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Opinión
Un escritor comprometido con su tiempo
Rodolfo Walsh no está muerto. A treinta años
de su forzada desaparición, sus textos convocan al presente
para pensar cuáles son los modos posibles de la escritura
periodística y literaria, ya sin el marco convulsionado –ni
los sueños- de los setenta. Las jornadas-homenaje -organizadas
por la cátedra de Movimientos Estéticos y Cultura
Argentina de la Escuela de Ciencias de la Información y la
cátedra de Literatura Argentina I de la Escuela de Letras
(FFyH) de la Universidad Nacional de Córdoba– son una
prueba más de que el autor de Operación Masacre vive
y que sus ideas son su revancha . Este evento realizado los días
29 y 30 de marzo reunió a una diversidad de docentes y estudiantes
interesados en que el legado walshiano no se convierta en una pieza
de museo. La programación incluyó mesas de debate,
talleres de lectura, conferencias, muestras fotográficas
y proyecciones de documentales, entre otras actividades .
Como esas marcas que dejan las balas en la pared, las palabras disparadas
por Walsh hace medio siglo parecen ser la evidencia de un intelectual
extinguido. En el ejercicio de levantar las capas de revoque que
por décadas cubrieron los huecos de nuestro pasado se renueva
la apuesta de quienes, como Walsh, creen en la importancia de dar
testimonio. A continuación Alfilo reproduce el texto de la
ponencia de María Paulinelli, docente organizadora de estas
jornadas.
:Ilustración
de la muestra de trabajos del Taller de Comunicación Visual
(ECI)
La relación entre la militancia, la literatura
y la política adquiere un espesor particular en la producción
discursiva de Rodolfo Walsh.
Quizás sea en la narrativa de no ficción donde estos
elementos se centralizan en una enunciación que privilegia
una nueva concepción de la literatura y de la función
del intelectual.
Quizás sea también, una posibilidad de entender un
tiempo y de entendernos a nosotros.
De ahí un recorrido sucinto por estas dos propuestas que
nos conducen, una y otra vez, a un compromiso con ese tiempo que
fue suyo y que aún puede ser nuestro.
Una nueva concepción de la literatura acorde al surgimiento
de una sociedad distinta.
En 1970, en una entrevista de Ricardo Piglia, Rodolfo Walsh establece
los lineamientos de una nueva literatura, acorde a los tiempos diferentes
que un proyecto revolucionario plantea.
Son sus expresiones, quizás, las que definen certeramente
esta posibilidad diferente en la enunciación de los relatos.
Señala así como condición primordial para la
enunciación de toda propuesta : “En Argentina, es imposible
hacer literatura despegada de la política.”. Una Argentina
contextualizada en la iniciación de los 70 que permitía
vislumbrar un proyecto revolucionario en todos los niveles de la
sociedad. Por eso, también expresa: “Es probable que
un nuevo tipo de sociedad y nuevas formas de producción exijan
un nuevo tipo de arte más documental”.
Este tipo de arte nos remite a los postulados de esa literatura
fáctica de los 20, que enfrentaba la perspectiva lukacsiana
promotora del realismo. Pero también nos remite a Benjamín
y a Brecht en su consideración de la literatura documental
como una posibilidad para superar esa tradición narrativa.
Una tradición narrativa en la que la ficción en el
desplazamiento de argumentos y personajes construidos según
los procedimientos de la verosimilitud posibilitaba una determinada
representación del mundo en “esa remisión a”,
que significaban. Constituía así la novela tradicional,
expresión fundamental de la narrativa burguesa. Una forma
literaria fácilmente asimilable por la cultura hegemónica
y que redundaba en la conformación de una lector neutralizado
y pasivo. Es por esto que Benjamín y Brecht insistían
en una narrativa diferente que tomara en cuenta las exigencias de
un nuevo público. Por eso rechazaban el narrador ficticio
para construir el texto a partir de elementos documentales. Se cuestiona,
se impugna el carácter ficcional de los relatos para proponer
una literatura en la que el material documental adquiere nuevas
y distintas significaciones en esas vinculaciones. Pero, que a su
vez, la elaboración formal, el trabajo textual emerjan como
elementos relevantes en la elaboración del texto.
