Investigaciones

La protesta social en Neuquén

Las particularidades de este fenómeno en la provincia patagónica son analizadas por Fernando Aiziczon, historiador y becario del Ciffyh, a través de varios trabajos publicados y su proyecto de beca, dirigido por Mónica Gordillo.

En 2004, Fernando Aiziczon empezó a trabajar con los fenómenos de protesta social, a través de su tesis de Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional del Comahue, titulada “La experiencia de los obreros de Cerámica Zanón, Neuquén, 1983-2002”. Este trabajo, le permitió formular las primeras hipótesis respecto a la conformación de un “campo de protesta” en Neuquén. Luego, se integró al equipo de investigación del Ciffyh, dirigido por Mónica Gordillo, que trabaja sobre conflictos sociales en Córdoba. Además, Aiziczon pertenece a un equipo de investigación en la Universidad Nacional del Comahue, dirigido por Orietta Favaro. Esto logró entre las dos instituciones un intercambio teórico importante.

Actualmente, el historiador es becario del Conicet, con el trabajo “La construcción de una cultura política de protesta en Neuquén durante la década de los ‘90”, dirigido Gordillo y co-dirigido por Favaro.

A través de sus investigaciones, Aiziczon trabaja sobre la particularidad del fenómeno de la protesta social en la provincia de Neuquén desde la segunda mitad de los años ’90. Así, intenta acercarse a la explicación de la persistencia de este fenómeno, abordándolo desde las nociones de “cultura política de protesta” y “habitus militante”, un concepto proveniente de la sociología de Pierre Bourdieu que le sirve para explicar ciertos aspectos de la construcción de culturas y tradiciones políticas asentadas en la acción colectiva directa. “Metodológicamente me permite reconstruir a través de las prácticas de militantes, activistas y organizaciones las formas de (re)creación de ellos mismos, su articulación, sus modos de reproducción, y por supuesto, su rutinización en y a través del ejercicio de la protesta y de la acción colectiva directa”, explica.

“Digo que es militante por que es fruto de un ejercicio constante que involucra esfuerzos, inversiones y capitalizaciones de esas contiendas (cortes de ruta, piquetes, enfrentamientos con la policía, asambleas, publicaciones, reuniones, etc.), y se nutre de significaciones que le otorgan identidad y legitimidad a sus actos como parte de la operación de conferir validez y sentido a una amplia gama de situaciones con el fin de, insisto, incentivar a la acción”, continúa.

El origen (mítico) del movimiento piquetero

A mediados de la década del 90, la provincia de Neuquén vivió un proceso similar al que se dio en Córdoba entre los años ‘60 y ’70. Momentos de expresión de una fuerte cultura política de protesta, impregnada por el rescate de ciertas tradiciones discursivas que remiten a un pasado combativo.

También, hasta la actualidad, Neuquén es el lugar en donde fueron encausados en procesos penales más de 1500 dirigentes obreros, referentes sociales y líderes mapuches.

¿Por qué crees que Neuquén es uno de los lugares donde más se notó la protesta social?
– Más allá de que la palabra o localidad “Cutral-Có” funcione como acontecimiento que reenvíe directamente al origen (mítico) del movimiento piquetero (y por extensión a los grandes movimientos de resistencias al neoliberalismo en Argentina), hay varios factores particulares de esta provincia que ayudan a explicar el fenómeno de la vigorosa protesta social en Neuquén aunque -como toda explicación causal- no logran dar cuenta de la totalidad del fenómeno.

– ¿Cuáles son esos factores?

