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Historias y personajes
Artes, los orígenes de la Escuela (segunda
parte)
Creada en 1948, la Escuela de Artes transitó
su historia al ritmo agitado de los acontecimientos que marcaron
la vida política del país. Concebida bajo el signo
del primer gobierno peronista, esta institución atravesó,
con pasos inciertos, su etapa inicial hasta arribar –de la
mano del arquitecto Raúl Bulgheroni y tras varios intentos
de ser cerrada- a los “dorados sesenta”, su etapa de
mayor crecimiento y expansión (ver
nota de archivo). En esta segunda parte, Alfilo rememora lo
sucedido en la institución durante “los setenta”
y “los ochenta”. La primavera camporista, la intervención,
los años de plomo, la autonomía perdida, el “peligro”
de la extensión, el exilio, las desapariciones, los departamentos
clausurados y la lenta recuperación de los espacios en la
reapertura democrática son algunos de los aspectos que se
tematizan en este recorrido por la institucionalización de
las disciplinas artísticas en el ámbito universitario.
Opinan: Cristina Rocca y Silvia Villegas. Además, se incluye
un texto de Arturo Borio, actual director de la Escuela de Artes,
escrito en el 2005 cuando el Teatrino recibió formalmente
el nombre de “María Escudero”.
El pablellón México,
sede de la Escuela de Artes.
El año 1972 marcó un punto de inflexión
en la historia de la Escuela de Artes. Raúl Bulgheroni, quien
dirigía la institución desde 1962, solicita licencia
por año sabático en el momento en que comenzaban a
acentuarse los enfrentamientos entre diferentes sectores que convivían
dentro de la Escuela. Ante la convocatoria a elecciones en el país
y el inminente cambio de gobierno nacional –que reemplazaría
al general Lanusse-, se generalizan las protestas que denuncian
las fallas del sistema universitario. De acuerdo con el Informe
de la Comisión de Autoevaluación de la Escuela de
Artes (1999), en este período “toman cuerpo los agrupamientos
gremiales de docentes, no docentes y estudiantes que, al igual que
el resto del país, se encuentran fraccionados y enfrentados
por las diferencias políticas que anarquizan la vida institucional”.
En la Escuela de Artes, las principales críticas a la administración
de Bulgheroni se centraban en el carácter unipersonal y verticalista
de conducción, la falta de vinculación de las carreras
con la realidad del país y la predominancia de las concepciones
eurocéntricas en la enseñanza de las disciplinas artísticas.
Paralelamente a la radicalización de los conflictos gremiales,
se profundizan los reclamos por la falta de representación
de los claustros en el gobierno de la Escuela, la escasez de cargos
y presupuesto, y la ausencia de concursos para cubrir cátedras.
En esta convulsionada etapa se suceden como directores interinos:
Ornella Balestreri de Devoto -profesora del Departamento de Música-
y César Miranda -docente del Departamento de Plástica-,
“quienes –según el Informe- pueden hacer poco
ante una crisis que se evidencia como estructural y que excede el
marco de la Escuela de Artes”.
Vientos de cambio
Corría el año 1973 y, a nivel nacional, Héctor
Cámpora gana las elecciones con el 50 por ciento del electorado
a su favor. El peronismo vuelve, de este modo, al gobierno tras
muchos años de proscripción. En la Escuela de Artes,
Federico Bazán es el responsable de dirigir la elección
democrática de los cuatro asistentes de dirección,
a cargo de la Jefatura de Departamentos.
Tal como indica el Informe de la Comisión de Autoevaluación,
en el contexto de la UNC, algunas unidades académicas –especialmente
Arquitectura, Agronomía, Ciencias de la Información,
Trabajo Social y Artes- sobresalen por su grado de movilización.
Las propuestas se orientan, principalmente, hacia “la transformación
de los planes de estudios con la introducción de una pedagogía
renovadora” y la búsqueda de un “mayor protagonismo
social y vinculación con la realidad, teniendo en cuenta
la dicotomía liberación o dependencia”.
Ante el paradigma liberal-desarrollista en crisis y bajo la consigna
de “transformar la universidad en un instrumento de liberación
nacional”, cobran fuerza las acciones que promueven el enfrentamiento
con los grandes centros de poder para construir un país “independiente
y soberano”. Durante este período, “se revisarán
críticamente los planes de estudio y políticas de
extensión ajenas a la participación popular, las bienales
de arte solventadas por empresas multinacionales, los procesos de
enseñanza-aprendizaje basados en una concepción elitista,
los exámenes de ingreso, los sistemas de cupo impuestos por
la intervención durante el gobierno de Onganía (1966)”,
sintetiza el Informe.
