Mayo 2007 | Año 3. Nº 17
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, Argentina
 


La universidad
en el Cordobazo


La Facultad puso en marcha
el Centro de Publicaciones


Archiveros participaron
en jornadas en Neuquén


Talleres de fotografía

y teatro para niños


Mabel Brizuela, premiada por su trayectoria en investigación teatral

M. Svampa: "La asamblea, como expresión de la sociedad organizada, es fundamental"

El hombre solo: caricatura, anomalía y espantajo, por Eduardo Rinesi


· El musicólogo chileno Juan Pablo González en la FFyH

· Un cine de regiones: De Lillo y la experiencia napolitana



Artes, los orígenes de la Escuela (segunda parte)

1
· La computadora, como un lápiz o un pincel
3
· La conjura de los necios, de John Kennedy Toole
5

· Ya está en marcha la Orquesta Sinfónica de la UNC

· Jornadas sobre recursos tecnológicos para la enseñanza universitaria

· Lektón, una revista de estudiantes

· Presentan un libro sobre los procesos de privatización de la vida y el conocimiento

· Se estrena "Ana" en el Cineclub Municipal

· Seminarios, cursos, encuentros
y jornadas
7

 


 


Historias y personajes

Artes, los orígenes de la Escuela (segunda parte)

Creada en 1948, la Escuela de Artes transitó su historia al ritmo agitado de los acontecimientos que marcaron la vida política del país. Concebida bajo el signo del primer gobierno peronista, esta institución atravesó, con pasos inciertos, su etapa inicial hasta arribar –de la mano del arquitecto Raúl Bulgheroni y tras varios intentos de ser cerrada- a los “dorados sesenta”, su etapa de mayor crecimiento y expansión (ver nota de archivo). En esta segunda parte, Alfilo rememora lo sucedido en la institución durante “los setenta” y “los ochenta”. La primavera camporista, la intervención, los años de plomo, la autonomía perdida, el “peligro” de la extensión, el exilio, las desapariciones, los departamentos clausurados y la lenta recuperación de los espacios en la reapertura democrática son algunos de los aspectos que se tematizan en este recorrido por la institucionalización de las disciplinas artísticas en el ámbito universitario. Opinan: Cristina Rocca y Silvia Villegas. Además, se incluye un texto de Arturo Borio, actual director de la Escuela de Artes, escrito en el 2005 cuando el Teatrino recibió formalmente el nombre de “María Escudero”.


El pablellón México, sede de la Escuela de Artes.

El año 1972 marcó un punto de inflexión en la historia de la Escuela de Artes. Raúl Bulgheroni, quien dirigía la institución desde 1962, solicita licencia por año sabático en el momento en que comenzaban a acentuarse los enfrentamientos entre diferentes sectores que convivían dentro de la Escuela. Ante la convocatoria a elecciones en el país y el inminente cambio de gobierno nacional –que reemplazaría al general Lanusse-, se generalizan las protestas que denuncian las fallas del sistema universitario. De acuerdo con el Informe de la Comisión de Autoevaluación de la Escuela de Artes (1999), en este período “toman cuerpo los agrupamientos gremiales de docentes, no docentes y estudiantes que, al igual que el resto del país, se encuentran fraccionados y enfrentados por las diferencias políticas que anarquizan la vida institucional”.
En la Escuela de Artes, las principales críticas a la administración de Bulgheroni se centraban en el carácter unipersonal y verticalista de conducción, la falta de vinculación de las carreras con la realidad del país y la predominancia de las concepciones eurocéntricas en la enseñanza de las disciplinas artísticas. Paralelamente a la radicalización de los conflictos gremiales, se profundizan los reclamos por la falta de representación de los claustros en el gobierno de la Escuela, la escasez de cargos y presupuesto, y la ausencia de concursos para cubrir cátedras.
En esta convulsionada etapa se suceden como directores interinos: Ornella Balestreri de Devoto -profesora del Departamento de Música- y César Miranda -docente del Departamento de Plástica-, “quienes –según el Informe- pueden hacer poco ante una crisis que se evidencia como estructural y que excede el marco de la Escuela de Artes”.

