Las constelaciones en el cielo de la poesía argentina
Silvio Mattoni dirige un equipo de investigación que trabaja sobre la obra de algunos poetas para proponer un panorama completo de los rasgos característicos de este género desde la segunda mitad de siglo XX hasta la actualidad. Además, reflexiona sobre el lugar que ocupa la poesía en la academia y el mercado literario.
La constelación es una agrupación de estrellas aparentemente cercanas y que, a través de un trazo imaginario, los seres humanos imaginan ciertas figuras. “Hay muchas constelaciones, pero sólo algunas llegan a ser signos del zodíaco”, dice Silvio Mattoni.
Esta metáfora, que también es parte de una teoría de Theodor Adorno, quien utilizaba este término para referirse a un conglomerado de conceptos opuesto a la idea de un conjunto estructurado, es lo que guía a Mattoni y su equipo de investigación en el proyecto “Constelación de singularidades: experiencia, lenguaje y subjetividades en la poesía argentina contemporánea”, codirigido por Cecilia Pacella e integrado por María Gabriela Milone, Carlos Surghi, Adriana Canseco y Franca Maccioni.
Esta investigación se propone estudiar las obras de poetas argentinos, producidas a partir de la segunda mitad del siglo XX, como Hugo Padeletti, Arnaldo Calveyra, Néstor Perlongher, Macedonio Fernández y Alberto Girri.
Cada uno de ellos es visto desde la singularidad de su propia poética pero situado en un espacio común en el cual la mirada puede trazar el contorno de una constelación, determinada por el entramado particular que instaura cada obra, a partir de tres conceptos que son las líneas conductoras del proyecto: experiencia, lenguaje y subjetividad.
“Se puede pensar a los autores como una constelación, en el hecho de que se les adjudica una importancia mayor que a otros poetas que no se estudia y se plantean los puntos a tomar en cuenta si uno quisiera diseñar un mapa del cielo de la poesía argentina contemporánea”, explica el director de la investigación radicada en el Ciffyh. “Al plantear una mirada sobre la literatura argentina contemporánea estamos también apartándonos de otras miradas, otros recortes y otras obras y autores. Eso es bastante consciente en el equipo y en la práctica”.
De esta manera, cada obra sería como una estrella que particularmente emite su brillo y la investigación estética de las mismas le permitiría al equipo un trazo de líneas para lograr un determinado dibujo. O sea, cada obra es el comienzo de una constelación.
El espacio temporal sería todo el firmamento y la primera constelación propuesta para el desarrollo de esta investigación intenta trazar un dibujo entre las obras de Fernández (“Teorías”, “No toda es vigilia la de los ojos abiertos” “Relato, cuentos, poemas y misceláneas”, entre otras), Calveyra (“Poesía reunida”), Girri (“Obra poética”), Perlongher (“Poemas completos”, “Prosa plebeya”) y Padeletti (“La atención” y “El andariego. Poemas 1944-1980”).
“Trabajamos con autores que empezaron a publicar a mediados del siglo XX y están en relación a una cierta actitud de vanguardia. En el caso de Macedonio Fernández, su obra poética es bastante escasa. Son 20 poemas nomás, pero si uno los pone en conexión con el resto de la obra, el autor hace unos experimentos muy extraños con el lenguaje y es precursor de cierta vanguardia. Incluso es leído en los años 70 como un antecedente fuerte de una serie de modificaciones en la nueva literatura. En general, todos los autores están tomados desde esta perspectiva. Ellos plantean una relación problemática con el lenguaje y con el mismo género de la poesía”, señala Mattoni, quien también se desempeña en la FFyH como docente de la cátedra de “Estética y crítica literaria” en la Escuela de Letras.
La selección de los autores está ligada a los propios intereses de los miembros del equipo. Cada uno propone un poeta, pero además algunos trabajan sobre un tema en particular y observan cómo se refleja en las obras de varios escritores. “Se discute la importancia de cada autor y se piensa también en los que deberían estar en el proyecto para que quede un panorama completo”, agrega Mattoni y explica que el tema de investigación no está relacionado con el autor. Generalmente su obra forma parte del corpus. “No está pensado analizar la bibliografía del autor, sino más bien ver qué temas se disparan desde ahí: sus posiciones teóricas o filosóficas, sus opiniones sobre la literatura, etcétera. En general, esto está vinculado a la elección del tema, porque eso determina una bibliografía teórica que ocupa el 50 por ciento de las lecturas, que se ponen en diálogo con la obra del autor. Más bien se trataría de pensar una teoría por poeta y no una teoría para la poesía. En ese sentido, la obra reflexivo-teórica del poeta, si la hay, es bastante útil”.
