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Sin Fronteras
Un cine de regiones: De Lillo y la experiencia napolitana
La directora italiana Antonieta De Lillo dictó
un seminario para alumnos de la carrera de Cine y TV de la Facultad
de Filosofía y Humanidades. Durante su estadía en
Córdoba, además, presentó una retrospectiva
de sus películas en el Cineclub Municipal Hugo del Carril.
En diálogo con Alfilo se refirió a la producción
cinematográfica regional de Italia y la incidencia de la
formación universitaria en las nuevas generaciones de cineastas.
“Soy una persona del sur del mundo –de Nápoles-
que no le teme a las mezclas”, afirma respecto a cómo
pensar la relación entre ficción y realidad.
De
Lillo: “No estoy contra el cine comercial, sino contra la
homogenización”
Considera que la memoria, la familiaridad con el
lugar y el conocimiento como sensibilidad son aspectos indispensables
para hacer cine. “Sobre todo un cine que tiene como objetivo
principal comunicar sentimientos”. Son palabras de Antonieta
De Lillo, directora de cine nacida en Nápoles en 1960, quien
arribó a la ciudad de Córdoba para dictar un seminario
sobre “Producción cinematográfica regional de
Italia”, durante los días 9 y 10 de mayo. La actividad
fue organizada por el Departamento de Cine y TV, dependiente de
la Escuela de Artes, y el Centro de Producción e Investigación
Artística de la Facultad de Filosofía y Humanidades
de la UNC, junto con el Istituto Italiano di Cultura de Córdoba
y el Consulado General de Italia en Córdoba. Además,
la cineasta asistió a un ciclo especial en el Cineclub Municipal
“Hugo del Carril” donde se proyectaron sus películas
más conocidas: “El resto de nada” (Il resto de
niente), “No es justo” (Non é giusto) y “Una
casa en peligro” (Una casa in bilico), y los cortometrajes
“El Cine” (O Cinema) y “O sole mio”, entre
otros.
Cine y territorio
Para De Lillo, “El cine de autor -o sea, el que no responde
a los cánones del cine americano de espectáculo- debe
cultivar la tutela del propio patrimonio”. La directora defiende,
con su particular manera de mirar la realidad, la realización
de “un cine ligado al territorio”. “Creo que Nápoles
y Torino se destacan por una larga tradición de cinematografía
regional”, expresa.
Precisamente, la ciudad que la vio nacer tiene un especial interés
por la actividad cinematográfica, a tal punto que se habla
de “una escuela napolitana de cine”. “En esto,
las instituciones juegan un papel muy activo”, enfatiza. Tanto
el municipio, como diferentes organizaciones, promueven en la región
de Campania –donde se encuentra Nápoles- la realización
de un cine que desborde la centralidad de la capital romana. Un
ejemplo de ello, dice De Lillo, es la creación de la “Comisión
de Film” (http://www.campaniafilmcommission.org/),
una experiencia organizativa muy interesante que fomenta la realización
cinematográfica local y ofrece apoyo a los cineastas que
están interesados en filmar en las principales ciudades de
la región: Avellino, Caserta, Salerno, Benvento y Nápoles.
Las consideraciones de De Lillo sobre la producción cinematográfica
regional indican que su presencia en Córdoba no es casual.
Ella reconoce que el cine argentino atraviesa por un buen momento
y que los filmes de nuestro país llegan a Italia; sin embargo,
lamenta que la producción se concentre de manera desproporcionada
en Buenos Aires. “Pese a la expansión de la actividad,
me parece que Buenos Aires centraliza fuertemente la producción.
Nápoles, en cambio, tiene una tentativa de sostener una autonomía
mayor frente a la centralidad de Roma”, manifiesta.
La formación cinematográfica
Después de iniciarse como fotógrafa en medios periodísticos,
la directora de “El resto de nada” se licenció
en Espectáculo en la Universidad de Bologna. “Creo
que la educación es muy importante para poder realizar un
trabajo tan complejo como el cine”, subraya, al tiempo que
reconoce que la principal institución educativa de su país
que influye de manera determinante en la visión del cine
italiano actual es la Escuela Nacional de Cine de Roma, también
conocida como Centro Experimental. “Es una famosa y gloriosa
escuela pública de cinematografía –explica-
que en su formación intenta unir la teoría con la
práctica”. En este sentido, De Lillo advierte sobre
la necesidad de que en las escuelas haya gente que se dedique a
la realización cinematográfica, “pero también
quienes teoricen sobre el cine, lo analicen y vayan escribiendo
la historia” del séptimo arte. Preservar la memoria
del cine es otra de las funciones importantes que De Lillo asigna
a las universidades y agrega: “La única nación
de Europa que tutela su patrimonio fílmico es Francia, porque
que tiene un sentido nacional del cine”.