Vientos de cambio
Corría el año 1973 y, a nivel nacional, Héctor Cámpora gana las elecciones con el 50 por ciento del electorado a su favor. El peronismo vuelve, de este modo, al gobierno tras muchos años de proscripción. En la Escuela de Artes, Federico Bazán es el responsable de dirigir la elección democrática de los cuatro asistentes de dirección, a cargo de la Jefatura de Departamentos.
Tal como indica el Informe de la Comisión de Autoevaluación, en el contexto de la UNC, algunas unidades académicas –especialmente Arquitectura, Agronomía, Ciencias de la Información, Trabajo Social y Artes- sobresalen por su grado de movilización. Las propuestas se orientan, principalmente, hacia “la transformación de los planes de estudios con la introducción de una pedagogía renovadora” y la búsqueda de un “mayor protagonismo social y vinculación con la realidad, teniendo en cuenta la dicotomía liberación o dependencia”.
Ante el paradigma liberal-desarrollista en crisis y bajo la consigna de “transformar la universidad en un instrumento de liberación nacional”, cobran fuerza las acciones que promueven el enfrentamiento con los grandes centros de poder para construir un país “independiente y soberano”. Durante este período, “se revisarán críticamente los planes de estudio y políticas de extensión ajenas a la participación popular, las bienales de arte solventadas por empresas multinacionales, los procesos de enseñanza-aprendizaje basados en una concepción elitista, los exámenes de ingreso, los sistemas de cupo impuestos por la intervención durante el gobierno de Onganía (1966)”, sintetiza el Informe.

Antes de la intervención
Para poder dimensionar los efectos devastadores de las políticas que se impusieron particularmente en la Escuela de Artes, a partir de la intervención de la universidad en 1975, es necesario reconocer el estado de situación anterior a ese momento. En 1973, la institución contaba con 110 profesores, 23 no docentes y 794 alumnos. La Sala de las Américas del Pabellón Argentina fue traspasada, con personal incluido, a la administración de la Escuela y se proyectaba en ese espacio armar un centro cultural al servicio de la comunidad. Además, en ese período se recibieron importantes subsidios, provenientes del Fondo Nacional de las Artes, que se invirtieron en la compra de equipamiento.
Las carreras que se impartían eran: licenciaturas y profesorados en Pintura, Escultura, Grabado; licenciaturas en Instrumentos, Composición Musical, Interpretación y técnica teatral, y Cine; además de los profesorados en Didáctica Musical, Educación Teatral y Educación Cinematográfica. Quienes ingresaron en aquellos años recuerdan que en todos los ciclos de nivelación se dictaban contenidos de historia argentina.
Las actividades de extensión universitaria estaban dirigidas especialmente hacia los sectores más vulnerables de la sociedad. El Departamento de Plástica contaba con un Museo Pedagógico y salas de exposiciones; en Música funcionaba el Coro Universitario con cincuenta becarios, la orquesta de cámara, el cuarteto de cuerdas y piano y el conjunto musical Método Suzuki. En esa época también se desarrollaba el Teatro Estable de la Universidad de Córdoba (TEUC) con becarios del Departamento de Teatro. Los elencos realizaban sus obras en el Teatrino, un espacio plenamente incorporado a la movida teatral del momento. El cineclub universitario y el centro de producción cinematográfica, por su parte, eran los principales espacios de extensión e investigación del Departamento de Cine.
“Se trataba de una institución con intensa vida artística, académica y política. Antes de la dictadura militar, la Escuela -con sus espacios, gente y proyecciones- era un lugar deseado y además referente del arte y la cultura artística en un período en el que la variable política, desde muy diferentes perspectivas, daba tono a la cultura cordobesa de entonces”, resalta Silvia Villegas, docente e investigadora del Departamento de Teatro y coautora del trabajo “Apuntes preliminares para una historia de la Escuela de Artes”. Villegas relata que, para 1974, los departamentos de Cine y Teatro contaban con profesores de consolidada trayectoria en sus disciplinas y la Escuela tenía un proyecto institucional que la vinculaba con los más innovadores paradigmas artísticos de la época. “Arte de fuerte vinculación con lo político y social; una muy interesante actitud crítica respecto de lo que significaba la formación y la producción artística como ítems pedagógicos fundamentales”, puntualiza.
Otro aspecto para destacar, continúa Villegas, era la fuerte relación de la institución con el contexto social de Córdoba y el país. La Escuela, en ese entonces, había iniciado contactos con otras instituciones artísticas, registraba una activa participación estudiantil y contaba con un centro de egresados propio.

