La mesa de discusión sobre Seguridad, Derechos Humanos y Universidad Pública, en la que participaron Eduardo Rinesi, rector de la de la Universidad Nacional de General Sarmiento y Mariano Gutiérrez, docente de la cátedra de Sociología del Control Social en la UBA y miembro de la Asociación Pensamiento Penal, aportó conceptos claros que exigen repensar la función de los derechos sociales y las libertades individuales. La actividad se desarrolló el 15 de mayo, en el Auditorio Hugo Chávez del Pabellón República Bolivariana de Venezuela.
La propuesta de debatir de manera pública estos temas, contó con la coordinación de Guillermo Vázquez y fue organizada por la Secretaría de Extensión, la Secretaría de Asuntos Estudiantiles, el Programa Universitario en la Cárcel y el Programa de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.
Luego de la presentación, Vazquez señaló que la realización de este tipo de encuentros es necesaria, ya que “el desafío de las humanidades es generar herramientas e instancias de discursos con otros organismos y movimientos sociales, sindicales y políticos”. Después, Rinesi, que en su formación académica es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional de Rosario, doctor en Filosofía por la Universidad de San Pablo y ha publicado numerosos libros y artículos sobre política y cultura, amplió la definición y advirtió que si bien antiguamente la universidad era dónde se formaban las elites, hoy es “una institución que tiene que garantizarles a los ciudadanos el derecho que tienen estudiar y aprender en ella”, pero que “fuera de las aulas debe intervenir en los debates actuales, a partir de sus investigaciones y de sus propias interrogaciones. La universidad puede aportar una voz reflexiva, desnaturalizadora y crítica”.
“La universidad tiene que conquistar un lenguaje para intervenir inteligentemente en los debates públicos y allí hay una función fundamental, pero no como una voz autorizada porque leemos muchos libros, sino a partir de un tipo distinto de relación entre la universidad y las organizaciones sociales, políticas y de promoción y defensa de los derechos humanos, con quienes debe articular y discutir. Las universidades estamos aprendiendo a volver más porosos nuestros propios límites con eso que llamamos ‘el mundo exterior’, que muchas veces nos lleva a una idea muy elemental de la extensión, que estamos revisando en todas las universidades”, indicó el intelectual, que dictó un seminario en la FFyH por primera vez en 2005 y desde entonces es un asiduo visitante.
Además, agregó que “la universidad saliendo de sí no es la que enseña, sino la que aprende en ese intercambio. El diálogo con el territorio es fundamental. La interacción con organizaciones políticas, sindicales, barriales, culturales permite algunas posibilidades organizativas muy interesantes”.
En su disertación, Mariano Gutiérrez, autor de numerosas publicaciones relativas a políticas de seguridad, criminología y educación en contextos de encierro, entre las que se destaca “La necesidad social de castigar”, habló sobre la demanda punitiva de buena parte de la sociedad y cómo los discursos sobre la inseguridad son capitalizados por algunos políticos.
A continuación, compartimos algunos conceptos y fragmentos de la charla vertidos por Rinesi y Gutiérrez, que nos pueden ayudar a pensar sobre la articulación entre los temas que ofrecía la mesa: Seguridad, Derechos Humanos y Universidad Pública.
Mariano Gutiérrez:
“El proceso penal está atravesado por jerarquías. Dentro de la cárcel se nota mucho más, tanto en los internos, como del personal policial. Hay un claro uso de la violencia en las cárceles y es, sino una realidad, una amenaza cotidiana, pero ¿es una realidad que no se puede evitar? Todo lo contrario, esa violencia es una forma de mantener a los sujetos encerrados como individuos. Les impide colectivizarse, les impide pensarse como miembros de un sujeto colectivo y garantiza ese impedimento a partir de la competencia individual que supone la lógica de premios y castigos como vía de liberación anticipada.
Atrás de la idea de disciplina carcelaria se ocultan las marcas y las prácticas de la impresión de jerarquías”.
“Gran parte del pensamiento jurídico progresista, sobre todo el pensamiento garantista, es cómplice de esta lógica de una manera bastante sutil, porque de la forma en que el pensamiento jurídico ha resuelto oponerse o frenar es una forma clásica liberal, de ver el sujeto encerrado como un sujeto de garantías individuales. Es decir, el discurso integral de los derechos humanos en el cual todos somos sujetos de derecho indistintamente, individuales y colectivos, terminan en los muros de la cárcel. Tal es así que los problemas de educación, de salud o de trabajo de los presos deben resolverse mediante habeas corpus. Es decir, no tiene derecho a la misma protección institucional que tiene cualquier persona por fuera de la cárcel”.
“Tras la demanda punitiva, que es la degradación del otro, hay al mismo tiempo una función inversa reivindicativa. La degradación del otro supone la reivindicación propia. Entender la demanda que de un castigo como mecanismo degradatorio, es entender que en general es un mecanismo cotidiano, individual y colectivo, de buscar la propia reivindicación”.
