La Sala de las Américas fue el escenario para que 132 graduadxs recibieran sus diplomas de posgrado, grado y pregrado. El Decano, Juan Pablo Abratte, y lxs egresadxs que hicieron uso de la palabra destacaron el valor de la educación pública y el compromiso de la Facultad en la construcción de una ciudadanía política que trasciende el saber académico de quienes transitan por su sus diversos espacios institucionales.
La segunda ceremonia de colación de la Facultad de Filosofía y Humanidades tuvo los condimentos de un año intenso en lo político y académico, que se vio reflejado en los discursos que compartieron autoridades y lxs propixs homenajeadxs.
Antes de que lxs 132 egresadxs recibieran sus diplomas de posgrado, grado y pregrado, el Decano de la Facultad, Juan Pablo Abratte, compartió un discurso que da cuenta de que en Filo éste no es un trámite burocrático más, sino la celebración de una experiencia donde la acreditación académica de un saber específico es una parte de la formación política y ciudadana de quienes transitan por la universidad pública.
¿Qué es una facultad? Se preguntó Abratte al comienzo de su intervención. Muchas fueron las respuestas que ofreció el Decano de una facultad que tiene, a diferencia de otras, campos disciplinares muy diversos: “Más allá de la trayectoria institucional y académica de cada uno de estos campos, y de su institucionalización en el marco de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC –que como en todos los casos tiene una historia particular y se vincula a escenarios políticos, actores sociales concretos, núcleos intelectuales y procesos históricos siempre singulares- nos nuclea un campo muy amplio de preocupación por la humanidad en sus dimensiones filosóficas, históricas, políticas, culturales”.
Como la universidad no es –ni puede ser- una institución divorciada de la realidad social y política en la que está inserta, el Decano destacó que Filo estuvo atravesada “por al menos tres procesos que- aunque puedan parecer coyunturales- nos obligan a una reflexión profunda en la medida en que reconfiguran nuestros enfoques y perspectivas de formación.”
Esos procesos fueron el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, la defensa de la universidad pública en el marco del conflicto salarial y presupuestario y la restauración neoconservadora y neoliberal en el país y en la región.
Independientemente de los resultados legislativos por la legalización del Aborto, la potencia del movimiento feminista y de los movimientos LGBTQ por la ampliación de derechos y la igualdad de género tiene carnadura institucional en Filo: la creación del Programa de Género, Sexualidades y Educación sexual integral, un espacio transversal que articula múltiples instancias (Secretarias, Escuelas y Departamentos, CIFFyH, Centro de Estudiantes, etc.) en torno a la problemática de género en sus diversas expresiones. “Entendemos que estos procesos de institucionalización de la problemática de género nos fortalecen académica y políticamente a la vez que constituyen también un rasgo identitario –en la medida en que se asientan en una larga trayectoria de investigación, producción intelectual, debates y construcción colectiva de conocimientos- que tuvo en esta facultad un espacio privilegiado”, resalta Abratte.
Un espacio político
“Cuando nos preguntamos qué es una facultad –en el campo de las universidades públicas- no podemos dejar de pensarlas como un espacio político, de autogobierno en distintos planos institucionales. En nuestro caso, en los espacios de la gestión decanal, del HCD, de las Escuelas y Departamentos, de los modos de participación de los diversos claustros, de sus formas de representación colectiva. Son también y principalmente esos espacios, los que nos constituyen como comunidad”, señaló el Decano durante un discurso que fue aplaudido varias veces por quienes colmaron la Sala de las Américas. Crítico de los cambios impulsados por la actual conducción universitaria, advirtió que “nos enfrentamos a un proceso de debilitamiento académico, institucional y político de las facultades a partir de una reforma política que desdibujó nuestro lugar en la representación electoral, y de una reforma académica fuertemente centralizada, que desdibuja los campos disciplinares y los proyectos formativos”.
En este sentido, el Decano advirtió que “se nos pretende reducir a una unidad administrativa y de gestión de conflictos –cada vez más crecientes por otra parte- Pero frente a este escenario, la Facultad de Filosofía y Humanidades sigue siendo un espacio institucional y académico de gran potencialidad para la formación. Ustedes, los y las egresados y egresadas pueden valorarlo y de hecho lo valoran a partir de su experiencia universitaria”.