Devastación
Con la llegada de Isabel Perón al gobierno, se lleva a cabo la intervención de la universidad y se produce, a partir de 1974, un marcado retroceso de los sectores renovadores que impulsaban acciones de cambio en el ámbito universitario. “Con la Misión Ivanisevich y la intervención de la UNC se aplica un serio dispositivo de depuración”, advierte el documento de la Comisión de Autoevaluación. Así, son desmantelados los planteles docentes, comienzan las persecuciones a estudiantes, se revisan los programas de las cátedras e inicia un proceso de destrucción de todos los proyectos pedagógicos, de extensión e investigación que no se adapten al pensamiento intervencionista. “Principalmente, es atacada la extensión universitaria porque representa la relación con la comunidad. Se propone cortar los lazos entre universidad y comunidad, en el sentido que desde la universidad vienen las propuestas de vanguardia y que tienen como centro al arte como revelación de la realidad y develamiento del mundo”, expresa Cristina Rocca, coatura de “Apuntes…”. Todas las actividades de extensión se restringen en la Escuela de Artes: sin presupuestos, contratos, ni becas, sólo sobrevive el Método Suzuki que tenía un sistema de recursos propios por el cobro de un arancel a los participantes.
En 1975 se cierran los departamentos de Cine y Teatro, en tanto que las actividades de Música y Plástica se reducen a su mínima expresión. Paralelamente, lo que queda de la Escuela es anexado de manera compulsiva a la Facultad de Filosofía y Humanidades, una unidad académica que tenía su propia estructura, tradición y presupuesto y que debe comenzar, a partir de ese momento, a gestionar un nuevo espacio institucional.
Considerando que la planta docente era en su mayoría interina, el modo de aplicar la censura consistía en no renovar las designaciones. “Quizás el hecho más visible de este estado de cosas –revela el Informe- es que al iniciar el año 1976, los departamentos de Cine y Teatro han desaparecido en la práctica sin que exista medida alguna que lo disponga oficialmente”.
Silvia Villegas sostiene que los interventores contaron con la anuencia de algunos profesores y directivos de la Escuela que permanecieron en la institución “y no fueron expulsados ni sospechados por los militares”. En 1975 el escultor Horacio Suárez quedó a cargo de la dirección por un breve período, luego fue el turno de Héctor Bianchi Domínguez y, desde 1976 hasta 1984, Dante Medina dirigió los destinos de la Escuela.
En marzo de 1976, con el inicio de la dictadura, los nuevos interventores militares pondrán en marcha la elaboración de un nuevo plan de estudios e implementarán un selectivo sistema de ingreso. “Lo más dramático de todo este proceso es lamentar, a escala de la institución -al igual que en toda la sociedad argentina-, la desaparición de profesores y alumnos que integraban la Escuela. Además de docentes y estudiantes exiliados y expulsados”, relata Villegas. Como ejemplo del riguroso control que regía en esta etapa, el Informe de la Comisión incluye un fragmento de la resolución Nº1089/80 del Ministerio de Educación aplicada a todas las universidades nacionales que determinaba, entre otras cosas, que “los aspirantes a ingresar deben observar cuidadosa presentación en su indumentaria y en su arreglo personal”. “Si a ello se agrega que los docentes, no docentes y autoridades debían pasar por los exigentes controles político-militares de cada zona y que todas las plantas de personal eran minuciosamente revisadas, se comprenderá el grado de cohesión dispuesto para la eliminación del disenso”, expone el documento. En palabras de Cristina Rocca, durante la dictadura, “se corta el sentido a la producción de conocimientos, que es uno de los sentidos principales de la universidad”.

