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Entrevista a Maristella Svampa
“La asamblea, como expresión de la
sociedad organizada, es fundamental”
“Hay una ampliación de las fronteras
del mundo de la precariedad y me parece que ése es el conflicto
central hoy”, puntualizó Maristella Svampa al referirse
a las tensiones que existen entre el gobierno de Kirchner y algunos
sectores que nuclean a los trabajadores. Alfilo entrevistó
a Svampa en la Facultad de Filosofía y Humanidades, a donde
concurrió para participar en el panel central del encuentro
“Las ciencias sociales y humanas en Córdoba”,
que se desarrolló los días 10 y 11 de mayo (ver recuadro).
Svampa, egresada de la FFyH, fue la figura principal del panel que
inauguró las jornadas.
Después de disertar sobre “los objetos
y los modos de investigación en ciencias sociales”,
dialogó con este medio sobre el rol de los intelectuales
en la sociedad actual, los excluidos y la precarización laboral,
además de presentar una radiografía crítica
de los fragmentos sociales que se desperdigaron con la crisis del
2001. Movimientos sociales, sectores populares, intelectuales, habitantes
de los countries y clases medias son mirados por la autora de “La
sociedad excluyente” con una lupa que pone al descubierto
los detalles del deterioro, el quiebre de las solidaridades y las
dificultades para pensar alternativas en un contexto de profundas
desigualdades.
Svampa se recibió de licenciada en Filosofía en esta
Facultad (UNC) y luego obtuvo el título de doctora en Sociología
en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París.
Actualmente es profesora asociada de la Universidad Nacional de
General Sarmiento e investigadora del Conicet. También forma
parte de Alerta Argentina, un espacio que aborda la temática
de los derechos humanos en el presente. En el 2000 obtuvo la cátedra
Simón Bolívar en París (Nouvelle Sorbonne),
y entre 2002 y 2006 fue investigadora invitada del IRD (Institut
de la Recherche pour le Dévelopemment). En 2006 recibió
la Guggenheim Fellowship y el premio Kónex al mérito
en sociología.
Ha publicado artículos y realizado conferencias en Francia,
Alemania, Suiza, México, Brasil y Estados Unidos. Entre sus
libros más recientes se encuentran “Los que ganaron.
La vida en los countries y barrios privados” (2001); “Entre
la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteros”
(2003, en coautoría) y “La sociedad excluyente. La
Argentina bajo el signo del neoliberalismo” (2005). En ese
mismo año publicó su primera novela, “Los reinos
perdidos”, y actualmente trabaja en la realización
de un estudio comparado sobre movimientos sociales y colectivos
culturales en Argentina, Brasil y Bolivia.
- ¿Cómo se presenta la figura
del intelectual en la sociedad actual?
- Creo que hubo un exceso de distanciamiento de los intelectuales
y que lo que predomina actualmente es la figura del intelectual
experto, que es un profesional especializado, distanciado,
que busca legitimación a través de los mecanismos,
las reglas y herramientas que proporciona el campo en el cual se
inscribe. Es sumamente autorreferencial; escribe papers que sólo
se leen en el marco de la academia, sin ningún interés
por el resto de la sociedad. No digo que esté mal. Creo que
la figura del intelectual experto es necesaria y en términos
de aumento de la capacidad profesional ha tenido efectos positivos.
Lo que ocurre es que desde el punto de vista político y social
ha tenido efectos nefastos, porque este excesivo distanciamiento
ha tenido como correlato una falta de compromiso con los problemas
que involucran a toda la sociedad. Esto se da en un contexto de
ruptura de las solidaridades, que no es un tema menor. Las grandes
transformaciones que se vivieron en la sociedad argentina implicaron
quiebres en la solidaridad, tanto al interior de las clases sociales
–por ejemplo entre trabajadores desocupados y ocupados- como
a nivel intersocial, por ejemplo entre las clases medias y las clases
populares. Entonces, es necesario hacer un trabajo de entrelazamiento
y búsqueda de puentes entre estos mundos que se desconocen
entre sí. El único que tiene posibilidades de crear
esas pasarelas es el intelectual que se defina por su compromiso
público y su vocación por intervenir en los debates
para colocar a los problemas en escena y hacer consciente a la sociedad
de ellos. Esa figura clásica del intelectual fue completamente
abandonada y deslegitimada. No es sólo la figura del intelectual
experto la que triunfó, sino también la del intelectual
irónico, posmoderno, descomprometido, que está
más allá de todo y no cree en nada. Este intelectual
tiene mayor capacidad de seducción que el intelectual
experto, porque lo que muestra efectivamente es que hay una
crisis de paradigmas, un agotamiento del discurso emancipatorio,
y que no hay nada que hacer más que reírse y tomar
distancia. Me parece que, en ese sentido, el intelectual crítico
–es decir, el que se coloca a distancia del poder e interviene
públicamente- tiene cierta capacidad para leer la realidad
de diferentes maneras y generar alternativas: reconocer los vínculos
que se pueden crear, detectar problemas y comprometerse con sectores
que no tienen poder. Es decir, todo aquello que actualmente es absolutamente
negado por el intelectual experto o mirado con una suerte
de distancia socarrona por parte del intelectual irónico.