Esta postura-señala Amar Sanchez- “que considera al
cambio formal capaz de modificar la función de la literatura
es antagónica de una concepción centrada en lo temático
exclusivamente. y la rechaza por considerarlas políticamente
ineficaz y estéticamente improductivas”. De allí
la ruptura con esa literatura tradicional y sus formas en la enunciación
de las posibilidades distintas de narrar.
Estas posibilidades se corporizan ahora, en la narrativa de no ficción.
Se integra así, a una tradición que propone un arte
vinculado con lo político, pero para ello privilegia la renovación
formal como medio novedoso para lograr un nuevo tipo de lector.
Esto nos remite –a su vez- a la experimentación vanguardista
en la ruptura, pero también en la exasperación de
las formas particularizadas en los 60 con la incorporación
y legitimación de las técnicas de reproducción.
Es por esto, que frente a esa vieja literatura, Walsh señala:
“La denuncia traducida al arte en la novela se vuelve ineficiente,
no molesta para nada, es decir la sacraliza como arte”.
Propone, entonces, los rasgos distintivos de una nueva literatura
“acorde a los nuevos tiempos”que se materializan, no
sólo en sus declaraciones, sino en su práctica como
escritor:
-Un arte vinculado a la política.
-El testimonio y el documento como expresiones específicamente
artísticas.
-El reconocimiento de una literatura que excluya lo ficticio y que
privilegie el material documental.
-El rechazo del concepto de verosimilitud como ilusión de
realidad que implica-en consecuencia- la negación de la teoría
del reflejo.
-La importancia del montaje y del modo de organización del
material. “Evidentemente en el montaje, la compaginación,
en la selección, en el trabajo de investigación se
abren inmensas posibilidades artísticas”.
-La diferencia con el discurso histórico y el periodismo
tradicional. A la presunta objetividad y distanciamiento en la elaboración
de la verdad con ese borramiento del sujeto enunciador, esta nueva
narrativa propone una explícita presencia del narrador materializado
en las marcas en el texto como así también en el protagonismo
que supone la selección, el montaje y la compaginación
del material documental.
-La transformación en la función de los sujetos. Estos,
ya sean narradores o protagonistas-señala Amar Sánchez-“funcionan
como nexos, puntos de articulación de diferentes campos de
referencia (…) La peculiar fusión entre narrador textual
y autor real, arrastra una notable incidencia personal: su voz,
su perspectiva implica siempre una politización del relato.”.
Lo que implica una ratificación de la parcialidad de la verdad,
para mostrar la posibilidad de enunciar una verdad entre otras.
-La importancia concedida a los medios técnicos de reproducción
como posibilidades que brindan para adecuar la obra artística
a las actuales condiciones de producción de los mensajes.
Posibilidades que se centran, asimismo, en la circulación
y recepción ya que permiten el acceso de un público
masivo, con las consiguientes implicancias en las transformaciones
sociales.
-Una particular utilización de estos medios en el rechazo
de “la convencional repetición de clisés, consumo
alienado y recuperación despolitizada de toda diferencia”
(Amar Sánchez).
Es decir, la negación de una tranquilizadora producción
y recepción en ese cuestionamiento a la construcción
de la verdad.
De tal manera, la no ficción se politiza desde el momento
mismo de su producción en la adecuación a un proyecto
de cambio para la sociedad a partir de un escritor diferente que
entraña también un nuevo tipo de lector. Politización,
que se propone desde un cuestionamiento básico a los sistemas
de representación.
El rol del intelectual en esa conciencia de un nuevo tiempo que
exige formas distintas de producción artística. Un
rol que supone, asimismo, un arte de convicciones en la concreción
de la presencia comprometida con su tiempo.
Los principios sustentadores de la no ficción, señalan
la necesidad de un particular tipo de intelectual, de un escritor
comprometido con su tiempo tanto en esa historicidad de las formas
de enunciación como en las exigencias respecto a una particular
forma de recepción.
Rodolfo Walsh particulariza esa propuesta en la definición
del intelectual. En el Programa de la CGT de los Argentinos del
primero de mayo del ‘68, explicita: “Les recordamos:
el campo del intelectual es por definición la conciencia.