Frente a una masiva concurrencia en el Pabellón Argentina, Abratte destacó la cuestión identitaria de Filo: “Esta facultad sigue siendo un espacio de hospitalidad para el debate, la discusión pública, la formación crítica, la participación social y comunitaria, la producción de cultura, la celebración y la movilización. Sin que ello le quite relevancia a la formación académica, la investigación y la intervención profesional. Esta facultad sigue siendo un espacio potente para transitar la experiencia universitaria en sus múltiples dimensiones, con la riqueza –algunas veces caótica o contradictoria- que esas dimensiones expresan”.
Una de quienes transitaron esa experiencia fue Fernanda Tenllado, estudiante de Ciencias de la Educación que falleció en 2016, a quien del Decano quiso recordar: “Fernanda hoy recibiría su diploma de licenciada y es una excelente imagen de lo que representa una trayectoria formativa comprometida, no solo en los tramos académicos del cursado de la carrera, sino en espacios institucionales y comunitarios en los que desarrolló temprana y apasionadamente su experiencia universitaria”.
Herramienta de transformación
Minutos antes de subir a recibir su diploma de Doctor en Historia, Pablo Requena habló en representación de lxs graduadxs de posgrado. Sin restarle valor a lo académico, y con una voz entrecortada por la emoción, eligió destacar la dimensión política de su experiencia universitaria en el año en que se cumple el centenario de la Reforma que pateó el tablero de la educación superior en América Latina: “¿Para qué sirve la universidad pública? Y mejor aún, ¿Para qué sirve la educación pública? No son preguntas ociosas, puesto que la tarea del momento es construir pero también defender la universidad abierta, cuyos saberes no sean mercancías sino herramientas que habiliten la creación de horizontes más amplios, particularmente para los subalternos y arrasados. Una universidad que esté en las expectativas de cada vez más amplias zonas de la sociedad. La tarea del momento es sin dudas no se solamente universitarios y que nada de lo humanos nos sea ajeno”.
Carolina Ricci fue la encargada de expresar las múltiples sensaciones que atravesaron a lxs graduadxs de grado y pregrado. Con el pañuelo verde aferrado a su puño –como muchas de las mujeres que recibieron su diploma-, la flamante licenciada en Geografía señaló que “la educación es y debiera ser un derecho”. Sin embargo, “si el derecho no incluye una educación de calidad y no incluye a toda la población no estamos garantizando plenamente la igualdad de oportunidades”, completó Ricci.
Integrante de los movimientos que luchan por una sociedad igualitaria, dijo: “Elegimos y defendemos la educación pública porque la universidad es un campo de construcción política. La universidad como espacio público nos invita a ser en vinculación con otros, otras y otres diferentes, a transitar espacios de formación que exceden a las aulas como las asambleas, las organizaciones políticas, los equipos de investigación, los grupos de lectura y tantos otros que tienen lugar sólo y porque hay valores e ideales que se construyen en el hacer y estar de lo público. La universidad como espacio público se presenta como el lugar de conformación de una ciudadanía que valore y propicie nuestra diversidad pero que demande, además, nuestra responsabilidad en la búsqueda de igualdad de condiciones para su ejercicio”.
Las palabras dejaron lugar a la música y fue Mery Murúa la encargada del toque mágico de una ceremonia altamente emotiva, tanto para quienes completaban en este acto su ciclo académico como para quienes acompañaron o sostuvieron ese logro, que se coronó con el juramento de lxs 132 graduadxs frente al Decano y la entrega del ansiado diploma.
Un reconocimiento que como había dicho Abratte en relación a la experiencia de Tenllado, “cualquier diploma le queda chico a esa experiencia que –como todas– tiene una dimensión que la trasciende y esa dimensión es necesariamente humana, espiritual y colectiva. Si permitimos que la universidad sea sólo una máquina productora de diplomas, certificaciones, acreditaciones y reconocimientos quedarán pocos espacios para otras tantas Fernandas y perderemos como comunidad mucho más de lo que supuestamente ganaríamos como organización”.