La directora también dio a conocer la dramática situación
que vive actualmente la Escuela Nacional de Cine y la crisis que
atraviesa la industria cinematográfica italiana que, en los
últimos años, redujo considerablemente el número
de películas estrenadas. La preocupación por estas
dificultades movilizó a un grupo de cineastas –entre
ellos, a Bernardo Bertolucci- para solicitar públicamente,
al ministro de Cultura italiano, la sanción de una nueva
ley que regule la actividad y, entre otras cosas, permita mejorar
el estado de deterioro que sufre la Escuela.
“No estoy contra el cine comercial, sino contra la homogenización
de todo”, dispara. Y critica la difusión masiva de
pocos filmes que invaden el mercado, sin que haya otros espacios
ni alternativas para que el público pueda elegir. “Ante
esta situación –reclama- es como que el cine de autor
bajara la cabeza, se doblegara, y aceptara ser una imitación
del cine comercial”.
Documental y ficción
“La relación entre documental y ficción es como
la relación entre el hombre y la mujer, se necesita un poco
de uno y del otro”, asegura De Lillo con una sonrisa. Para
la crítica italiana Alexandra Riccio -quien acompañó
a la directora en este viaje a Córdoba- De Lillo fue una
precursora en utilizar la técnica documental en un momento
en el que pocos la practicaban y casi no concitaba la atención
del público. Por ejemplo, “El cine” (O cinema)
es un cortometraje rodado en 1999 que aborda desde un punto de vista
lingüístico y cinematográfico la unión
entre ficción y realidad. “El cine de ficción
absorbe mucho del documental. En este sentido, soy una persona del
sur del mundo –de Nápoles- que no le teme a las mezclas”,
precisa la realizadora. Por su parte, Riccio explica que la mixtura
es también una característica propia de los napolitanos.
“Es una ciudad mestiza: nobleza y miseria, franceses y españoles.
Todo se mezcla en Nápoles; jamás fue una ciudad pura”.
En el caso de “No es justo” (Non é giusto), De
Lillo comenta que decidió utilizar el video “para poder
sumergir la complejidad de la escritura cinematográfica de
ficción, en una realidad”. “La gente piensa que
es un documental, pero es una película que está totalmente
guionada. El aspecto documental aparece en la utilización
de lugares y ambientes reales, es decir, que no están reconstruidos
como en el cine de ficción”, aclara.
Desde su óptica, la cámara digital ha revolucionado
el cine. En el sentido de que “en el cine tradicional, los
actores y los espacios estaban obligados por la pesadez de la técnica”.
Según De Lillo, el soporte digital pone en evidencia que
la forma y el contenido van unidos, aunque –afirma- “lo
indispensable es el contenido”. “He visto filmes que
son un triunfo de la estética, pero con un contenido terriblemente
irritante”, concluye.
Sobre
la realizadora
Antonietta De Lillo nació en Nápoles el 6 de
marzo de 1960. Periodista, después de trabajar como
fotógrafa para importantes diarios y semanarios, se
trasladó a Roma donde trabajó en producciones
televisivas y cinematográficas en calidad de asistente.
Se licenció en Espectáculo en la Universidad
de Bologna. En Roma fundó con Giorgio Magliulo la productora
Angio Film y realizó los primeros largometrajes de
ficción: Una casa in bilico (1985), premiado en Taormina
y Matilda (1990). En 1992, junto al grupo Teatri Uniti y a
la Angio Film, produjo la primera obra de Mario Martone, Morte
di un matematico napoletano. Fundó en Nápoles
el centro de producción Megaris y se dedicó
al video-retrato, filmando: Angelo Novi fotografo di scena
(1992), Promessi sposi (1993), La notte americana del dottor
Lucio Fulci (1994) y otros. En 1995 volvió a los largometrajes
con Racconti di Vittoria, y dos años más tarde
con Muzzarella, episodio de la película colectiva I
Vesuviani qué concursó en Venecia. En 2004 llevó
al cine la novela de Enzo Striano Il resto di niente presentada
en la Muestra Internacional de arte cinematográfico
de Venecia 2004. La película, con María De Medeiros,
fue candidata a tres David di Donatello, entre ellos a la
mejor protagonista femenina, y ganó el David por el
vestuario. Obtuvo también tres Ciak d'oro y otros importantes
reconocimientos.
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