Trayectorias

Lógica mente

A continuación compartimos la nota publicada en el dossier homenaje a Horacio Faas, del último número de la revista Pensares del CIFFyH.

horacio-faasEl 21 de abril de 2011 falleció Horacio Faas, ex director del Centro de Investigaciones “Maria Saleme de Burnichon” y ex decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC. Contaba con una importante trayectoria académica y un gran compromiso institucional. Faas era profesor emérito de la UNC y tenía a su cargo las cátedras de “Lógica I” y “Filosofía de las Matemáticas” en la Escuela de Filosofía. También trabajó como no docente.

“Hoy sabemos que Descartes se equivocó en el dualismo mente cuerpo, y que Kant se equivocó en su apreciación de que la lógica ya no se desarrollaría más y que el espacio y el tiempo son absolutos. Pero el impulso que dieron en filosofía a lo que se llama modernidad es indiscutible y se correspondió con la actitud de los iniciadores de lo que consideramos nuestra ciencia occidental”.

Horacio Faas, “Los comienzos de la modernidad”, ponencia desarrollada en el marco de la presentación de la revista digital Modernidades en la Feria del Libro Córdoba 2005.

 

Hay personas que dejan marcas en las instituciones. Horacio Faas fue uno de esos hombres que no perdían su aura de intelectualidad por bajar al ruedo de la política universitaria y hacerse cargo de la gestión. Quizás sea porque vio en qué manos quedó su Facultad cuando cientos de docentes fueron cesanteados y exiliados, estudiantes perseguidos y asesinados. Seguramente fue porque perteneció a una generación donde la militancia y la participación política no se diferenciaban de la vida social.

Una botella de Cinzano y una picada con jamón crudo, quesos y aceitunas negras amenizan la charla de quienes lo conocieron y quisieron mucho en la Facultad. “A Horacio le hubiese encantado estar acá”, dice Luis Salvatico, director del CIFFyH y uno de los promotores de la mesa que reúne a Víctor Rodríguez, Luis Urtubey, Diego Letzen, Aarón Saal y Pío García, para recuperar anécdotas y vivencias que tienen a Faas como protagonista excluyente, aunque las historias de cada persona se crucen con las de otros, siempre.

Horacio Faas había nacido el 13 de enero de 1938. En la década del ’60 comenzó a estudiar Ingeniería en la UNC y cursó algunos años, pero después se pasó a la carrera de Filosofía en la FFyH, de donde se recibió en 1967 con su tesis “La axiomatización de Greenberg para la fonología”. Mientras estudiaba, comenzó a trabajar como no docente en la Facultad de Filosofía y Humanidades.

Previamente, en 1964, había ingresado por concurso como ayudante de cátedra de Lógica en dicha Escuela, dictada por Andrés Raggio, donde fue ascendiendo en la carrera docente hasta ser propuesto como profesor emérito de la UNC, salvo un período de interrupción de ocho años en que fue separado de la Universidad, entre 1976 y 1983.

De esa elección en sus carreras universitarias quizás provenga lo que fue su campo de estudios. “Siempre me contaba que en Ingeniería se había enamorado de la matemática”, reconstruye Saal.

También recuerdan que en esa época de recién graduado, Faas se dedicaba a estudiar lógica y computablidad. “Pero el trabajo de investigación era distinto porque se hacía dentro de las cátedras”, agrega Urtubey.

De la misma manera, todos coinciden en señalar a Horacio como amigo y discípulo de Raggio. “No recuerdo que haya mencionado a otro profesor que no sea a él entre sus referentes”, señala Letzen. De hecho, uno de sus últimos trabajos publicados, para el XI Congreso Nacional de Filosofía, que se llevó a cabo en Salta en 2003, se tituló “Andrés Raggio y cómo se piensa en matemáticas”.

Entre sus cualidades como docente, los que fueron sus alumnos dicen que era muy claro y con un gran sentido crítico. “Un corrector implacable”, decía Víctor en su homenaje: “Era un purista que amaba el pensamiento riguroso. Tenía un gran respeto por los pensadores destacados, tanto en ciencia como en filosofía. Este respeto por los grandes talentos, sin concesiones, lo marcó fuertemente y le generó un umbral a partir del cual estudiaba y pensaba”.

Desde 1997 tuvo como cargas anexas la titularidad de las cátedras “Lógica I” y “Filosofía de las Matemáticas” en la Escuela de Filosofía de la FFyH y era profesor titular por concurso en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC, desde 1986, de “Lógica y Metodología de la Investigación”, en el Departamento de Economía. También, desde 1984, era docente permanente de “Epistemología y Metodología de la Investigación en Ciencias Sociales” en la carrera de Doctorado en Economía en la Facultad de Ciencias Económicas. Su última línea de investigación en lógica fue el complejo problema de los “conjuntos difusos”.