Un intelectual que no comprende lo que pasa con su tiempo y en su
país, es una contradicción andante, y el que comprendiendo
no actúa, tendrá un lugar en la antología del
llanto, no en la historia de su tierra”.
Así expresa la función del intelectual en la sociedad
y el compromiso con su tiempo.
La literatura se convierte en una posibilidad de
respuesta. Es el violento oficio de escritor, como lo define. La
narrativa de no ficción, específicamente, le permite
compendiar reflexión y acción, escritura y militancia.
La acción de relatar le posibilita conferir significados.
La construcción- la selección, la combinación,
el montaje- no son inocentes. Implican elecciones: permanencias
y rechazos. Justifica la producción discursiva resultante.
De ahí que cada texto propone una verdad, un sentido que
depende de todos esos procesos que inciden en la construcción
del discurso, incluido el uso de un lenguaje particular.
Es que los hechos no pueden conocerse más que a través
de los relatos que organizan de distinta manera el material documental
y lo narrativizan. La nueva concepción de la historia como
relato, como discurso, lo avala y lo refrenda. (White,1992). La
crisis de la objetividad también planteada en el Nuevo Periodismo
lo ratifica. La narrativa de no ficción confluye en esto.
Estos relatos son maneras, posibilidades de acercamiento a lo real.
Por eso pueden definirse como modos, versiones de los hechos. La
ficción resulta una construcción, pues es un efecto
del modo de narrar.
De allí el valor de la escritura.
De allí, también la responsabilidad del escritor en
esa búsqueda de la verdad de los hechos.
Los textos resultan de investigaciones y trabajos
con las pruebas, con los testimonios, con las comprobaciones. Por
eso lo real está en esa documentación que son los
diferentes registros seleccionados. No en la observación
personal de quien relata. No en la subjetividad de quien observa,
escucha, mira.
Podría decirse –señala Amar Sánchez-
“que los hechos existen en la medida en que son contados,
en que alguien ha registrado algo sobre ellos y se puede proceder
a su reconstrucción.”. Es que la verdad es la resultante
de esa construcción discursiva que es ese relato no ficcional.
De allí la importancia del escritor en cuanto constructor
de la realidad a partir de estos relatos.
Es que es una visión entre otras. Una visión más.
En esa “una entre otras” está el sentido de la
responsabilidad, del compromiso.
Pero además esa verdad que resulta de esa versión
remite a la idea de sujeto. Tanto el sujeto que construye, los sujetos
que testimonian como los sujetos que receptan.
Todos, escritores y lectores construyen una verdad que es una versión
y que se materializa en un relato, en una narración.
Como resultado de una elección histórica determinada,
de una elección frente a cómo y por qué narrar,
de tender oblicuas miradas al mundo para tratar de mejorarlo.
Esta es la relación entre la literatura, la política
y la militancia que Walsh enunció y llevó a la práctica.
Una legitimación de los sujetos conscientes en el uso de
la libertad para la construcción de un mundo más humano.
María Paulinelli
Profesora
e investigadora de la UNC. Estudia las particularidades de la relación
comunicación/cultura. Ha dictado cursos y seminarios sobre
el tema, además de publicaciones variadas. Participa en el
grupo Memoria del Centro de Estudios Avanzados (UNC).
Bibliografía
Amar Sanchez, Ana María. 1992. El relato de los hechos. Beatriz
Viterbo Editores Rosario.
Baschetti, Roberto. 1997. Ese hombre y otros papeles personales.
Editorial Siglo XXI. Buenos Aires.
Benjamín, Walter. 1973 La obra de arte en la época
de su reproductibilidad técnica en Discursos Interrumpidos
I .Taurus. Madrid.
Laforgue, Jorge. Compilador. 2000. Textos de y sobre Rodolfo Walsh.
Alianza Editorial. Buenos Aires.
Redondo, Nilda Susana. 2001. El compromiso político y la
literatura. Ediciones Universidad Nacional de Quilmas. Buenos Aires.
Walsh, Rodolfo. 1973. Un oscuro día de justicia. Edición
Siglo XXI. Buenos Aires.
White, Haydn. 1992. El contenido de la forma. Editorial Paidós.
España.
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