La recuperación democrática
Con la llegada de la democracia en 1983, se inicia una etapa de recuperación institucional que incluye la reapertura de espacios, la lucha por conseguir presupuestos y la reincorporación de docentes que habían sido cesanteados por causas políticas. “A ello contribuirá un profundo espíritu de revisión y participación de todos los claustros, un amplio trabajo de consultas y, en general, un nuevo imaginario sobre las funciones de las universidades para un país en democracia”, señala el Informe de la Comisión de Autoevaluación.
Entre 1985 y 1986 se aprueban los nuevos planes de estudio para las carreras de Plástica y Música, en tanto que los departamentos de Cine y Teatro –que habían sido clausurados- deberán aguardar la intervención del Consejo Superior para que, mediante un sistema de delegación en la Facultad de Filosofía y Humanidades, se inicie un proceso de normalización de las actividades y se aprueben sus nuevos planes de estudio en 1987 y 1989, respectivamente.
“Comenzó un largo e intenso proceso de reapertura de los departamentos de Cine y Teatro, protagonizado por profesores que regresaban del exilio y de otros que habían sufrido el exilio interno, junto con alumnos que aspiraban a la reorganización institucional de las carreras”, recuerda Villegas. Con mucho esfuerzo, se intentó recuperar el nivel de trabajo docente, así como las prácticas de investigación y extensión que se habían perdido en los años de plomo. No obstante, una serie de nuevos problemas iban a presentarse con la reapertura: la masividad estudiantil, los pocos cargos docentes, la escasez de espacios y equipamiento serían sólo algunos de los conflictos que se debían afrontar institucionalmente. “La puesta en funcionamiento de estos departamentos –una de las grandes reivindicaciones en el proceso de normalización- permitió que a partir de 1986 la Escuela de Artes volviera a conformarse como en 1966”, sostiene el Informe. Los directores que se sucedieron en esta etapa fueron: Tito Miravet (1984-89), Nora Zaga (1989-92), Antonio Fernández (1992-94), Gabriel Gutnisky (1994-2004), Arturo Borio (2004 hasta la actualidad).

¡Hicieron época!