De esta manera, se trata de exponer cómo cada una de sus obras muestra de una manera singular la forma en que son atravesadas por una problemática propia de la poesía contemporánea: la relación entre experiencia y escritura.
Investigar sobre la poesía
Silvio Mattoni empezó a escribir poesía durante su adolescencia, aunque dice que descartó toda la obra realizada durante esos años. A los 20, cuando ya cursaba en la Facultad, compuso su primer libro. En 2004 obtuvo la beca Guggenheim y se convirtió en el escritor de poesía más joven en tener ese reconocimiento.
Si bien es investigador del Conicet, publicó numerosos ensayos, escribió críticas literarias durante 13 años en el diario La Voz del Interior y tradujo a Paul Valéry, Cesare Pavese, Marguerite Duras y Henri Michaux, entre otros, él se considera un poeta.
– ¿Por qué te interesó investigar sobre la poesía?
Me interesó primero porque yo la escribía y porque, al tener cierto grado de dificultad, la crítica que uno tiene que hacerle a la poesía requiere un mayor esfuerzo argumentativo. La prosa que uno tiene que hacer sobre el poema tiene que sostenerse mucho en sí misma. La poesía no es tan descriptible. Además, me interesa la obra de los poetas en la medida en que cuando un autor resiste al paso del tiempo realmente tiene mucho para analizar. Son obras que, más allá de que hayan sido poco leídas, siempre tienen elementos interesantes y como lo relacionamos con la filosofía, ese punto de problematizar el lenguaje me interesa y eso en la poesía es central para el género.
– ¿Creés que la poesía fue marginada de la academia y del mercado?
– En las cátedras de la Escuela de Letras ha quedado un poco desplazada la poesía como género. No tiene un lugar central en la historia de la literatura y también hay poca investigación. Entonces, el proyecto sirve para suplir eso. Es como que la academia replica al mercado. El mercado editorial funciona más con la narrativa o con el ensayo y la poesía queda marginada. Solamente poetas muy consagrados aparecen en las grandes editoriales.
– ¿Por qué pensás que sucede esto?
– Es un problema de relación con la lectura. Se identifica a la narrativa como una lectura más ligada al entretenimiento y el carácter más fragmentario o hermético de la poesía plantea un problema. Y también es un problema para los que hacen críticas, porque es más fácil hacer una crítica de una novela que de un poema. Con la primera, podes hablar del contexto, de la historia, del referente, de la estructura. Es algo que ocurre desde fines del siglo XIX, que ya se produce ese quiebre en todo el continente, no es una cosa argentina. Deja de ser un género que se difunde de manera masiva y desde entonces la poesía se lee poco en todo el mundo. También porque se la empieza a definir como algo que se opone a ser consumido, que tiene un grado de resistencia y hace un uso del lenguaje que no apuesta por la comunicación muchas veces, sino más bien por una especie de trabajo autoreferencial. Se plantea como separada de la circulación social, hasta por actitudes de la misma poesía, desde la poesía maldita en adelante. Eso le da su carácter para que pueda tener su importancia teórica. Es un lugar de excepción.
– Además, muchos autores que se dedican a los dos géneros son más conocidos por sus novelas…
– Sí, eso es así. Por ejemplo, Borges tiene más libros de poemas que cuentos, sin embargo los poemas de Borges son como un adorno de su obra, que la gente se saltea para leer los cuentos. También tiene que ver con la traducibilidad. La narrativa es un género que viaja bien de idioma en idioma porque tiene un tono más abstracto. De hecho, ahora en el proyecto está la idea de incluir narrativa contemporánea y plantar esta dialéctica al interior del proyecto, porque hay jóvenes investigadores a quienes les interesa la perspectiva teórica que tenemos, pero que quieren estudiar una narrativa que no es muy aceptada, que está como en un borde. Esto nos sirve para pensar los problemas de circulación, incluso hasta la posibilidad de pensar la novela como un género que en algún punto puede derivar hacia lo lírico. Hay muchos narradores contemporáneos muy experimentales, que trabajan con cosas a las que no es fácil hacerles propaganda y que publican en las editoriales de poesía contemporánea y están en el mismo circuito. De hecho hay poetas de vanguardia de los años 90 de Argentina que se hacen visibles por alguna obra narrativa pero que tienen un fundamento poético en su obra, como Washington Cucurto.