- En algunas ocasiones, también hacés
referencia al intelectual como un “habitante de varios mundos”…
- Sí, utilizo la figura de las identidades anfibias
que son las que te permiten existir en diversos universos sin perder
tu identidad. Esto permite, por ejemplo, tener vínculos -como
en mi caso- con organizaciones sociales y, por eso, no perder la
identidad como académica. Abordar sus problemas no me hace
abandonar mi carácter de investigadora, ni me convierte en
una activista plena. No obstante, es algo que puede pasar y también
es una figura posible, aunque yo no me identifico con ella. Hay
intelectuales que se convierten en activistas y se asimilan a un
movimiento particular. Me parece que es una opción muy valiente
aunque creo que lo que está ausente en ese caso es la crítica,
un factor que puede ayudar a desarrollar un proceso de descentramiento
de los movimientos y a la construcción de solidaridades.
Los que ganaron. Los que perdieron
- Haber estudiado la vida en los countries
y, luego, el mundo de los piqueteros y los movimientos sociales,
¿te llevó a reflexionar sobre los contrastes en estas
investigaciones?
- Cuando hice el estudio sobre los countries, tendía a desarrollar
una mirada más en términos de una sociología
de la descomposición social. O sea, una mirada más
ligada a un determinismo sociológico. Inclusive, “La
vida en los countries y barrios privados” fue mi libro
más duro, porque las conclusiones fueron muy pesimistas.
El haber acompañado y estudiado, después, procesos
de organización colectiva, me ayudó para abrir la
cabeza a otros procesos que tienen que ver con la recomposición
social. Todo esto sin idealizar a los movimientos sociales. Es el
mundo de las luchas, que es central y que, me parece, estaba minimizado
en mi propia obra.
- En tu libro sobre los barrios privados,
advertís sobre algunas de las consecuencias del estilo
de vida countrie, ¿pensás que actualmente estos
efectos tienen más visibilidad en la sociedad?
- Dejando de lado la crítica de los sectores medios
progresistas, había en aquel momento una lectura de parte
de los medios de prensa y las consultoras que era sumamente positiva
sobre el fenómeno countrie. Sobre todo, se trataba
de mostrar las ventajas y oportunidades de este estilo de vida,
sin señalar cuáles eran los riesgos o peligros. Esto
no se podía sopesar rápidamente, porque era un fenómeno
muy incipiente. Lo que nosotros advertimos en esa investigación
es que había muchos riesgos que tenían que ver con
tres cuestiones fundamentales: el modelo de socialización
de los niños y sus implicancias en la adolescencia (una ilustración
de ello era el vandalismo infantil, que actualmente aparece rutinizado
en los medios de comunicación); las consecuencias de un estilo
de vida homogéneo y, finalmente, aquello que tiene que ver
con la concepción de lo público y lo privado. Fundamentalmente
vimos cómo se consolidaba el modelo de una ciudadanía
patrimonialista y sus implicancias en términos políticos.
Eso estaba en ciernes, pero veíamos que era un fenómeno
que había llegado para instalarse. Con las grandes inversiones
inmobiliarias que se estaban realizando, no parecía algo
que a los cinco años se iba agotar, si no todo lo contrario,
se iba a expandir. También había una idealización
de la seguridad, como que el countrie iba a brindar la seguridad
absoluta e inviolable. Esto se vio que no era así.
Entre la exclusión y la precarización
- ¿Cuáles son las principales
diferencias entre las protestas de los piqueteros en los años
noventa y las luchas gremiales que vemos en la actualidad?
- La lucha de las organizaciones de desocupados nos reenvía
directamente al mundo de los excluidos. La relación de este
gobierno con el mundo de los excluidos ha sido la de dar continuidad
a los planes asistenciales, multiplicar las políticas clientelares
y estigmatizar a aquellos que se oponen. Entonces, hay una política
de continuidad respecto a otros gobiernos. Más aún,
ha sido una política que tiene como objetivo hacer que los
excluidos interioricen el lugar que tienen hoy en la sociedad argentina
y que es el de aceptar que son excluidos, en un contexto de naturalización
de la desigualdad. Cuando hablamos de las luchas de los gremios
docentes, de los trabajadores de la salud o de los subterráneos,
hablamos de los asalariados; es decir, del mundo de la precarización.
Estas luchas ponen de relieve la profundización de la dinámica
de precarización en la política actual. Esto es algo
que, efectivamente, se diferencia respecto de los años noventa
porque estamos en un contexto de crecimiento económico. Hay
nuevas oportunidades para obtener, por ejemplo, un aumento salarial
pero, al mismo tiempo, se incrementó el trabajo en negro,
empeoraron las condiciones laborales y la distribución de
la riqueza no mejoró. Es decir que hay una ampliación
de las fronteras del mundo de la precariedad y me parece que ése
es el conflicto central hoy.
- ¿Es posible pensar el concepto
de movilidad social en un contexto en el que no hay distribución
de la riqueza?