Autoexilio

Unos meses antes de producirse el golpe de Estado de 1976, algunos docentes de la Facultad fueron expulsados de la institución, entre ellos Oscar del Barco, Eva Rosenfeld de Behrend, Juan Kocchiutti, Carlos Segretti, Roberto Miatello y Betty Lilians Romero. De la misma manera, un grupo de empleados no docentes, entre los que se encontraba Faas, fueron “dados de baja” de acuerdo a lo dispuesto en el artículo sexto de la ley 21.276, donde se establecía la cesantía para “los que constituyan un factor real o potencial de perturbación del normal funcionamiento del organismo al cual pertenecen”. Lo acompañaron Hilda Iparraguirre de Winocur, Oscar Moreschi y Héctor Ricardo Gentile, entre otros.

Desde pequeño Faas era amigo de otro profesor que fue expulsado en la misma época: Iván Baigorria. Entrevistado para la revista Alfilo de la FFyH, Faas recordaba que su padre era director de la escuela donde trabajaba la madre de Baigorria. Ya en la adolescencia formaron un grupo folclórico y cuando terminaron el colegio secundario, en 1955, ambos participaron de la Revolución Libertadora que derrocó a Juan Domingo Perón, “pero no en la facción católica, porque él viniendo de la democracia progresista y yo del socialismo, no éramos para nada católicos”, contaba Faas.

También rememoraba que los dos compartieron “las utopías de los 60” y que sus charlas políticas “eran siempre apuntando a cuándo se iba a poder establecer un mundo totalmente socialista”.

Baigorria partió al exilio mexicano. Faas al insilio.

Dice Víctor: “Su  alejamiento de la Universidad significó buscar cualquier trabajo para sobrevivir”. Así, puso una pequeña empresa de computación y empezó a trabajar en la Municipalidad de Córdoba, en el Centro de Cómputos.  “Recuerdo ir a visitarlo a su oficina, pero me acuerdo más la imagen del lugar que lo que hacía ahí”, dice Rodríguez, quien conoció a Horacio a fines de los ’60, cuando era Jefe de Trabajos Prácticos en la cátedra de Lógica. Víctor también rememora que en ese momento no se hicieron amigos porque había 10 años de diferencia entre ellos “que eran significativos” y Horacio tenía un grupo de amigos de su generación, muchos de los cuales se fueron a México durante la dictadura.

Su amistad con Raggio, quien era reconocido en muchas universidades extranjeras, y su capacidad intelectual seguramente hubieran permitido la estancia de Horacio en otro país cuando lo cesantearon en la UNC. Sin embargo, decidió quedarse. Hacer una especie de autoexilio. “Conociéndolo a Horacio creo que era muy difícil pensar que se pudiera haber ido”, afirma Saal. Justamente, Faas ya había tenido una beca en Francia gracias a Raggio y resolvió volverse, cuando podría haberse quedado a hacer una carrera académica allí. “No se quiso ir y en parte creo que fue por la familia. Yo siempre lo admiré porque era un tipo que se la bancaba, que supo pelearla. En la época de vacas flacas jamás tuvo una queja”, señala Víctor.

El grupo de los miércoles

Hacia fines de la década del ‘70, un grupo de intelectuales, docentes y estudiantes comenzaron a reunirse todas las semanas en algún departamento a estudiar y discutir sobre epistemología, lógica, teoría del conocimiento e historia de la ciencia.

La dinámica consistía en que todas las semanas alguien se refería a un tema en particular y después los demás criticaban y discutían. Este era un espacio intelectual que la Universidad no podía ofrecer en ese momento para el “grupo de los miércoles”, tal como se conocían, porque se juntaban ese día sí o sí. “No importaba si caía piedra o si era Primero de Mayo”, recuerda Rodríguez, uno de los principales organizadores de estos encuentros, junto con Horacio y Hugo Lofranco.

Allí se leían libros y se comentaban artículos. Otras veces, alguna persona invitada daba una charla. “Era una iniciativa de un pequeño grupo de gente para tener un espacio de reunión para charlar sobre cuestiones académicas”, dice Víctor y señala: “Había mucha opresión y uno se sentía muy aislado. En ese sentido, Horacio estaba contento de volver al ruedo de las actividades intelectuales”.

Al comienzo se juntaban en el departamento de un estudiante de Filosofía, Rodolfo Barraco, sobre la calle 27 de abril al 800, y luego en lugares alquilados por los miembros del grupo en los barrios Güemes y Nueva Córdoba.