“El sustrato cultural depende de un imaginario al que se apela seguidamente con intenciones políticas en el que el sector que provee a los sujetos peligrosos, que generalmente es el de las clases marginales. Hay un discurso racista, velado algunas veces y no tanto en otras, que asigna a ese joven pobre y desempleado como representante ideal y emblemático del sector social marginal y como su opuesto a un sector de clase media permanentemente en crisis y victimizado. Ante la denuncia de la impunidad de los hechos de inseguridad, empiezan a circular en el discurso cotidiano amenazas de inversión de las jerarquías sociales”.
“Hay un imaginario colectivo al que se apela y que se reactualiza en cada una de estas pequeñas crisis de la inseguridad, en el que hay dos sectores sociales enfrentados: las clases marginales contra los ‘laburantes’ y honestos y cada hecho de inseguridad que es puesto en el foco mediático y que es discutido públicamente, reactualiza esta división o enfrentamiento entre dos sectores sociales”.
“El castigo es una muy poderosa ceremonia de degradación y por lo tanto de reivindicación colectiva y está presente en la demanda colectiva cotidiana y no es sólo un producto de las instituciones. El castigo es una marca de las jerarquías sociales y de ahí que el aval a la violencia intracarcelaria sea posible. Las marcas de la violencia de las cárceles son el apoyo material de esas marcas simbólicas”.
“Los discursos reflexivos sobre que el castigo no previene la comisión de delitos no importan. Cualquier discurso reflexivo que llame al pensamiento, a la reflexión sobre la diferencia entre el castigo degradante y las políticas de prevención del delito, es considerado una traición”.
“Es cierto que la promesa represiva o las campañas punitivas proveen seguridad, pero no en términos de reducción del delito, sino seguridad ontológica, porque es el reconocimiento de los que ‘merecemos esa reivindicación’ y eso ya es un primer paso. Nos provee seguridad psicológica. La promesa punitiva de cualquier actor político de relevancia genera una adhesión emocional que se está necesitando. Y eso lo saben perfectamente los actores políticos”.
“Hay que entender esa crisis de seguridad dentro de una determinada coyuntura política y los usos políticos que se le dan al problema, tanto del temor al delito como de las promesas represivas. Eso genera capital político aprovechable, pero además el discurso de la seguridad circulando como un incesante en las noticias genera también la sensación de caos, de caos en las jerarquías sociales, pero también de caos de gobernabilidad”.
“Reconocer estos discursos nos llama a posicionar y defender nuestra idea de la educación en las cárceles, y podríamos decir lo mismo de salud o trabajo, desde otro lugar que no necesita apoyarse ni en las lógicas de las garantías individuales ni en la lógica del tratamiento y de los derechos como presos. Debemos construir una nueva realidad que escape a esas dos lógicas para defender la idea que los derechos sociales lleguen a la población encarcelada”.
Eduardo Rinesi
“Estamos asistiendo en Argentina a una transformación del concepto de derechos humanos que lo vuelve más complejo, nos obliga a pensar más cosas y empezamos a reclamar al Estado que garantice algunos derechos”.
“La sensación que nos produce esa sucesión de desgracias desde policíacas hasta meteorológicas, es la sensación de impotencia con la que tenemos que aprender a convivir para vivir una vida plenamente humana. Tenemos que saber que no hay una solución final contra la inseguridad. Que vivir es una aventura fascinante. Vivir a una aventura insegura. La seguridad no es lo propio de lo humano. No podemos con el conjunto de contingencias, lo cual no quiere decir que no vayamos a hacer todos los trabajos que sean necesarios, aún sabiendo que no resuelven de forma definitiva el problema”.
“Creo que cuanto más insegura es nuestra vida, más permeables somos a los discursos sobre la inseguridad. Es muy doloroso ver cómo los discursos más represivos y estigmatizantes son sostenidos y reproducidos por los propios sectores sociales que son objeto de esos discursos”.
“Lo potente del discurso de los derechos no es tanto el contenido de los derechos, es la universalidad de los derechos. Es la introducción del principio de universalidad. Los ricos se sienten inseguros porque su seguridad está asociada a la exclusión de los otros. Y los pobres argentinos también están inseguros y es por eso que los permea el discurso de la inseguridad. Pero para esto último hay remedio, hay que garantizar la más plena y universal vigencia de los derechos humanos. Cuanto más derechos humanos tenemos menos inseguros nos sentimos”.
“El discurso sobre la seguridad o la inseguridad es la contracara de la efectiva vigencia de los derechos humanos, cuanto más derechos humanos haya, menos posibilidades va a haber de que en el nombre de la inseguridad que sentimos apoyemos cualquier monstruosidad represiva”.