- Creo que el concepto de movilidad social quedó muy desdibujado
después de las transformaciones que hubo en los últimos
treinta años en el país. Ahora se observa una gran
distancia entre los sectores de clase media y los sectores populares.
Lo que hubo, quizás, recientemente es un aumento o recuperación
en la capacidad de consumo de los sectores medios y altos. En ese
sentido, estos grupos viven una especie de “boom”, que
no es asimilable completamente a lo que sucedió en los noventa
-porque no hay convertibilidad- pero hay un cierto acceso al consumo
que en la época de mayor crisis les estaba vedado. En definitiva,
es en esos términos que se mide la movilidad. No se mide
en función al acceso a un mejor trabajo, educación,
salud o seguridad, sino en relación al consumo. Es el triunfo
del modelo de ciudadano consumidor que se instaló
en los años noventa y que hoy se consolidó.
La estrategia colectiva
- ¿Por qué considerás
que en la Argentina los movimientos sociales han sido más
destituyentes que instituyentes?
- Creo que hay que mirar esto en una perspectiva comparativa. En
toda América Latina se produjo una emergencia de movilizaciones
con ciertos rasgos comunes: la acción directa, la dinámica
asamblearia, el trabajo territorial, el protagonismo de las mujeres,
un nuevo estilo militante por parte de los jóvenes, la aparición
de militantes culturales y sociales. Esto hace que América
Latina, además, sea muy atractiva precisamente por esa impronta
que tienen las luchas desde abajo. En Argentina, se dio una multiplicidad
de luchas sociales en los últimos quince años, que
tienen todas estas características. Es cierto que son luchas
que tuvieron una gran potencia y que han creado formas de contrapoder.
Ahora, cuando digo que son destituyentes es porque la vinculación
con el sistema institucional es algo que no ha sido trabajado completamente.
Esto no quiere decir que no hayan creado nada. Han creado formas
de organización importantes que activaron nuevas identidades.
En ese marco, están los trabajos comunitarios, las asambleas
barriales, las organizaciones piqueteras y campesinas, los colectivos
culturales. Hay un nuevo tejido solidario y comunitario que habla
de una gran organización desde abajo. La noción de
autogestión tiene, en este sentido, toda la relevancia. Sin
embargo, cuando digo que los movimientos sociales en nuestro país
son destituyentes me refiero, sobre todo, a esa imposibilidad
de articular la acción en términos político-institucionales.
Si los comparamos con otros países de América Latina,
como es el caso de Bolivia, efectivamente vemos que los movimientos
sociales lograron articularse en función de consignas instituyentes,
que después llevaron al proceso que entronizó a Evo
Morales y abrió un nuevo horizonte político.
- ¿Se puede hacer un cierto
paralelismo entre las formas de acción de los movimientos
de defensa del medioambiente y el proceso de la protesta social
de los últimos tiempos?
- Creo que comparten rasgos comunes, como la acción directa,
la dinámica asamblearia y, por supuesto, la reivindicación
territorial. Cuando hablamos de territorio hay que hacerlo en términos
genéricos. El territorio es el hábitat, es el barrio,
es el lugar donde uno vive y, por ende, es extensible a los recursos
naturales y los bienes públicos. Puede ser algo muy acotado
o muy amplio. Hay que verlo en contexto. Las luchas socioambientales,
en este sentido, se inscriben en la defensa del territorio y participan
de un ciclo mayor. Hay que destacar que la forma asamblea
como expresión de la sociedad organizada es fundamental.
En este caso, hay capacidad destituyente, de decir no y de bloquear,
pero también estas luchas desde abajo han creado una suerte
de nuevo paradigma de la política; que tiene que ver con
el formato asambleario, la democracia directa y participativa. De
nuevo, aparece la pregunta sobre cómo hacemos para pensar,
en articulación con lo institucional, esta nueva forma de
democracia asamblearia.
Las ciencias
sociales y humanas en Córdoba
Liliana
Aguiar, decana de la FFyH, Mónica Maldonado, directora
del Ciffyh y la rectora de la UNC, Carolina Scotto, en la
inauguración de las jornadas.
Durante los días 10 y 11 de mayo se
llevó a cabo la quinta edición de las jornadas
de encuentro interdisciplinario “Las ciencias sociales
y humanas en Córdoba”, organizadas por el Centro
de Investigaciones "María Saleme de Burnichón"
y la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Facultad
de Filosofía y Humanidades (UNC). Participaron cerca
de 250 expositores y 150 asistentes, en su mayoría
estudiantes de grado. Además de investigadores reconocidos
en el ámbito académico, concurrieron jóvenes
tesistas de grado y posgrado a presentar sus trabajos. Estas
jornadas –que año a año convocan a especialistas
de toda la provincia- se desarrollaron en un clima de intercambio
y camaradería. En este marco, se presentó el
DVD “Paro Activo”, realizado en el seminario Investigaciones
en Performances de la cátedra de Historia de la Cultura
de la Escuela de Historia de la FFyH, a cargo Gustavo Blázquez;
y se realizó la Ciffyesta, con música en vivo
y proyección de videos. |
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