– ¿Ves una especie de resurgimiento de la poesía en Argentina en estos últimos años?
– A fines de la década del 80 y principalmente en la década del 90, hay un resurgimiento del interés y de la escritura en los jóvenes. Primero se genera en Buenos Aires con ciclos de lectura pública y los autores que surgieron en esa época son los que están leyendo ahora los estudiantes para sus tesis de grado. Son autores que publicaron sus obras en los 90, que generaban sus propias editoriales y una serie de prácticas, como una especie de tribu urbana. Estos autores, que son de interés para los estudiantes que se acercan al proyecto, son los que están vinculados a este resurgimiento de la poesía y eso les permite remontarse hacia atrás, porque estos poetas de los 90 remiten a otros anteriores y se va generando una cadena. Además, ahora la poesía funciona muy bien en Internet, porque se lee rápidamente y los jóvenes publican sus poemas en blogs, intercambian mucho y se acelera la circulación.
La importancia del proyecto
Aunque la poesía es un género central dentro del canon literario occidental, como ya afirmó más arriba Mattoni, hoy las problematizaciones teóricas no ocupan un lugar destacado en los estudios académicos. “Por eso consideramos que la reflexión sobre la poesía, desde las perspectivas de su práctica, su recepción y sus características formales, es un aporte relevante para las disciplinas de la crítica y la estética, en los campos literario y filosófico”, señalan los investigadores en el proyecto.
Para esto, desde el equipo dirigido por Mattoni se organizan seminarios y jornadas, como las realizadas durante los días 6, 7 y 8 de diciembre de 2010 sobre la obra de Roland Barthes, que contaron con la participación de Héctor Schmucler, Alberto Giordano y Daniel Link. En estos momentos se está preparando un libro con la recopilación de los trabajos de los miembros del equipo, algunas ponencias destacadas y las intervenciones de los profesores invitados.
También, en junio de 2011, se presentó la publicación “Para el cielo estrellado. Temas de poesía argentina”, que contiene ensayos de los miembros del equipo de investigación y fue compilado por el mismo Mattoni. “El libro nos parece importante porque sirve para divulgar y, en nuestro caso, que trabajamos con autores muy recientes y no tan leídos por tratarse de poesía, sirve para difundirlos y para promover que se lean más”, señala el investigador y concluye: “Si bien los resultados tienen que ver con que se reciban los estudiantes y que se doctoren los becarios, siempre nos interesa dedicar una parte del subsidio en publicaciones e incentivar a los miembros para que publiquen en revistas y participen en congresos”.
El libro anacrónico
Una de las secciones más llamativas de Deodoro, la revista cultural realizada por la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, es El libro anacrónico, escrita por Silvio Mattoni. Allí aparecen reseñadas algunas obras escondidas en bibliotecas y que ven la luz por primera vez en mucho tiempo.
“La idea de la sección está relacionada con la inactualidad”, dice Mattoni, quien es el encargado de seleccionar los libros y para eso pasa horas y horas buscando alguno que le llame la atención en las bibliotecas de la Facultad o de la Universidad y en las de los amigos. Así llegó a traducciones que le parecían importantes y que nunca habían sido rescatadas, pero también con textos de narrativa que jamás fueron reeditados y que produjeron alguna “revolución” en su momento.
“Elijo un libro que a mí me gusta leer, que quizás no es accesible y que en algún punto dice algo distinto de lo que decía en su momento. Algunos tienen un condimento político porque son libros que luego no circularon por cuestiones políticas, o que estaban editados clandestinamente porque no tenían derechos de autor, o en algunos casos el editor fue desaparecido político y también desapareció el libro”, señala.
A través de la lectura, Mattoni también trata de adivinar qué circulación y público tenía esa obra. “Lo que uno persigue en el largo plazo es ver que Córdoba tiene un problema de ausencia de lectura mutua o de falta de reconocimiento, que no hay una tradición de leernos a nosotros mismos y que incluso libros o autores muy interesantes están totalmente olvidados porque nadie se encargó de rescatarlos”.