Las reuniones eran clandestinas (por el estado de sitio imperante durante la última dictadura) e incluso se habían puesto de acuerdo para no llegar en grupos grandes. Lo hacían de a uno, a lo sumo dos personas. Algunas de las tertulias se extendían desde las ocho de la noche hasta las cinco de la mañana hablando de temas estrictamente académicos, pero a veces derivaban en largos partidos de ping pong.

“No había ningún interés de buscar beneficios de alguna clase, ni papeles, ni certificados, ni nada. Nadie se preocupaba por eso. El interés venía por un motivo intrínsicamente intelectual”, apunta Saal, quien volvió al país en 1988 y enseguida se sumó al grupo.

Sin embargo, ya en la década del ’80, el grupo ganó un subsidio en CONICOR, a través de un proyecto que dirigió Horacio, para realizar actividades e investigar sobre filosofía de la ciencia, lógica y epistemología y que ayudó a mantener los departamentos alquilados para las reuniones. “Allí estaba Eduardo Staricco, quien después fue Rector de la UNC, que siempre nos apoyó y tenía un gran aprecio por Horacio. Otra persona que nos avaló a nivel nacional fue Gregorio Klimovsky”, cuenta Víctor.

Por ahí pasaron numerosas personas, entre los cuales se destacan algunos ahora docentes y egresados de la Facultad, como Luis Salvatico, Marisa Velasco, Luis Urtubey, José Ahumada, Aarón Saal, Nidia Fernández, Pastor Montoya y Patricia Morey, entre muchos otros. Estos encuentros duraron hasta entrada la década del 90, cuando dieron origen a las Jornadas de Epistemología e Historia de la Ciencia, que en 2012 cumplieron 23 años.

La vuelta

Con la apertura democrática, en 1983, algunos de los que participan en el “grupo de los miércoles” se fueron insertando nuevamente en la vida académica de la Universidad. De a poco se fueron recuperando los espacios perdidos en la Escuela de Filosofía y en la FFyH. Sin embargo, todavía no había muchas actividades intelectuales. A pesar de eso, desde 1984, Horacio empezó a dirigir grupos de investigación en lógica y epistemología y se especializó en razonamiento aproximado, lógica difusa e inferencia heterogénea.

“Si hay algo que destaco como muy importante para lo que fue la figura institucional de Horacio en nuestra Facultad es la sensibilidad por la actividad de los demás y la entrega. Fue un tipo muy incondicional para apoyar gente, obviamente bajo sus criterios, porque era muy estricto”, dice Rodríguez. Letzen completa: “Él era muy generoso para dirigir proyectos y tenía una vocación muy grande por la gestión. Estaba donde hacía falta”.

En 1986, se cambió el plan de estudios de la carrera de Filosofía y muchas de las personas que venían del “grupo de los miércoles” contribuyeron en su elaboración. Este plan, que aún está en vigencia, estipulaba la formación de tres áreas de especialización en filosofía: el Área Lógico-Epistemológica, el Área Práctica y el Área Metafísica.

Rodríguez recuerda la reincorporación de Horacio Faas a través de un concurso en la Facultad de Ciencias Económicas, pero con funciones docentes y de investigación en “Lógica” y en “Filosofía de las Matemáticas” en la Facultad de Filosofía y Humanidades. “Tenía un gran amor por ese tema”, dice Luis sobre esta última. Por esa época, Víctor Rodríguez también ganó una selección de antecedentes para hacerse cargo de “Epistemología de las Ciencias Naturales” y  así se convirtió en el primer docente de esa materia. “Yo fui uno de los primeros alumnos en cursarla. A partir de ese momento empezaron a formarse en la Escuela los primeros egresados del Área Lógico-Epistemológica”, indica Salvatico, quien participaba del grupo de estudios de los miércoles como estudiante desde 1984.

Por otra parte, entre el 24 y el 28 de noviembre de 1986 se realizó el V Congreso Nacional de Filosofía, organizado por la Universidad Nacional de La Plata, en esa ciudad. Las reuniones de trabajo tuvieron un amplio número de participantes provenientes de distintas universidades del país y del exterior. En ese momento, Faas participó de la comisión 3, que tenía como título “Lógica, Filosofía de las ciencias, Historia de las ciencias, Epistemología”, integrada además por Carlos Alchourrón, Gregorio Klimovsky, Carlos Lungarzo, Guillermo Ranea y Félix Schuster.

En esa década, Horacio también participó de la creación de la Asociación Filosófica Argentina (AFRA), una entidad académica sin fines de lucro fundada el 27 de octubre de 1985, con el objeto de promover y desarrollar la práctica de la filosofía y el intercambio de ideas entre filósofos y filósofas de diferentes orientaciones y especialidades en todo el territorio nacional.