Antes de la intervención
Para poder dimensionar los efectos devastadores de las políticas
que se impusieron particularmente en la Escuela de Artes, a partir
de la intervención de la universidad en 1975, es necesario
reconocer el estado de situación anterior a ese momento.
En 1973, la institución contaba con 110 profesores, 23 no
docentes y 794 alumnos. La Sala de las Américas del Pabellón
Argentina fue traspasada, con personal incluido, a la administración
de la Escuela y se proyectaba en ese espacio armar un centro cultural
al servicio de la comunidad. Además, en ese período
se recibieron importantes subsidios, provenientes del Fondo Nacional
de las Artes, que se invirtieron en la compra de equipamiento.
Las carreras que se impartían eran: licenciaturas y profesorados
en Pintura, Escultura, Grabado; licenciaturas en Instrumentos, Composición
Musical, Interpretación y técnica teatral, y Cine;
además de los profesorados en Didáctica Musical, Educación
Teatral y Educación Cinematográfica. Quienes ingresaron
en aquellos años recuerdan que en todos los ciclos de nivelación
se dictaban contenidos de historia argentina.
Las actividades de extensión universitaria estaban dirigidas
especialmente hacia los sectores más vulnerables de la sociedad.
El Departamento de Plástica contaba con un Museo Pedagógico
y salas de exposiciones; en Música funcionaba el Coro Universitario
con cincuenta becarios, la orquesta de cámara, el cuarteto
de cuerdas y piano y el conjunto musical Método Suzuki. En
esa época también se desarrollaba el Teatro Estable
de la Universidad de Córdoba (TEUC) con becarios del Departamento
de Teatro. Los elencos realizaban sus obras en el Teatrino, un espacio
plenamente incorporado a la movida teatral del momento. El cineclub
universitario y el centro de producción cinematográfica,
por su parte, eran los principales espacios de extensión
e investigación del Departamento de Cine.
“Se trataba de una institución con intensa vida artística,
académica y política. Antes de la dictadura militar,
la Escuela -con sus espacios, gente y proyecciones- era un lugar
deseado y además referente del arte y la cultura artística
en un período en el que la variable política, desde
muy diferentes perspectivas, daba tono a la cultura cordobesa de
entonces”, resalta Silvia Villegas, docente e investigadora
del Departamento de Teatro y coautora del trabajo “Apuntes
preliminares para una historia de la Escuela de Artes”. Villegas
relata que, para 1974, los departamentos de Cine y Teatro contaban
con profesores de consolidada trayectoria en sus disciplinas y la
Escuela tenía un proyecto institucional que la vinculaba
con los más innovadores paradigmas artísticos de la
época. “Arte de fuerte vinculación con lo político
y social; una muy interesante actitud crítica respecto de
lo que significaba la formación y la producción artística
como ítems pedagógicos fundamentales”, puntualiza.
Otro aspecto para destacar, continúa Villegas, era la fuerte
relación de la institución con el contexto social
de Córdoba y el país. La Escuela, en ese entonces,
había iniciado contactos con otras instituciones artísticas,
registraba una activa participación estudiantil y contaba
con un centro de egresados propio.
Devastación
Con la llegada de Isabel Perón al gobierno, se lleva a cabo
la intervención de la universidad y se produce, a partir
de 1974, un marcado retroceso de los sectores renovadores que impulsaban
acciones de cambio en el ámbito universitario. “Con
la Misión Ivanisevich y la intervención de la UNC
se aplica un serio dispositivo de depuración”, advierte
el documento de la Comisión de Autoevaluación. Así,
son desmantelados los planteles docentes, comienzan las persecuciones
a estudiantes, se revisan los programas de las cátedras e
inicia un proceso de destrucción de todos los proyectos pedagógicos,
de extensión e investigación que no se adapten al
pensamiento intervencionista. “Principalmente, es atacada
la extensión universitaria porque representa la relación
con la comunidad. Se propone cortar los lazos entre universidad
y comunidad, en el sentido que desde la universidad vienen las propuestas
de vanguardia y que tienen como centro al arte como revelación
de la realidad y develamiento del mundo”, expresa Cristina
Rocca, coatura de “Apuntes…”. Todas las actividades
de extensión se restringen en la Escuela de Artes: sin presupuestos,
contratos, ni becas, sólo sobrevive el Método Suzuki
que tenía un sistema de recursos propios por el cobro de
un arancel a los participantes.
