundado, es el relacionamiento de los saberes y su puesta en cuestión; y por ello es atacada, como lo es el sistema educativo todo ¿qué vamos a hacer entonces con ello?”, dijo, en una lúcida invitación a no bajar los brazos en la defensa de la universidad pública y gratuita. “El segundo aspecto es la comunidad, lo colectivo, lo común. La existencia social está siendo socavada en pos de un individualismo también reforzado con tecnologías de punta. El yo se posiciona como lo único importante. El colectivismo deviene en así en mala palabra. Nada se debe hacer por el otro, nada debe hacerse sin acumular. Y ello requiere también crueldad, porque para ignorar al otro hay que ser cruel. Las imágenes de la crueldad se multiplican día a día… La universidad en cambio, es colectivo, es comunidad, es compartir saberes y personas, conocer y conocernos. Por ello, también, la universidad es atacada, qué vamos a hacer con ello”.
Camila María Ávila, quien recibiría su diploma de Profesora en Filosofía, fue la voz de lxs egresadxs de grado y pregrado, y también rescató esta idea de lo común y que estudiar una carrera no es solo cursar, estudiar y recibirse. El tránsito por la universidad, y sobre todo por la Facultad de Filosofía y Humanidades, es una experiencia muchísima más enriquecedora que eso: “Quizás estábamos destinados a conocer una facultad donde la ciudadanía universitaria es integral y no se trata de venir, cursar e irme, donde las diferentes trayectorias estudiantiles son infinitas, donde los profes y los nodos te reconocen de las aulas y los pasillos. Sin entrar en profundidad sobre lo común, tenemos tantas experiencias compartidas que son parte de cada trayecto por esta institución para convertirnos en quienes somos. Creo, por lo tanto, que es esa la razón por la que nos encontramos hoy en esta sala, reunidos entre todos los que somos, con sonrisas de oreja a oreja: para celebrar no solo nuestros logros individuales, sino por sobre todo lo colectivo de la Universidad Pública”.
En este sentido, Ávila remarcó que “lo constitutivo y esencial de hacer una carrera no está escrito en los planes de estudio ni en las resoluciones del consejo superior. No lo transmiten por YouTube ni se encuentra en el digesto de la UNC –nada se encuentra en el digesto de la UNC. Lo esencial y constitutivo de hacer una carrera lo vivimos en las charlas con un docente cuando nos acercamos a su banco después de clase, en volver a casa después de rendir y está en el momento canónico de dejarse interpelar, quizás por primera vez, por una causa justa y colectiva. Está, también, en los bosquecitos, en las tutorías de ayudantes de alumnos, en ejercer el derecho a reparcializar, en los recorridos por la facultad y en echarle en cara a tu amigo de Económicas que acá no sos “un número más”, acá en la FFyH pertenecés. Lo constitutivo y esencial es todo esto lo que nos atravesó y transformó para siempre de ingresantes a egresados. Seremos egresados de esta casa de estudios hasta el último día de nuestras vidas, e incluso después, y si llegamos a logros más grandes o transformar el mundo, no olvidemos contar esto como uno de ellos”.
La artista Cecilia Mezzadra fue quien matizó la jornada con “los versos del corazón, como dice Jorge Fandermole”, interpretando junto al pianista Jorge Martínez canciones de su repertorio, música que introdujo a otro momento de gran responsabilidad personal y colectiva: la toma de juramento que la Decana hizo a los 128 egresadxs, quienes luego fueron subiendo al escenario para recibir sus ansiados diplomas, acompañados por sus seres queridos y profesorxs de la Facultad.
El acto culminó con una ofrenda organizada por la Oficina de Graduadxs de la FFyH, quien junto con otras áreas de gestión de la Facultad, en particular el Área «Ambiente, Sociedad y Territorios» entregaron un ejemplar de árbol nativo a cada egresadx de pregrado, grado y posgrado, con el objetivo de “contribuir al cuidado del ambiente, eje muy importante para nuestra comunidad, que se suma la difusión de árboles nativos cultivados por el INTA, el organismo público nacional que, al igual que nuestra universidad, está siendo desfinanciado por las políticas del gobierno nacional”. De esta manera, con el aporte del ministerio de Bioagroindustria y por intermedio del Plan Provincial agroforestal del INTA-CIAP, 140 algarrobos blancos fueron entregados para crear el bosque disperso de humanidades”.
Ante un contexto político que promueve la destrucción de lo público, Almada despidió a lxs presentes con la poesía de Mario Benedetti, Defensa de la Alegría:
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del caos y de las pesadillas
de la ajada miseria y de los miserables
de las ausencias breves y las definitivas
defender la alegría como un atributo
defenderla del pasmo y de las anestesias
de los pocos neutrales y los muchos neutrones
de los graves diagnósticos y de las escopetas
defender la alegría como un estandarte
defenderla del rayo y la melancolía
de los males endémicos y de los académicos
del rufián caballero y del oportunista
defender la alegría como una certidumbre
defenderla a pesar de dios y de la muerte
de los parcos suicidas y de los homicidas
y del dolor de estar absurdamente alegres
defender la alegría como algo inevitable
defenderla del mar y de las lágrimas tibias
de las buenas costumbres y de los apellidos
del azar y también también de la alegría.