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Pronunciamiento del Área «Feminismos, Género y Sexualidades» del CIFFyH y adhesión a la marcha del 3 de junio

La Dirección y Consejo del CIFFyH adhieren a la convocatoria nacional para marchar el próximo 3 de junio bajo el lema «Ni una menos» y hacen extensivo el pronunciamiento elaborado por el Área de «Feminismos, Género y Sexualidades» (FemGeS).
Se convoca a la marcha del próximo miércoles, a las 17 hs, en Avenida Colón y La Cañada.

logo-femgesPronunciamiento Área Feminismos, Género y Sexualidades del Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades.

En ocasión de la convocatoria a la marcha del 3 de junio  “Ni una menos”

 

Las declaraciones que ha  provocado la marcha del 3 de junio, bajo la consigna Ni una menos, de nuestro Consejo Directivo y del  Consejo Superior de la Universidad Nacional de Córdoba hubieran sido impensables  no sólo hace una década sino incluso dos o tres años atrás. Bienvenidas sean.

El dolor y la preocupación que han generado los últimos asesinatos de mujeres, los feminicidios, -podemos suponer- dan muestra de otra sensibilidad social respecto de la vida y la libertad de las mujeres. Bienvenidos sean.

Todavía no medimos el impacto en cada una de las mujeres respecto de este tema. Lo cierto es que muchas de nosotr*s, feministas, del movimiento de mujeres, y activista LGTTTBI, nos estamos reuniendo, pensando, haciendo.  Si nos tocan a una, nos tocan a todas. Y esta frase es cierta, en múltiples sentidos. Porque no hay forma de que no nos toque el dolor de cada muerte, de cada vida perdida.  Y también resuena en nosotras, porque también “nos toca” como mujeres, el aislamiento social, el hacer caso omiso, la soledad en que dejan las instituciones y el Estado a quienes hablan cuando se denuncia, se habla, se señala la violencia contra las mujeres.

Hemos tenido que mostrar y mostrar la crueldad y el odio, hemos tenido que contar y contar cada una de las muertas recuperando sus nombres, sus vidas,  para que no sean solamente un número más, para que como sociedad nos organicemos y movilicemos en relación a una vida sin violencia para las mujeres.  ¿Sólo de esta forma ha sido posible? Y aún así, no logramos todavía nuestro objetivo.

Siguen separándonos en los análisis, en las frases que acompañan alguna reflexión, pensando que no nos toca a todas. “Es a algunas, a otras no les/nos pasa eso”… y nuevamente la sospecha sobre aquella sobre las que se ejerce la violencia.  Sospechas y sanciones sobre las adolescentes “sexualmente indisciplinadas” que salen a divertirse,  sobre las pobres porque no tienen educación y no logran autonomizarse económicamente, sobre las trabajadoras sexuales porque “eligen” exponerse a peligros, sobre las travestis porque se les ocurrió tener otros cuerpos, sobre las madres porque no entienden lo que es mejor para los niños y no se separan a tiempo de los abusadores, sobre las lesbianas por mostrar públicamente su amor y su erotismo, confundiendo y denegando su atención a los varones heterosexuales, sobre la trabajadora que de alguna forma “dio lugar” al jefe o al funcionario. En suma, sospecha sobre las mujeres que no saben ser mujeres…

Y en el día a día,  la televisión muestra frases e imágenes  que insisten en el “amar hasta morir”,  que se repiten y se multiplican vertiginosamente; o que muestran el cuerpo mercantilizado de las mujeres.  Y en las organizaciones e instituciones,  se reiteran escenas: la imposición de quien grita más alto, quién es más fuerte, más potente, quién tiene más valor….  La masculinidad ligada a la agresión y la violencia…

La violencia contra las mujeres, volvemos a insistir desde nuestras posiciones feministas, no es una problemática que aqueja a unas mujeres,  las víctimas,  e involucra a unos otros, los violentos. No se juega en clave de dos.   La violencia contra las mujeres atraviesa nuestras instituciones, cuando dichas instituciones no resguardan y respetan sus derechos.

Existen legislaciones y normativas que tratan de asegurarnos que somos humanas, que participamos de un colectivo humano y por tanto, participamos de los derechos enunciados. Existen legislaciones que dicen garantizarnos una vida libre de violencia. Queremos que esto sea así. Una vida libre de violencia no se agota en políticas que sólo actúan cuando ya la violencia más letal se ha desatado sobre nuestros cuerpos, cuando cotidianamente esa violencia permea múltiples instancias.

Se sigue sin llevar adelante la Educación Sexual Integral en muchísimas escuelas, donde perdemos una oportunidad para las generaciones que están creciendo hoy.  Y siguen egresando profesionales de la salud y del derecho que siguen actuando en forma “neutral”, porque no conocen y en ocasiones, ni siquiera  respetan los derechos de las mujeres.

Y tenemos una legislación nacional que, por incompatibilidades de los signos políticos de los gobiernos nacionales y provinciales, no se aplica en nuestra provincia. Y una ley provincial que se restringe a la atención de la violencia interpersonal, la violencia que ya se ha desatado y ante la cual llegamos siempre tarde. Tarde porque han pasado días, años, de sufrimiento, aislamiento, coerción. Tarde porque niñ*s han sido silenciados en sus necesidades, tarde porque ell*s construirán prácticas de control, dominio o de sometimiento para sobrevivir. Tarde porque nadie vuelve a preguntar por qué las instituciones de la educación, la salud, la justicia, no advirtieron y tomaron la responsabilidad de actuar.

No queremos imágenes que nos vuelvan a ubicar solamente en el lugar del dolor. Que nos inmovilicen, que nos dejen estáticas. Queremos que se  nos reconozca en nuestra potencia y en nuestro valor. Ésas son las acciones que necesitamos como sociedad, como universidad. No más conmiseración.  No queremos estar en el lugar de la víctima o que lloren por nosotras. Queremos que nos respeten y que se nos reconozca.

Por eso vamos por otros compromisos. Por eso decimos que nos tenemos que poner en tarea de asumir nuestras responsabilidades específicas como universitari*s.  Una formación que incluya los DDHH, pensando los DDHH de las mujeres. Una formación que suponga conocimiento y aptitud para llevar adelante legislaciones que buscan garantizar dichos derechos. Un trabajo cotidiano en las aulas y en los espacios sociales en donde trabajamos. Sólo de esa manera estaremos cumpliendo nuestras responsabilidades específicas como universitari*s y como ciudadan*s con  el “Ni una menos”.

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