En 1975 se cierran los departamentos de Cine y Teatro, en tanto
que las actividades de Música y Plástica se reducen
a su mínima expresión. Paralelamente, lo que queda
de la Escuela es anexado de manera compulsiva a la Facultad de Filosofía
y Humanidades, una unidad académica que tenía su propia
estructura, tradición y presupuesto y que debe comenzar,
a partir de ese momento, a gestionar un nuevo espacio institucional.
Considerando que la planta docente era en su mayoría interina,
el modo de aplicar la censura consistía en no renovar las
designaciones. “Quizás el hecho más visible
de este estado de cosas –revela el Informe- es que al iniciar
el año 1976, los departamentos de Cine y Teatro han desaparecido
en la práctica sin que exista medida alguna que lo disponga
oficialmente”.
Silvia Villegas sostiene que los interventores contaron con la anuencia
de algunos profesores y directivos de la Escuela que permanecieron
en la institución “y no fueron expulsados ni sospechados
por los militares”. En 1975 el escultor Horacio Suárez
quedó a cargo de la dirección por un breve período,
luego fue el turno de Héctor Bianchi Domínguez y,
desde 1976 hasta 1984, Dante Medina dirigió los destinos
de la Escuela.
En marzo de 1976, con el inicio de la dictadura, los nuevos interventores
militares pondrán en marcha la elaboración de un nuevo
plan de estudios e implementarán un selectivo sistema de
ingreso. “Lo más dramático de todo este proceso
es lamentar, a escala de la institución -al igual que en
toda la sociedad argentina-, la desaparición de profesores
y alumnos que integraban la Escuela. Además de docentes y
estudiantes exiliados y expulsados”, relata Villegas. Como
ejemplo del riguroso control que regía en esta etapa, el
Informe de la Comisión incluye un fragmento de la resolución
Nº1089/80 del Ministerio de Educación aplicada a todas
las universidades nacionales que determinaba, entre otras cosas,
que “los aspirantes a ingresar deben observar cuidadosa presentación
en su indumentaria y en su arreglo personal”. “Si a
ello se agrega que los docentes, no docentes y autoridades debían
pasar por los exigentes controles político-militares de cada
zona y que todas las plantas de personal eran minuciosamente revisadas,
se comprenderá el grado de cohesión dispuesto para
la eliminación del disenso”, expone el documento. En
palabras de Cristina Rocca, durante la dictadura, “se corta
el sentido a la producción de conocimientos, que es uno de
los sentidos principales de la universidad”.
La recuperación democrática
Con la llegada de la democracia en 1983, se inicia una etapa de
recuperación institucional que incluye la reapertura de espacios,
la lucha por conseguir presupuestos y la reincorporación
de docentes que habían sido cesanteados por causas políticas.
“A ello contribuirá un profundo espíritu de
revisión y participación de todos los claustros, un
amplio trabajo de consultas y, en general, un nuevo imaginario sobre
las funciones de las universidades para un país en democracia”,
señala el Informe de la Comisión de Autoevaluación.
Entre 1985 y 1986 se aprueban los nuevos planes de estudio para
las carreras de Plástica y Música, en tanto que los
departamentos de Cine y Teatro –que habían sido clausurados-
deberán aguardar la intervención del Consejo Superior
para que, mediante un sistema de delegación en la Facultad
de Filosofía y Humanidades, se inicie un proceso de normalización
de las actividades y se aprueben sus nuevos planes de estudio en
1987 y 1989, respectivamente.
“Comenzó un largo e intenso proceso de reapertura de
los departamentos de Cine y Teatro, protagonizado por profesores
que regresaban del exilio y de otros que habían sufrido el
exilio interno, junto con alumnos que aspiraban a la reorganización
institucional de las carreras”, recuerda Villegas. Con mucho
esfuerzo, se intentó recuperar el nivel de trabajo docente,
así como las prácticas de investigación y extensión
que se habían perdido en los años de plomo. No obstante,
una serie de nuevos problemas iban a presentarse con la reapertura:
la masividad estudiantil, los pocos cargos docentes, la escasez
de espacios y equipamiento serían sólo algunos de
los conflictos que se debían afrontar institucionalmente.
“La puesta en funcionamiento de estos departamentos –una
de las grandes reivindicaciones en el proceso de normalización-
permitió que a partir de 1986 la Escuela de Artes volviera
a conformarse como en 1966”, sostiene el Informe. Los directores
que se sucedieron en esta etapa fueron: Tito Miravet (1984-89),
Nora Zaga (1989-92), Antonio Fernández (1992-94), Gabriel
Gutnisky (1994-2004), Arturo Borio (2004 hasta la actualidad).
¡Hicieron
época!