De sus miembros fundadores puede recordarse a Osvaldo Guariglia, Eduardo Rabossi, Genaro Carrió, Mario Presas, José Julián Prado, Roberto Rojo, Carlos Alchourrón, Daniel Brauer, Gregorio Klimovsky, Margarita Costa, Arturo Roig, Rafael Braun, Carmen Dragonetti, Ricardo Caracciolo, Norma Horenstein, Eduardo García Belsunce, María Isabel Santa Cruz y Félix Schuster, entre otros.

En 1991, Horacio obtuvo su título de Doctor en Filosofía, otorgado por la Universidad Nacional de Córdoba, con un trabajo sobre Lógica difusa, dirigido por Alchourrón.

También fue el autor, entre otros, del libro “Temas de razonamiento aproximado e inferencia heterogénea” y en 2006 fue distinguido, junto con los docentes e investigadores de la FFyH, Víctor Rodríguez y Luis Urtubey, por la Fundación Konex entre las cien figuras de la última década en las humanidades argentinas y recibió un diploma al mérito en el área de Lógica y Filosofía de la ciencia.

Comprometido con la gestión

En la Facultad de Filosofía y Humanidades, Faas también se desempeñó en dos períodos consecutivos como Decano, desde 1992 a 1996 y fue director del Centro de Investigaciones durante 8 años. También fue consejero en la Facultad de Ciencias Económicas y consiliario en el Consejo Superior de la Universidad Nacional de Córdoba. Pero nunca fue director de la Escuela de Filosofía.

Casi todos coinciden en que era una persona interesada por la gestión universitaria, aunque Aarón tiene otra visión: “Para mí a Horacio le gustaba estudiar. Le encantaba. Andaba siempre mostrándote los libros nuevos de matemática que había conseguido. Esa es la impresión que yo tengo. Creo que si tuvo que hacer gestión fue por su compromiso con la institución, porque después no lo hizo nunca a desgano, pero me parece que no era su interés principal”.

Letzen agrega: “Él perteneció a una generación en que la militancia y la participación política estaban muy presentes y no se podían eludir”. “Exactamente, por ahí va la cosa -dice Víctor- Creo que tuvo un gran sentido de la responsabilidad y ese es otro mérito grande. Fue un tipo con mucha determinación y convicción. Tenía bien en claro qué es lo que había pasado con la Facultad y no quería que esté de nuevo en esas manos, a diferencia de otras personas que no estaban comprometidas con la gestión y se veían más como referentes intelectuales”.

Luis Urtubey, “Chachín”, estudiaba Filosofía a fines de los ’70 y conoció a Horacio por intermedio de Víctor en una de las reuniones del “grupo de los miércoles”. Dice que desde el principio se estableció una relación de maestro y discípulo que se prolongó durante más de treinta años. Él es quien disiente con Aarón: “Creo que cuando Horacio volvió a la Facultad no buscó la carrera académica y se interesó más por la carrera política. Sin dudas le gustaba la política universitaria y tenía una vocación muy grande. Me parece que en ese plano no tuvo un final demasiado feliz, porque la política tiene eso: genera mucho entusiasmo pero no sabés como va a terminar”.

Por último, Letzen concluye: “Sus aspiraciones no eran personales. Horacio era muy fiel a sus principios en la forma de hacer las cosas y no se dejaba llevar tanto por los resultados, sino que se fijaba en que hubiera buenas condiciones de trabajo y respetaba mucho la autonomía de las personas”.

En 1987 se creó en la Facultad de Filosofía y Humanidades el Centro de Investigaciones, que comprendía las áreas de Artes, Ciencias Sociales, Comunicación, Educación, Filosofía, Historia y Letras. Actualmente hay radicados más de 100 equipos de investigación, cerca de 80 becarios y 200 adscriptos y ayudantes alumnos.

Por su dirección pasaron figuras emblemáticas de la investigación en Córdoba, como María Saleme de Burnichon, Víctor Rodríguez, Faas, Mónica Maldonado y Claudio Díaz. También hubo muchas personalidades importantes coordinando las distintas áreas, como Oscar del Barco, María Luisa Cresta de Leguizamón y Silvia Romano, entre otros.

Horacio no sólo lo dirigió en dos períodos, desde 1989 a 1992 y desde 2002 al 2005, sino que formó parte de la creación del CIFFyH a través de los tribunales que evaluaron a los institutos de investigación que ya existían en la Facultad, porque en ese momento estos trabajos se realizaban en las cátedras, para dar origen al Centro.