María Escudero fue, entre muchas otras cosas, formadora de actores, fundadora del Libre Teatro Libre (LTL) y ex profesora de Teatro de la FFyH. El 1 de junio de 2005, a dos meses de su muerte, en un acto muy emotivo, se le colocó su nombre al Teatrino de la UNC.
La historia de María Escudero está ligada fuertemente a la de la Escuela de Artes, ya que participó en la fundación del Departamento de Teatro. Después comenzó a dictar las clases de Práctica Escénica I, precisamente en el Teatrino.
En 1969 María fue expulsada de la Facultad, pero bajo sus alas ya se había cobijado un grupo que fue fundamental en la renovación teatral de Córdoba: el Libre Teatro Libre. El grupo estaba compuesto por varios de sus alumnos, como Susana Pautasso, Roberto Videla, Graciela Ferrari, Lindor Bressán, Luisa Núñez, Cristina Castrillo, Pepe Robledo y Oscar Rodríguez, entre otros.
Con el LTL recorrió todos los escenarios de Latinoamérica. Viajó a Chile, Bolivia, Perú, Colombia y Venezuela. El trabajo del grupo concluyó en 1975, cuando la represión empezó a recrudecer y muchos integrantes del LTL, entre ellos María, tuvieron que exiliarse.
En Ecuador, María participó de la creación de grupos de teatro y desarrolló un proyecto de trabajo con mujeres de sectores populares. Fiel a sus convicciones siempre impulsó un teatro militante y comprometido con la liberación y la justicia social.
María volvió a su casa, es decir, al Teatrino en 1999. En ese momento se le entregó el título de Doctora Honoris Causa y la entonces decana Ana Alderete le pidió disculpas en nombre de la Facultad por la expulsión registrada tres décadas antes.
El 1 de junio de 2005, a dos meses de su muerte, el Teatrino recobró una identidad diluida por el paso del tiempo. Hoy lleva el nombre de María Escudero y las generaciones venideras dispondrán de un espacio clásico que ha sido refaccionado. Sin duda fue un acto muy emotivo y que quedará en la memoria de todos los asistentes por mucho tiempo. Ninguno de los oradores -autoridades, ex compañeros y ex alumnos- ahorró palabras de elogio para María. Y todos coincidieron en destacar su principal cualidad: haber sido una “maestra”.
Alfilo reproduce a continuación el texto que leyó Arturo Borio, director de la Escuela de Artes, durante la ceremonia.

“Épocas, décadas, momentos, instantes...el tiempo fluye imperceptible entre nuestros dedos y el viento que hojea el libro de la vida moviliza las vivencias a capricho.
Recuerdo que corría el año 74 cuando asistí, más de una vez, a la representación de ‘Algo por el estilo’, brillante síntesis del fecundo proceso creativo experimentado por María Escudero junto a los LTL y gran éxito de la temporada.
Así como cada año esperábamos con ansiedad una nueva película de Fellini, la expectativa sobre el próximo estreno de los LTL alimentaba los comentarios en las largas noches del Pelayo, en Elodía, en la Cervantes, en el Lumiére, en la San Luis, en el Sombras y, por supuesto, en el Teatrino.
Sin duda, María Escudero y los jóvenes actores del Libre Teatro Libre... hicieron época!
Creo que la gestación había comenzado con una intervención demiúrgica de María, sobre el escenario de la Sala de las Américas, la que llevaba por título “El ritual del hombre”. Era noviembre del 69 y la puesta se caracterizaba por un impetuoso movimiento sobre la escena, nutrido de esa subterránea intranquilidad que afloraba en las fábricas, en las escuelas, entre los artistas, entre la gente. Los reclamos expresados por el Córdobazo mostraban sus huellas en los edificios y las calles mientras continuaba la lucha contra las intervenciones militares en la provincia y el país.
Muchos alumnos y docentes de la Universidad y de la Escuela de Artes no eran ajenos a estas circunstancias ya que estaban directamente involucrados en los acontecimientos y las preocupaciones que atravesaban a la sociedad argentina en el despuntar de la década del 70.
Rememoro y siento que aquel “Ritual del hombre” fue el primer berrido que anunciaba el nacimiento del Grupo Libre Teatro Libre.