María Escudero fue, entre muchas otras
cosas, formadora de actores, fundadora del Libre Teatro Libre
(LTL) y ex profesora de Teatro de la FFyH. El 1 de junio de
2005, a dos meses de su muerte, en un acto muy emotivo, se
le colocó su nombre al Teatrino de la UNC.
La historia de María Escudero está ligada fuertemente
a la de la Escuela de Artes, ya que participó en la
fundación del Departamento de Teatro. Después
comenzó a dictar las clases de Práctica Escénica
I, precisamente en el Teatrino.
En 1969 María fue expulsada de la Facultad, pero bajo
sus alas ya se había cobijado un grupo que fue fundamental
en la renovación teatral de Córdoba: el Libre
Teatro Libre. El grupo estaba compuesto por varios de sus
alumnos, como Susana Pautasso, Roberto Videla, Graciela Ferrari,
Lindor Bressán, Luisa Núñez, Cristina
Castrillo, Pepe Robledo y Oscar Rodríguez, entre otros.
Con el LTL recorrió todos los escenarios de Latinoamérica.
Viajó a Chile, Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela.
El trabajo del grupo concluyó en 1975, cuando la represión
empezó a recrudecer y muchos integrantes del LTL, entre
ellos María, tuvieron que exiliarse.
En Ecuador, María participó de la creación
de grupos de teatro y desarrolló un proyecto de trabajo
con mujeres de sectores populares. Fiel a sus convicciones
siempre impulsó un teatro militante y comprometido
con la liberación y la justicia social.
María volvió a su casa, es decir, al Teatrino
en 1999. En ese momento se le entregó el título
de Doctora Honoris Causa y la entonces decana Ana Alderete
le pidió disculpas en nombre de la Facultad por la
expulsión registrada tres décadas antes.
El 1 de junio de 2005, a dos meses de su muerte, el Teatrino
recobró una identidad diluida por el paso del tiempo.
Hoy lleva el nombre de María Escudero y las generaciones
venideras dispondrán de un espacio clásico que
ha sido refaccionado. Sin duda fue un acto muy emotivo y que
quedará en la memoria de todos los asistentes por mucho
tiempo. Ninguno de los oradores -autoridades, ex compañeros
y ex alumnos- ahorró palabras de elogio para María.
Y todos coincidieron en destacar su principal cualidad: haber
sido una “maestra”.
Alfilo reproduce a continuación el texto que leyó
Arturo Borio, director de la Escuela de Artes, durante la
ceremonia.
“Épocas, décadas, momentos,
instantes...el tiempo fluye imperceptible entre nuestros dedos
y el viento que hojea el libro de la vida moviliza las vivencias
a capricho.
Recuerdo que corría el año 74 cuando asistí,
más de una vez, a la representación de ‘Algo
por el estilo’, brillante síntesis del fecundo
proceso creativo experimentado por María Escudero junto
a los LTL y gran éxito de la temporada.
Así como cada año esperábamos con ansiedad
una nueva película de Fellini, la expectativa sobre
el próximo estreno de los LTL alimentaba los comentarios
en las largas noches del Pelayo, en Elodía, en la Cervantes,
en el Lumiére, en la San Luis, en el Sombras y, por
supuesto, en el Teatrino.
Sin duda, María Escudero y los jóvenes actores
del Libre Teatro Libre... hicieron época!
Creo que la gestación había comenzado con una
intervención demiúrgica de María, sobre
el escenario de la Sala de las Américas, la que llevaba
por título “El ritual del hombre”. Era
noviembre del 69 y la puesta se caracterizaba por un impetuoso
movimiento sobre la escena, nutrido de esa subterránea
intranquilidad que afloraba en las fábricas, en las
escuelas, entre los artistas, entre la gente. Los reclamos
expresados por el Córdobazo mostraban sus huellas en
los edificios y las calles mientras continuaba la lucha contra
las intervenciones militares en la provincia y el país.
Muchos alumnos y docentes de la Universidad y de la Escuela
de Artes no eran ajenos a estas circunstancias ya que estaban
directamente involucrados en los acontecimientos y las preocupaciones
que atravesaban a la sociedad argentina en el despuntar de
la década del 70.
Rememoro y siento que aquel “Ritual del hombre”
fue el primer berrido que anunciaba el nacimiento del Grupo
Libre Teatro Libre.
Libre Teatro Libre
Esta manifiesta reiteración, esta insistencia nos habla
a las claras de la necesidad de afianzarse en la libertad,
para alzar la voz con un grito que acallara tanta pacatería
reaccionaria dentro y fuera de la Escuela de Artes y de la
Universidad.