Finale

En 1998 Horacio se mudó a Villa Los Aromos, una pequeña comuna del Valle de Paravachasca a orillas del río Anisacate, que se encuentra a 49 kilómetros de la ciudad de Córdoba. “Estaba muy contento con la casa”, evoca Saal y tira una anécdota más: “En realidad estaba contento con dos cosas: con la casa y cuando se compró el Ford Escort en una subasta de la aduana. ¡¿Cómo te animás a comprar en esos lugares?, le decía yo!”. Letzen aclara que esto era parte de la personalidad de Horacio: “Todo tenía un sentido, un propósito, una finalidad. Cuando cualquiera evitaría los problemas, él trataba de hacer algo para encontrarles la solución”.

Como cuando los loros habían invadido su casa. En vez de preocuparse en correrlos, se compró un largavistas para estudiar la vida de los animalitos, sus costumbres y ver cómo le llevaban la comida a los pichones. “Todo era un tema de estudio, de investigación”, dice Letzen.

A continuación, Luis cuenta que, en el último tiempo, Horacio participó de algunas reuniones para analizar la posibilidad de ser  jefe comunal. Entre risas, Saal exclama: “¡Entonces tenés razón vos Chachín de que le gustaba la política!”.

Tanto Urtubey como Rodríguez coinciden en dos aspectos centrales de la personalidad de Horacio: un notable carisma con el que influía fuertemente en la gente y un gran sentido del humor. “Era una persona muy divertida, pero al mismo tiempo nuestra relación era muy seria, con un nivel de exigencia y rigor que lo caracterizaba, con una honestidad intelectual muy grande, sin concesiones, con un gran respeto por la genuina autoridad intelectual”, rememora Urtubey, a quien Horacio dirigió en su tesis doctoral.

“Recuerdo la informalidad, el gran sentido del humor y la fina ironía de Horacio. Su capacidad para transformar el humor en risa, la risa en pausa. La pausa como anticipo del pensamiento. Fue una de esas personas que han vivido pensando”, reflexiona Víctor.

Muchos de ellos vieron a Horacio por última vez a fines de junio de 2010, previo a una delicada operación que le practicaron. Luis había organizado una fiesta en su casa y Horacio llegó de sorpresa. “Esa fue la última imagen que me quedó de él. Estaba muy contento y bailaba con nosotros”, cuenta Salvatico.

Su fuerte era el rock and roll y era el gran bailarín de las Jornadas de Epistemología. Esa fría noche de junio Horacio estuvo bailando hasta la madrugada. “Era admirable la juventud que irradiaba su forma de ser, su espíritu. Él transmitía eso, una especie de adolescencia que para nosotros era cotidiana. En ocasiones su jovialidad daba paso rápido al pensador que podía hablar de cualquier tema con profundas convicciones”, concluye Víctor.

El homenaje

El 22 de noviembre de 2011, la Escuela de Filosofía organizó un acto de homenaje, con la presencia de numerosos familiares, colegas, estudiantes y autoridades de la Facultad y la Universidad, entre ellos la Rectora Carolina Scotto, el Decano de Ciencias Económicas, Alfredo Blanco y Eduardo Staricco, ex Decano de la Facultad de Ciencias Químicas y ex Rector de la UNC. Ricardo Caracciolo, Víctor Rodríguez y Luis Urtubey dijeron unas emotivas palabras sobre su amigo y colega y se descubrieron las dos placas que recuerdan a Faas.

Diego Letzen, director de la Escuela de Filosofía, fue el encargado de leer la resolución emitida por el Consejo Directivo de la Facultad que dispuso asignar el nombre de Faas al Aula «D» del Pabellón Residencial, en reconocimiento a su trayectoria académica e institucional. El texto indica que esto es “un acto de justicia que contribuirá al mantenimiento de su memoria que es también de algún modo, la memoria de lo mejor que tenemos como comunidad”.

La resolución también destaca “la excelente trayectoria académica” en la UNC y particularmente en la Facultad de Filosofía y Humanidades “donde ha dejado una huella destacable en lo referido al respeto por la excelencia académica, al trato amable y considerado con los colegas y a una defensa vigorosa de los valores de la democracia en numerosos frentes institucionales y públicos”.

Notas relacionadas:

–          http://www.ffyh.unc.edu.ar/alfilo/anteriores/alfilo-7/historias_y_personajes.htm

–          http://www.ffyh.unc.edu.ar/alfilo/anteriores/34/historias-y-personajes.html

–          http://www.ffyh.unc.edu.ar/archivos/modernidades_a/II/Mod2Contenidos/Main-Invitados1Faas.htm

Share