Dónde hubo fuego, que vuelva el monte

Las autoridades y el equipo de gestión de la Facultad de Filosofía y Humanidades queremos manifestar nuestra solidaridad con las víctimas de los incendios desatados en los últimos días en la provincia de Córdoba.

Hacemos pública la profunda preocupación que nos generan estos recurrentes episodios de estragos incendiarios originados -en la casi absoluta mayoría de los casos- por acciones humanas. Estragos socioambientales que se articulan a procesos de acumulación de daños y pérdidas ambientales de larga data, que se multiplican en un contexto global de cambio climático sociogénico, que produce el calentamiento progresivo del clima planetario.

En este contexto, y como institución pública atenta a las demandas de nuestro pueblo, nos alarma la falta de consideración en las agendas políticas de la mayoría de lxs candidatxs presidenciales de las acuciantes problemáticas socioambientales; hecho que quedó plenamente evidenciado en el último debate presidencial, particularmente en aquellxs candidatxs con mayores posibilidades electorales. Mientras la mayoría de lxs ciudadanxs de este país consideraron a las problemáticas ambientales como uno de los temas prioritarios a tratar en ese espacio, las superficiales y erráticas manifestaciones vertidas evidencian un total desconocimiento, desconsideración e incluso, negacionismo de estos  problemas ineludibles y urgentes.

La explosión de conflictos socioambientales en las últimas décadas, en todos los rincones del planeta, y particularmente en Argentina, se vinculan directamente a los modelos de producción hegemónicos de corte extractivista que se profundizaron desde principios de este siglo. Maristella Svampa, llama a este nuevo ciclo de expansión del capitalismo: consenso de los commodities; ya que los países latinoamericanos han aceptado modelos económicos hiperdependientes de la exportación de materias primas que generan un efecto de re-primarización de la economía con la consecuente concentración de la riqueza en pocos grupos económicos, fugas de capitales, destrucción y contaminación ambiental, multiplicación de “pasivos ambientales” y procesos de cercamiento y expulsión de comunidades locales, entre otras múltiples violencias e injusticias.

Por esto, resulta grave la falta de inclusión en las agendas políticas de las cuestiones ambientales, pero también la falta de discusión del modelo económico que nos condena a la dependencia de los grupos económicos concentrados, y a la desposesión y expoliación de nuestros bienes comunes. Los episodios de persecución y violencia estatal contra defensores ambientales y pueblos originarios en Chubut, Catamarca, Jujuy y también en Córdoba, muestran que este modelo se expande e impone con represión.

Este proceso de expoliación ambiental no sería posible sin una justicia cómplice. Sólo para ejemplificar, en Córdoba la justicia ha resuelto rápidamente la imputación contra defensores ambientales, mientras “cajonea” durante años y da por prescriptas graves causas de contaminación ambiental que tienen a funcionarios públicos y empresarios poderosos como principales responsables.

En el mismo sentido, resulta llamativo que existiendo leyes que prohíben el cambio de uso de suelo en zonas protegidas incendiadas, la Secretaría de Ambiente de nuestra provincia habilite dichos “cambios de uso de suelo”, permitiendo el avance inmobiliario, minero, agrario o de grandes infraestructuras como autovías en zonas de bosques protegidos. Por eso, hoy más que nunca, queremos hacer nuestra la consigna de lxs brigadistxs forestales que como un mantra repiten: Dónde hubo fuego, que vuelva el monte.

El economista y sociólogo Enrique Leff afirma que la crisis ambiental que experimentamos se funda en una crisis epistémica; señala que los profundos desequilibrios climáticos y daños ambientales de nuestro tiempo se originan en el pensamiento dominante que gobierna el mundo, sostenido en lógicas economicistas. Lógicas para las cuales absolutamente todo lo que configura nuestras existencias, se considera mercantilizable; entendido en término de recursos a disposición de la apropiación y explotación. En este marco, la ciencia occidental gobernada por lógicas economicistas, cumple un rol legitimador en esta maquinaria de la explotación de territorios y cuerpos. La fragmentación de la ciencia en disciplinas inconexas y la despolitización de la “técnica”, obturan la conciencia crítica y la crítica epistémica que nos permite como profesionales reconocer, por una parte, las enormes limitaciones de los conocimientos técnicos fragmentados y abstraídos de sus contextos de aplicación/impacto. Y, en consecuencia, reproduce una forma de quehacer científico ciego y des-responsabilizado de sus efectos, impune ante las violencias y daños socioambientales que provoca, desconoce, invisibiliza o encubre.

Por eso, desde la Facultad de Filosofía y Humanidades, apostamos a un conocimiento involucrado. Desde hace algunos años, docentes, investigadorxs y estudiantes, venimos impulsando espacios de encuentro y trabajo transdisciplinar y extensionista orientado al diálogo de saberes, entendiendo al conocimiento como un proceso abierto en permanente construcción y reformulación; que reconoce la diversidad de formas de saber y busca formas alternativas de abordar los problemas, en función de demandas comunitarias situadas.

En este camino, la FFyH decidió la creación del Área Ambiente, Sociedad y Territorios a fin de articular y promover el desarrollo de prácticas académicas involucradas en la atención de las necesidades de las comunidades atravesadas por diferentes problemáticas socioambientales y conflictos territoriales.

Desde este incipiente espacio, queremos manifestar nuestra solidaridad con las víctimas de los incendios, nuestro profundo dolor ante la destrucción de ecosistemas invaluables e indispensables para la sostenibilidad de la trama de la vida y convocar a todas las Unidades Académicas de esta Universidad a profundizar los espacios de diálogo interdisciplinarios e interpelaciones epistemológicas que nos permitan construir conocimientos y prácticas académicas socialmente significativas.

Fotografía: gentileza La tinta