– Esos factores, simplificando, serían: el sistema político neuquino, que permanece dominado hace medio siglo por el mismo partido, el Movimiento Popular Neuquino (MPN). Esta situación produce una sensación de asfixia política en amplios sectores opositores que no logran acceder electoralmente al poder; la estructura económica neuquina viene generando expectativas de mejoras en el nivel de ingresos de amplias franjas de la población: Neuquén posee una economía denominada “de enclave” que define su perfil hidrocarburífero entre 1980-1990 en base a la producción y exportación de energía y recursos naturales no renovables (53% de la producción de gas en el país y 35% de petróleo), por lo que gran parte de sus recursos proviene de las regalías hidrocarburíferas y los vaivenes del  régimen de coparticipación federal (casi el 50% de sus ingresos), el resto es impulsado por el crecimiento del sector de servicios mientras junto a una notable disminución del sector industrial; como consecuencia de lo anterior el mercado de trabajo está conformado por asalariados vinculados a las empresas extractivas y obra pública, y con un alto nivel de empleo en la administración pública; el perfil poblacional neuquino se caracteriza aún hoy por una altísima afluencia de inmigrantes de países limítrofes (principalmente chilenos) y del interior del país (provincias del norte, aunque los estratos medios profesionales provienen de Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Mendoza), que transforman a Neuquén en una provincia “joven” y atractiva por los altos salarios y expectativas de movilidad social que suelen obtenerse en poco tiempo; finalmente, el Estado neuquino aplicó desde los años ’70 y hasta fines de los ‘80 sendas “políticas de bienestar” principalmente en salud y educación, marcando una impronta considerable en términos de presencia estatal, lo mismo puede decirse de la obra pública (grandes represas hidroeléctricas). Esto debe tenerse en cuenta a la hora de ponderar el impacto en la protesta de los sindicatos afectados (ATE, ATEN, UOCRA) y su apelación al Estado.

– ¿Qué particularidades tiene este fenómeno de la protesta social en Neuquén?

– La articulación desde el MPN de una política económica de “bienestar” en este período (70’s y 80’s) le valió la condición de “isla de bienestar” más un perfil “progresista” vinculado al primer MPN liderado por Felipe Sapag. La constante entrada de nuevos contingentes poblacionales significó tanto una dispersión notable en las preferencias electorales (más claro en las elecciones nacionales en donde los resultados coinciden con el voto hacia los partidos clásicos) como un apoyo al statu quo emepenista en el plano local. Al mismo tiempo, gran parte  de esa inmigración externa e interna la conformaron exiliados políticos desde el Chile pinochetista y personas que escapaban de los centros de represión de la argentina dictatorial. Una primera consecuencia de ello fue el la  conformación de ámbitos relacionados con la defensa de los derechos humanos y la politización de espacios como el gremio de la construcción (UOCRA), la educación (ATEN), estatales (ATE), los partidos de izquierda y el más fuerte de la Iglesia tercermundista liderada por el reconocido Jaime de Nevares, primer obispo de Neuquén. De esta particular combinación de factores existen testimonios de conflictividad considerables y han sido señalados por los escasos estudios sobre el tema como la condición que señalaría a Neuquén como portador de una “contracultura de protesta”: el “Choconazo” en 1971, las huelgas “salvajes” de la UOCRA en 1984-86, las huelgas docentes en 1986, 1996 y 1997, las importantes manifestaciones de organismos de Derechos Humanos, la primer Coordinadora de desocupados en 1995, las resonantes puebladas cutralquenses en 1996 y 97, entre otras. Todo este escenario, lejos de desaparecer, fue tomando cuerpo a través del tiempo en estos y otros actores nuevos como las comunidades mapuches, colectivos feministas, etcétera. Y todos estos actores, insisto, desplegaron una serie de prácticas de acción colectiva directa que sedimentó (aunque el término no guste mucho) en una suerte de cultura política que tiene a la protesta social como su forma dominante.

Entonces, la gente que protesta construyó al mismo tiempo una tradición combativa -alimentada por ellos mismos- en base a exitosas luchas (dato no menor) y que permite enriquecer y acompañar todo nuevo fenómeno de protesta. Esa cultura política está en constante crecimiento: así lo atestiguan el mundialmente conocido ejemplo de Cerámica Zanón bajo control obrero (FASINPAT), la enorme y admirable lucha reivindicativa de los mapuches, la capacidad militante y disruptiva del gremio docente (ATEN) y la radicalidad de los colectivos feministas neuquinos.

– ¿Por qué Neuquén es una de las provincias que más judicializó y criminalizó la protesta social?