Libre Teatro Libre
Esta manifiesta reiteración, esta insistencia nos habla a las claras de la necesidad de afianzarse en la libertad, para alzar la voz con un grito que acallara tanta pacatería reaccionaria dentro y fuera de la Escuela de Artes y de la Universidad.
María Escudero, figura central de esta gestación, era ese espíritu libre, potente, capaz de generar un semillero de alumnos dentro del Departamento de Teatro que comprendieron la necesidad de expresarse a través de la creación colectiva con un fuerte compromiso social.
María, también sabía que el movimiento iniciado propulsaría nuevos derroteros que difícilmente podrían ser contenidos por las tradicionales estructuras universitarias y de la cultura cordobesa.
María Escudero y los LTL... hicieron época!
Surgieron paralelamente al Córdobazo y atravesaron fulgurantes los primeros años de la década del 70. Nos acompañaron en las duras tensiones del 72, durante la exaltación del 73, hasta arribar a la desilusión del 74 y a la coagulación del terror en el 75.
Todo había sido anunciado, denunciado, planteado y compartido desde el escenario y desde las calles. La tarea estaba realizada. Las noches violentas del 75 dispersaron a sus miembros, María y sus jóvenes abandonaron Córdoba y, poco después, la pesadilla de los años oscuros se desplomaba sobre la república.
María Escudero y los integrantes de los LTL habían vibrado con las circunstancias e interpretaron nuestras luchas, nuestros ideales y, también, nuestra desesperación. Cada año sus originales puestas poblaron los escenarios, nos alimentaron con sus creaciones colectivas plenas de vivacidad, de hallazgos, de denuncias, de compromisos asumidos, de verdadera libertad. El grito desgarrador de “Contratanto” quedó vibrando....aún después de su partida, albergado en nuestro corazón.
La larga noche del 76 acalló las voces, nos expulsó del Teatrino, del Méjico, de la UNC. Sólo nos quedó el sabor agridulce de ese breve e inolvidable tiempo en que María Escudero y los LTL junto a otros valiosos artistas caracterizaron de manera inigualable al teatro y al movimiento cultural de Córdoba.
Esos días en los que María Escudero y los LTL ...hicieron época!
El Libre Teatro Libre un trabajo colectivo que eclosionó y maduró afirmando las individualidades. Coherencia y cohesión crecida y concretada en cada nueva propuesta durante cinco intensos años. En medio de las difíciles circunstancias socio-políticas, María Escudero y los LTL fueron capaces de generar una gran fuerza centrífuga que impulsó a sus integrantes a diseminarse por América Latina y Europa como portadores de un profundo compromiso con los mejores ideales del hombre para manifestarlos desde cada escenario y continuar la lucha en el exilio.
Casi treinta años después, en 1999, María Escudero volvió y convocó a los integrantes de los LTL – diseminados por el mundo – para que nuestra Córdoba fuera, por unas horas, aquella de los primeros años de la década del 70. Fue su último reencuentro.
María ha partido definitivamente hace dos meses y con los ecos de su voz, nos vuelve a convocar para reencontrarla y reencontrarnos en este Teatrino, espacio que albergara tantos proyectos y vibrara con la calidez de los aplausos al facilitar el montaje de puestas excelentes, las que hoy forman parte de la historia del teatro cordobés.
Este querido lugar, este Teatrino es otra vez un semillero de talentos. Hoy, María retorna, lo habita y se queda entre nosotros, para siempre.
¿Seremos capaces de albergar el espíritu libre de María y su potencia ?
Es mi más ferviente deseo que su compromiso con las luchas por los derechos sociales, con el desafío artístico y con la libertad encuentre albergue en este Teatrino María Escudero y en la Universidad toda y se convierta en el alimento que nutra a nuestros docentes, a nuestros alumnos, a las futuras generaciones de artistas y de hombres y mujeres de nuestro sufrido país.
Hoy, brindo porque el Teatrino María Escudero... ¡haga época!”

Lic. Arturo Borio
Director de la Escuela de Artes

Fuentes consultadas:

- “Apuntes preliminares para una historia de la Escuela de Artes”, por Silvia Villegas y Cristina Rocca. Junio de 1998. Este proyecto formó parte de los proyectos de FOMEC.
- Informe de la Comisión de Autoevaluación de la Escuela de Artes integrada por Patricia Ávila (Dpto. Plástica), Oscar Moreschi (Dpto. Cine y TV), Myriam Kitroser (Dpto. Música) y Dardo Alzogaray (Dpto. Teatro). Año 1999.
- “María Escudero, la maestra de todos”, nota publicada en el Nº3 de Alfilo, revista digital de la Faculta de Filosofía y Humanidades (UNC), sección Historias y Personajes. Junio/julio 2005.