María Escudero, figura central de esta gestación,
era ese espíritu libre, potente, capaz de generar un
semillero de alumnos dentro del Departamento de Teatro que
comprendieron la necesidad de expresarse a través de
la creación colectiva con un fuerte compromiso social.
María, también sabía que el movimiento
iniciado propulsaría nuevos derroteros que difícilmente
podrían ser contenidos por las tradicionales estructuras
universitarias y de la cultura cordobesa.
María Escudero y los LTL... hicieron época!
Surgieron paralelamente al Córdobazo y atravesaron
fulgurantes los primeros años de la década del
70. Nos acompañaron en las duras tensiones del 72,
durante la exaltación del 73, hasta arribar a la desilusión
del 74 y a la coagulación del terror en el 75.
Todo había sido anunciado, denunciado, planteado y
compartido desde el escenario y desde las calles. La tarea
estaba realizada. Las noches violentas del 75 dispersaron
a sus miembros, María y sus jóvenes abandonaron
Córdoba y, poco después, la pesadilla de los
años oscuros se desplomaba sobre la república.
María Escudero y los integrantes de los LTL habían
vibrado con las circunstancias e interpretaron nuestras luchas,
nuestros ideales y, también, nuestra desesperación.
Cada año sus originales puestas poblaron los escenarios,
nos alimentaron con sus creaciones colectivas plenas de vivacidad,
de hallazgos, de denuncias, de compromisos asumidos, de verdadera
libertad. El grito desgarrador de “Contratanto”
quedó vibrando....aún después de su partida,
albergado en nuestro corazón.
La larga noche del 76 acalló las voces, nos expulsó
del Teatrino, del Méjico, de la UNC. Sólo nos
quedó el sabor agridulce de ese breve e inolvidable
tiempo en que María Escudero y los LTL junto a otros
valiosos artistas caracterizaron de manera inigualable al
teatro y al movimiento cultural de Córdoba.
Esos días en los que María Escudero y los LTL
...hicieron época!
El Libre Teatro Libre un trabajo colectivo que eclosionó
y maduró afirmando las individualidades. Coherencia
y cohesión crecida y concretada en cada nueva propuesta
durante cinco intensos años. En medio de las difíciles
circunstancias socio-políticas, María Escudero
y los LTL fueron capaces de generar una gran fuerza centrífuga
que impulsó a sus integrantes a diseminarse por América
Latina y Europa como portadores de un profundo compromiso
con los mejores ideales del hombre para manifestarlos desde
cada escenario y continuar la lucha en el exilio.
Casi treinta años después, en 1999, María
Escudero volvió y convocó a los integrantes
de los LTL – diseminados por el mundo – para que
nuestra Córdoba fuera, por unas horas, aquella de los
primeros años de la década del 70. Fue su último
reencuentro.
María ha partido definitivamente hace dos meses y con
los ecos de su voz, nos vuelve a convocar para reencontrarla
y reencontrarnos en este Teatrino, espacio que albergara tantos
proyectos y vibrara con la calidez de los aplausos al facilitar
el montaje de puestas excelentes, las que hoy forman parte
de la historia del teatro cordobés.
Este querido lugar, este Teatrino es otra vez un semillero
de talentos. Hoy, María retorna, lo habita y se queda
entre nosotros, para siempre.
¿Seremos capaces de albergar el espíritu libre
de María y su potencia ?
Es mi más ferviente deseo que su compromiso con las
luchas por los derechos sociales, con el desafío artístico
y con la libertad encuentre albergue en este Teatrino María
Escudero y en la Universidad toda y se convierta en el alimento
que nutra a nuestros docentes, a nuestros alumnos, a las futuras
generaciones de artistas y de hombres y mujeres de nuestro
sufrido país.
Hoy, brindo porque el Teatrino María Escudero... ¡haga
época!”
Lic. Arturo Borio
Director de la Escuela de Artes |
Fuentes
consultadas:
- “Apuntes
preliminares para una historia de la Escuela de Artes”, por
Silvia Villegas y Cristina Rocca. Junio de 1998. Este proyecto formó
parte de los proyectos de FOMEC.
-
Informe de la Comisión de Autoevaluación de la Escuela
de Artes integrada por Patricia Ávila (Dpto. Plástica),
Oscar Moreschi (Dpto. Cine y TV), Myriam Kitroser (Dpto. Música)
y Dardo Alzogaray (Dpto. Teatro). Año 1999.
-
“María Escudero, la maestra de todos”, nota publicada
en el Nº3 de Alfilo, revista digital de la Faculta de Filosofía
y Humanidades (UNC), sección Historias y Personajes. Junio/julio
2005.
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