Primero hay que pensar en que la judicialización y criminalización de la protesta son las herramientas más afinadas que los Estados demoliberales aplican actualmente para eliminar el descontento social. Poco importa el signo político que los identifique. Siempre la practican. A fines de los años ’90, Neuquén, cuya población no alcanzaba al 2% del país, tenía la mayor cantidad de procesados por protestas sociales: más de 1500 dirigentes gremiales y militantes políticos. Era esperable que en un lugar en donde el descontento se expresa fundamentalmente mediante la acción colectiva directa (movilizaciones, cortes de calles, de rutas, ocupaciones de edificios públicos, etc.) ocurriera tal respuesta, que además tiene episodios trágicos. Teresa Rodríguez muere en Cutral Có, en 1997, por un balazo de las fuerzas represivas que intentaban en vano apaciguar una pueblada. Pepe Alveal es un obrero de Zanón al que la policía le disparó (en 2003) más de 60 balazos de goma en la cara y perdió un ojo, cuando protestaba junto a los desocupados. El asesinato del docente Carlos Fuentealba en 2007 ocurrió tras el desalojo violento de un corte de ruta por parte de la policía. Los docentes pedían aumento salarial. Actualmente en Neuquén hay una gran cantidad de dirigentes mapuches procesados por defender sus tierras, y así…

– ¿La protesta social es una forma de «hacer política”? Es más, ¿habría alguna forma de pensar en la protesta social sin enmarcarla en la política?

– La protesta social es la forma política moderna mediante la cual pequeños y grandes actores sociales expresan su descontento, y esto ocurre cuando los canales tradicionales o los regímenes políticos no lo permiten, o cuando las necesidades afectivas o materiales de diversos sectores se ven perturbadas cosa que, no olvidemos, ocurre abrumadoramente a los llamados sectores, grupos o clases subalternas. Protestar, en un sentido amplio, es actuar y expresarse políticamente sobre algún problema más o menos definido. Por eso es correcto decir que la derecha también protesta y que sabe apropiarse de los formatos de acción que les resulten funcionales o atractivos. Y a la inversa. Creo que no hay forma de despolitizar protesta alguna, siempre y cuando entendamos a la política como una práctica mucho más rica y menos evidente (o “visible”) que las elecciones, los votos, resultados de encuestas, los partidos, los gobernantes, las instituciones, o el actual culto (o “mediocentrismo”) en torno a la importancia real de los medios de comunicación…

– ¿Qué cambios significativos hubo desde los primeros movimientos piqueteros en Cutral Co hasta Zanón?

– En realidad, y esto es paradójico, en Cutral-Có no hubo movimiento piquetero tal como se lo conoce en el resto del país, sino una gran pueblada en una localidad del interior del país que sufría -como tantas otras- los efectos de la desocupación de masas, que se levantó frente a ella, que practicó la asamblea en forma masiva, que repelió exitosamente a Gendarmería, y que tuvo un tremendo efecto simbólico sobre el posterior movimiento piquetero en el resto del país. Por otra parte, no creo que una clase obrera sea más o menos politizada si entendemos tal politización por su pertenencia o filiación a un partido político o movimiento. Sí existe, en cambio, una ampliación de los repertorios de protesta, tal como lo demuestra el caso de Zanón, y que en Neuquén claramente se observa en nuevas fábricas que luchan por la autogestión. Zanón es un caso tan complejo como único; la formulación del control obrero tal como la practican los ceramistas es sin duda un avance político enorme que los obreros mismos reconocen, al igual que la propia tradición clasista sindical que supieron recrear; pero también la autogestión de Zanón tiene un límite marcado por la propia realidad actual que es de un reflujo que lleva ya varios años respecto de la movilización social que vimos en torno al año 2001y 2002. En este sentido, creo que el cambio más significativo, al menos en Neuquén, es cierta cristalización de una cultura política de protesta que en los `90 era incipiente y que en la actualidad es evidente, y que además está en un claro proceso de expansión.

Por otra parte, hay que destacar que algunos actores protagonistas de protestas sociales durante los ’90 se propusieron avanzar sobre el Estado neuquino y tuvieron éxito, como es el caso de ATE-CTA que, a través de una coalición partidaria con sectores políticos progresistas denominada UNE (Unión de los Neuquinos), ganó en las últimas elecciones varios puestos en la Municipalidad de Neuquén. De todos modos, esta experiencia de participación política por medios “clásicos”, me temo, está generando las decepciones que todo sistema político (tal como lo conocemos) produce al fagocitarse elementos surgidos de movilizaciones “desde abajo”.

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